viernes, 23 de septiembre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 5

A las siete de la tarde del miércoles volvieron a reunirse en casa de Sandra. Preparó el equipo de mate, galletitas dulces y saladas, y acomodó tarjetas y volantes sobre la mesa. Para no hacerla bajar más de una vez, sus amigas se dieron cita en la puerta y cuando estuvieron todas reunidas tocaron el timbre del departamento. Sandra, con su largo pelo recogido en cola de caballo, saltó con destreza los últimos peldaños y corrió a abrirles.

-¡Tengo todo, chicas! -les informó con entusiasmo.- Las tarjetas están fantásticas y los folletos muy comprensibles.

Mientras ella se ocupaba del mate, las demás se dedicaron a estudiar los impresos. En las tarjetas figuraba el nombre de cada una, sus profesiones y un número de celular que Sandra habilitó especialmente para el negocio.

-Bueno -dijo al cebar el primer mate,- cuéntenme que hizo cada una.

-Yo lo comenté con mi familia y me dijeron que era una locura -principió Abril.- Pero pienso entrevistar a mi cuñado que tiene un hotel cerca de la Terminal adonde paran muchos turistas de los alrededores.

-A mí en casa me dijeron lo mismo -siguió Liliana,- al final papá se ablandó y me prometió que lo va a comentar en el Jockey.

-Mm… -dijo Abril.- Allí abundan los tipos prepotentes y con guita. Podrían confundirse sobre el tipo de compañía…

-Papi cuida a su nena -puntualizó Liliana.- Seguro que lo difundirá entre las mujeres de sus compañeros de golf.

-Por mi parte, -aportó Margarita- misma reacción familiar. Así que estoy confeccionando un listado de alumnos que no sean de Rosario para entregarles las tarjetas y los folletos.

-Folletos, por ahora, no. -dijo Sandra- Se los daremos a los integrantes de nuestra familia para que les quede claro el emprendimiento y más adelante, cuando la agencia esté funcionando, los distribuiremos entre los clientes para que nos recomienden.

-¡Eso es lo que me encanta de vos! -señaló Romina apretándole la mano.- Tu invencible optimismo.

-¿Y ustedes qué cuentan? -preguntó Abril.

-Yo hablé con mi hermano y prometió colaborar -afirmó Romi.

-¡No…! -exclamó Liliana.- La primera respuesta familiar atípica. ¿No opuso ninguna resistencia?

-Al principio un poco -contestó mirándola a Sandra con una sonrisa.- Pero después cedió como un manso corderito.

-No me lo imagino a Lucho manso -declaró Abril.- ¿Segura de que no le dijiste que ibas a instalar una consultora o algo así?

-Sabe a lo que nos vamos a dedicar -recalcó Romina.- Y se ofreció a darnos una mano… ¡gratuitamente! -terminó con una risa.

-Cosas veredes, Sancho -murmuró Abril. Se dirigió a Sandra:- ¿Y vos, directora?

-Hablé con tres alumnos. Un fracaso con Elena, pero Torcuato y Miguel se interesaron por el proyecto y se comprometieron a difundirlo entre sus amigos. Tienen todos arriba de setenta y ¡plata! Serían los mejores postulantes. Me falta comentarlo con Horacio y Lalo.

-¿Y qué hay de tu familia? -insistió Abril.

Romina se puso tensa. Ella conocía muy bien la conflictiva vida familiar de Sandra.

-¡Ah! Ya saben. Mamá está ocupada con su nueva conquista y papá en el Sur con su flamante esposa. Les falta tiempo para frustrar mis desvaríos -dijo con displicencia. Después agregó:- Vayamos a lo nuestro.

Iniciaron un intercambio de ideas que duró hasta las nueve y donde acordaron hacerse cargo del celular una semana por vez, durante la cual transmitirían a la portadora cualquier posibilidad de empleo para confeccionar la planilla correspondiente. Cada una volvió a su casa con la ilusión de un objetivo concretado.

