miércoles, 28 de septiembre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 7

Su marido asintió y Luciano no intervino. Bastante furiosa estaba su hermana con él. Romi subió a cambiarse y se esforzó por recuperar la calma. No todo está perdido, pensó. Por un lado agradecía el celo con que su familia velaba por ella, por el otro, la sublevaba ser tratada como una chiquilla. Al que debo pararle el carro, se dijo, es a Lucho. Su hermano invadía roles que no le incumbían. Comenzó a revisar su guardarropa y se concentró en el atuendo que luciría. Terminaba de maquillarse cuando Luisa le avisó que había llegado su amiga. Al bajar, tuvo una vista panorámica del grupo que la esperaba: su mamá departía con Sandra que lucía un vestido de falda corta ceñido al cuerpo, sandalias de altos tacones y suelta la larga cabellera que le caía despareja sobre la espalda. Lucho la miraba con la misma avidez de la noche anterior y su papá observaba con gesto benévolo al trío sacando -con seguridad- sus propias conclusiones. Fue el primero en reparar en su presencia y emitió un silbido de admiración. Ella bajó riendo los últimos escalones y se abrazó con Sandra.

-Romi -le dijo su amiga.- Me parece que Michael no vuelve a Nueva York.

Las dos prorrumpieron en carcajadas. Luciano abandonó la sala con brusquedad, maniobra que no pasó desapercibida para Rafael. Ya voy a buscar el momento de hablarte, pensó. Se acercó al grupo de mujeres y estudió a Sandra con disimulo. La rellenita adolescente se había transformado en una bella mujer y dedujo -por la expresión de su hijo, los dichos de Romi y el tibio saludo que Sandra le dispensó a Lucho cuando ingresó a la casa- que la joven estaba vinculada con la atípica conducta de su hijo. El sonido de un celular lo apartó de su reflexión. Romina atendió y apagó el aparato después de una breve comunicación:

-Michael viene solo -comentó con gesto resignado.

-¿Qué pasó? -se interesó su amiga.

-No me dio detalles. ¿Qué vamos a hacer ahora?

-Tendrá que escoltar a dos lindas chicas -dijo Rafael.

Sandra esbozó un gesto de contrariedad que disimuló al ver la cara contrita de su amiga. Si tenía que hacer de chaperone para resolver esta complicada cita, lo haría.

-¿Y si es un subterfugio que esconde alguna intención? -preguntó Luisa preocupada.

-¡Mamá! Estás convirtiendo una inocente salida en una historia siniestra -se indignó la hija.

Rafael quedó pensativo. Su propuesta, al menos racionalmente, no tuvo que ver con favorecer a su hijo:

-¿Y si Lucho los acompaña?

Romina se sintió precipitada al vacío. Ella no podría obligar a Sandra, que aún conservaba una clara antipatía por la conducta de su hermano. Estaba visto que debería resignar el encuentro. Las palabras de su amiga la sorprendieron:

-Por mí no hay problema. Habría que preguntarle a Luciano -argumentó con displicencia.

Rafael salió disparado a buscar a su hijo. Romina cruzó su mirada agradecida con la resignada de Sandra. Poco después ingresaron a la sala padre e hijo. Romi imploró que su hermano contuviera los desplantes a los cuales era tan afecto. Lo vio acercarse a Sandra.

-¿Estás de acuerdo? -le preguntó.

-Cualquier cosa para no frustrarle la salida a tu hermana -le contestó.

Él aceptó el reto con un gesto y subió a cambiarse. No había hecho más que bajar cuando sonó el timbre. Contuvo a Rafael con un ademán y salió a recibir al pretendiente de su hermana. Poco después ingresó a la casa con Michael. Introdujo a sus padres en fluido inglés y esperó a que el hombre saludara a las jóvenes. Mike se disculpó por Thomas que ya estaba viajando en avión hacia Rawson. Explicó que completarían las vacaciones por separado porque él había decidido quedarse en Rosario hasta el día de la partida. No hacían falta explicaciones atendiendo al modo en que miraba a Romina. Se despidió de los padres de la chica en un esforzado español y los cuatro salieron rumbo al problemático paseo. Michael abrió la puerta del acompañante para que subiera Romi y Luciano hizo lo propio para que atrás se acomodara Sandra. El conductor anunció que había reservado una mesa en Los Tilos, un restaurante que le habían recomendado. Lucho aprobó su elección porque había concurrido al exclusivo comedor en otras ocasiones. La conversación discurría en inglés y Luciano, apreciando que Sandra quedaba aislada, se preocupó en oficiar de intérprete. El establecimiento, rodeado de un extenso parque, estaba a media hora de Rosario. Un maître los condujo, ni bien llegaron, hasta su ubicación al lado de un ventanal que asomaba hacia un lago artificial. Las mujeres, que no conocían el lugar, lo elogiaron con tanto entusiasmo que Mike se congratuló por haberlo escogido. Luciano se esmeró en su rol de traductor favoreciendo una metamorfosis positiva de Sandra hacia su persona. Al final de la velada ella se dio cuenta de que hacía rato departía amigablemente con él y que Romina y Mike estaban enfrascados en una charla personal que no requería intérpretes.

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