domingo, 27 de enero de 2008

POR SIEMPRE - I

Día a día esperaré eternamente ese encuentro
aunque vivamos en mundos diferentes



-¿Me vas a prestar atención? –dijo Celina, sentada en posición de loto.

-¡Un segundito, Cel, que ya me despido del Fana! –contestó Sofía tecleando febrilmente.

Celina suspiró con resignación y volvió a fijar la vista en el libro. Enredando un mechón de pelo rojo en su índice, intentó pronunciar una lengua que le era extraña:

-¡Mari, Mari! ¿Kümelekaimi?, ¡Mari mari pu che! ¿Chumleimn?1

-¿Me estás insultando…? –preguntó su amiga que había terminado de chatear.

-Debería, por no atenderme. ¿No querés saber algo de la zona que vamos a recorrer?

-No estaría de más, ¿no? –contestó sin entusiasmo.

Desde que viajaban juntas Celina se ocupaba de buscar material bibliográfico para ilustrarse sobre la idiosincrasia de los lugares que iban a conocer. Insistía en que era la mejor manera de aprovechar el viaje. Como se tomaba tan a pecho la tarea de facilitarle los medios a su perezosa amiga, Sofía no la desalentaba pero tampoco se comprometía demasiado. Le atraía más pensar en su guardarropa y los hombres a conocer, que instruirse en las costumbres del lugar. Acomodó su mejor gesto de atención y la instó:

-A ver, leeme.

-La tierra que vamos a visitar perteneció a los mapuche, cuyo nombre precisamente significa hijos de la tierra. Son originarios de Chile pero se extendieron hasta la Argentina y se mezclaron con los tehuelches y los pehuenches. Su lengua vernácula es el mapudugun y lo hablan actualmente. Esos insultos que suponías, eran formas de saludo -puntualizó con suficiencia.

-¿Y no encontraste ninguna palabrota?

-Para aclarar tu oscurantismo, el mapudungun significa el hablar de la tierra, y como la tierra es sabia y buena no conoce de malas palabras. Su voz está inspirada en los sonidos naturales del agua, el viento, el canto de las aves... ¿No es copante?

-Para ser franca, eso que pronunciaste no se parece a nada de lo que enumeraste.

-Porque no sé decirlo. Escuchá: “Por eso es que el mapudungun no lleva acentos rígidos, cada hombre debe ponerle la entonación a lo que habla, pues es su sentimiento el que tratará de expresar. Determinados acentos en determinadas palabras pueden expresar, tanto sentimiento de rabia como de amor.”2

-Vos tenés respuesta para todo… Mi dadi viene temprano esta noche con la dama de negro, así que te invito a comer al boliche de la esquina adonde podrás seguir desburrándome, y después vos me invitás a dormir a tu casa. ¿Es un buen trato?

Celina aceptó porque sabía que Sofía no toleraba que la actual pareja de su padre intentara ocupar un rol que su amiga nunca le permitiría. Padre e hija tenían el acuerdo de no interferirse en sus relaciones y la “dama de negro” -como la llamaba Sofía por lucir ese color en todo su vestuario- había pretendido opinar acerca del nuevo auto que quería la joven y de la profesión que no ejercía. Desde entonces Sofía evitaba su presencia como la peste, porque era conciente de que su padre estaba encandilado y que no era momento para combatirla. “Todo llega, Cel, como que en cualquier momento papá se aburrirá y se desprenderá de ella. Es cuestión de esperar”.

Insistió en salir de vacaciones antes de lo habitual para poner distancia, porque estaba segura de que cuando volvieran, la influencia de la mujer estaría declinando. Cuando se sentaron a la mesa del restaurante, Celina le comentó:

-La verdad, es que cuanto más leo acerca de los mapuches y sus creencias, más me identifico con su pensamiento y visión de la vida. ¿No sentís que vivimos demasiado ajenos a la verdadera esencia de las cosas? Esta carrera por llenarnos de cosas materiales que no enriquecen el espíritu…

-¡Pará, fanática! –la interrumpió Sofía- Que en cualquier momento me vas a decir que te gustaría vivir en el campo. Y ya sé que tu abuelo tenía una granja y a vos te gusta montar a caballo, pero ¿no es mejor casarse con un tipo de guita y cabalgar en el Jockey?

Celina desistió. Había temas que con su amiga era mejor no hablar. Ella, a pesar de ser un excelente jinete, no podía asistir al Jockey Club porque afiliaba exclusivamente a hombres. Pero sí podría concurrir como esposa de un asociado, le insistía Sofía. Lejos del ánimo de Celina estaba pensar en una relación después de haber terminado con la que le dejó un sedimento de desconfianza hacia el sexo opuesto. Se tomó unos minutos para contestarle:

-Ya agotamos el tema. Por el momento, lo único que me interesa es mi trabajo.

-Sabés que si quisieras, tendrías a Barry y Nelson a tus pies. El primero es más tonto que el segundo, pero tiene más plata que los ladrones –dijo su amiga con una carcajada.

Celina también rió al recordar a los nombrados. Los había conocido en una fiesta de fin de año a la que había sido invitada por Sofía y pasó toda la noche huyendo de los cada vez más alcoholizados muchachos. Durante varios meses recibió llamados y flores en su casa porque su comedida amiga proporcionó a los jóvenes sus datos personales, hasta que se los sacudió inventando un compromiso. Volvió a la carga con sus impresiones:

-No se si me gustaría vivir fuera de la ciudad, pero a veces deseo conocer gente que no viva pendiente del dinero y el poder. Gente que se conmueva ante las maravillas que nos ofrece el universo: un dorado amanecer, un rojizo crepúsculo, una tormenta violenta, el murmullo de las hojas excitadas por el viento...

-¿Gente... u hombres? -atajó Sofía.

-Ya te dije que por el momento están excluidos de mi agenda, pero si conociera a un tipo tan sensible, es posible que cambie de opinión.

-Sos demasiado sentimental para esta época. Pero tenés la suerte de tener un aire desvalido que atrae a los machos como si les inyectaran feromonas. Seguro que los mapuches que vamos a ver son rudos y aman la naturaleza y a las mujeres de aspecto necesitado. ¿Quién te dice que no encuentres a tu príncipe azul?

-¡Sos el colmo, Sofía! ¡No hay tema en el que no incluyas a los hombres...! Yo te hablé de un pueblo despojado y vos me salís con un culebrón de la tele -enfatizó exasperada.

-¡Bueno, Celi, no es para ponerse así...! -exhortó su rubia amiga con un mohín de disculpa- Además, sabés que lo digo con la mejor intención. ¿No nos falta un gran amor para completar nuestras vidas? A este paso tendremos canas cuando aparezca... –gimoteó.

-Entonces consolate, porque la gente que vamos a conocer sostiene que no hay hombre sin mujer ni anciano sin anciana. Si nos nos cuadra lo primero, podremos aspirar a lo segundo, ¿no te parece?

-No me parece -declaró Sofía tajantemente.


1 ¡Hola! ¿Anda bien?, ¡Hola gente! ¿Cómo están?

2 Jorge Vásquez Iturra

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Habrá que esperar mucho para leer el final?

Anónimo dijo...

Hola carmen sería factible que me enviaras la continuación de amor por entregas. Gracias Betzabé

Carmen dijo...

Hola, Betzabé. Si revisas el blog, verás que hay publicados 7 capítulos.
Con todo afecto.
Carmen.