El resto de la semana fue inexistente en novedades de trabajo. Sandra encontró mayor aceptación entre sus discípulos masculinos y, aunque estaba tan ansiosa como sus amigas de que se produjeran novedades, se tranquilizó y las tranquilizó alegando que todo emprendimiento tenía su tiempo de maduración.

El viernes a la tarde regresaron los padres de Romina circunstancia que aprovechó Lucho para pasar el fin de semana en la isla con amigos. Su hermana lo quería mucho, pero respiró con alivio al perder de vista a su custodio. Ayudó a su mamá a deshacer las valijas y se ocupó temprano de la cena para que los recién llegados fueran a descansar. A las diez, aburrida, la llamó a Sandra para charlar. Quedaron en encontrarse en el centro a la mañana siguiente. Se dio una ducha y encendió el televisor para quedarse al poco tiempo dormida. A las ocho sonó el despertador y se levantó de inmediato para no rendirse a la fiaca. Se puso su conjunto de jean con una remera estampada y se calzó con zapatillas. Pensaba persuadir a su amiga de realizar una caminata por la costa. Cuando bajó fue derecho a la cocina adonde sus padres ya estaban desayunando.

-¡Buen día! -saludó con alegría repartiendo sendos besos.

-¡Buen día, madrugadora! -contestó su papá abrazándola.- ¿Adónde vas tan temprano?

-A las nueve nos veremos con Sandra. ¿Descansaron?

-Como unos benditos -dijo su mamá.- No hay como la cama de uno para dormir. ¿Te preparo una tostada?

-¡Dale! -asintió mientras se servía una taza de café y le agregaba un poco de leche.

-¿Y cómo anda Sandra? Hace años que no nos visita.

-Está bien. Hace varios meses que vive sola. Estuvo en casa hace unas noches. Al bobo de tu hijo se le cayó la mandíbula cuando la vio.

-¿Está tan cambiada? -preguntó su mamá riendo.

-Y sí… Perdió como doce kilos desde que terminamos el secundario y no los volvió a recuperar. Además, tiene ese pelo tan hermoso… Y el hecho de haberse independizado le fortaleció el carácter. A propósito -informó.- Entre Sandra y algunas amigas organizamos una empresa de servicios.

-¿Ah, sí? -intervino su padre.- ¿Y a qué se van a dedicar?

-Verás. Es un servicio de acompañantes amistosas para posibilitar que la gente sola realice actividades gratificantes…

-¿Acompañantes? -la interrumpió su padre con el ceño fruncido.

-Amistosas, papá. ¿Será posible que nadie entienda el significado de amistosas? -recalcó.

-No lo tomes así, nena -dijo su madre, conciliadora, alcanzándole dos tostadas.- Es que los hombres las únicas acompañantes que conocen son a las que ejercen la prostitución.

Romina desmenuzó para sus progenitores todas las posibilidades que contemplaba el plan hasta conseguir que ambos le prometieran hablar con todos los contactos confiables que conocían. Les entregó tarjetas y folletos y salió a la calle con la sensación de haberse quitado un peso de encima: su familia estaba al tanto de sus aspiraciones y la apoyaban.

Sandra ya la estaba esperando en la intersección de las dos peatonales. Le propuso la caminata que su amiga aceptó sin reparos y mientras bajaban hacia el río la puso al corriente de la charla con sus padres.

-¡Qué bien, Romi! -dijo su amiga.- No esperaba menos de ellos. Siempre los consideré evolucionados en comparación con los otros y es una tranquilidad tenerlos de nuestro lado. -A continuación:- ¿Desayunaste?

-Sí. ¿Y vos?

-Pensaba hacerlo en el centro, pero será más grato al lado del río.

Continuaron bajando por la peatonal charlando y mirando algunas vidrieras, se detuvieron para curiosear la mesa de una librería adonde Sandra adquirió una novela de Saramago y después cruzaron la plaza rumbo al Monumento a la Bandera. Desde allí se acercaron a la Estación Fluvial para terminar acomodándose en una mesa protegida por una sombrilla y con vista al río. Romi pidió un café y Sandra café con leche y dos medialunas. Era un día de cielo despejado y sol deslumbrante. En una mesa cercana dos turistas de habla inglesa intentaban hacerse entender por la camarera. Sandra le guiñó el ojo a Romina y le dijo:

-¡A tu juego te llamaron!

La chica sonrió y se levantó para acercarse a la desalentada moza.

-¿Querés que te sirva de intérprete? -le preguntó.

-¡Ah, sí! Lo único que entendí es café, pero no sé cómo lo quieren y con qué desean acompañarlo.

-¡Hola! -se presentó:- Mi nombre es Romina y le transmitiré a la camarera su pedido.

Los hombres sonrieron aliviados. Le agradecieron e hicieron el pedido que ella comunicó a la empleada. Mientras la muchacha se alejaba, los turistas se dieron a conocer:

-Yo soy Thomas Anderson -dijo el más joven levantándose y tendiéndole la mano. Su acompañante lo imitó:

-Y yo Michael Lemacks -le estrechó la diestra.- Y sería un honor para nosotros que compartieras nuestra mesa.

-Les agradezco, pero estoy con una amiga. -se excusó con una sonrisa.

-¡Las dos, por supuesto! -insistió el llamado Michael.

Romina titubeó. Los jóvenes le parecían confiables pero no quería decidir por ambas.

-Voy a preguntarle -dijo, y volvió a su mesa.

Sandra, que había estado observando la escena, le lanzó una mirada interrogante.

-Esos yanquis quieren que nos sentemos con ellos para agradecer mi intervención. -señaló Romi.- ¿Te parece bien?

-Lo que vos decidas -contestó su amiga.

-Entonces, vamos. Porque el tal Michael está más que interesante.

-Sí, vamos porque los pobres no han vuelto a sentarse desde que te saludaron.

Una vez presentada Sandra, los cuatro se instalaron alrededor de la mesa. Romi conversaba con soltura en tanto su amiga pescaba de vez en cuando una palabra. Cuando se dirigían a ella, Romina hacía de intérprete. Se enteraron de que Michael residía en Nueva York y Thomas en Boston. El primero tenía una cadena de restaurantes y el otro era profesor de Matemáticas. Estaban disfrutando de dos semanas de vacaciones y conociendo las principales ciudades de Argentina. Sandra observó el interés recíproco entre Michael y su amiga y lamentó que se hubiese disparado entre dos personas que vivían en países tan distantes. Thomas se esforzaba por chapurrear en castellano y ella en inglés, aislados uno y otro del personal diálogo practicado por la otra pareja. Pasado el mediodía consultó su reloj y se dirigió a Romi:

-Ya son las doce y media. ¿No tendríamos que pegar la vuelta?

-¡Cielos, sí! -exclamó su amiga. Le dirigió una parrafada a Michael y él le respondió pidiéndole el número de celular que inmediatamente agendó en el suyo. Se despidieron rechazando la oferta de ser llevadas a sus casas. Las dos estaban ansiosas por hablar del encuentro por lo que Romina llamó a su madre para avisarle que almorzaría con Sandra. En el restaurante le confesó:

-Michael quiere que cenemos juntos.

-Me parece estupendo, Romi. Aunque sería bueno que no te entusiasmés demasiado porque pronto volverá a su patria.

-Es verdad. Pero me gustó apenas lo ví. ¿Es tan malo querer disfrutar de su compañía aunque sólo sea por esta noche? -dijo lastimera.

Sandra meneó la cabeza con una sonrisa:

-No es malo, pero aceptando que es pasajera.

Cuando se les agotó el tema de los turistas hablaron de sus proyectos. Se separaron a las tres de la tarde, una ilusionada con su salida nocturna y la otra planeando la lectura del libro que había comprado.

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