domingo, 25 de septiembre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 6

Romina volvió a su casa animada por la posibilidad de un encuentro con Mike. Siempre que cumpla con la promesa de llamarme, pensó. Se llevó una sorpresa al ver a su hermano instalado en la sala de estar.

-¿No te ibas a pasar el fin de semana en la isla? -preguntó.

-Gracias por tu interés, hermanita. Estoy bien -le contestó con ironía.- A tu pregunta, terminamos remando hasta la costa porque el velero de Luis se descompuso. Y vos, ¿de dónde venís?

-Salí con Sandra.

-¡Ah…! ¿Qué dice tu linda amiga? - averiguó con interés.

-Nada de vos, precisamente. ¿Dónde está mamá?

-En la terraza. ¿Segura que ni siquiera me mencionó?

Romina le hizo una mueca y salió al patio trasero que accedía a la azotea. Encontró a su madre arreglando las plantas y le hizo señas para que entrara al quincho. La mujer, sonriendo, ingresó quitándose los guantes.

-Hola, Romi. ¿Cómo te fue? -Luisa le dio un beso y ambas se sentaron en los cómodos sillones de hierro.

-No vas a creer, mami -le dijo con entusiasmo.- Esta noche voy a salir a cenar con un comerciante de Nueva York.

-¿Y dónde lo conociste?

Romina le narró el encuentro, la charla posterior que propició el acercamiento y la demanda del hombre para verla más tarde. Su mamá la escuchaba entre la aceptación y el reparo. Conocía a su hija pero no al individuo que la pretendía. No quería privarla de su salida pero tampoco dejar en manos del azar su seguridad. Cuando la joven acabó su relato, Luisa le hizo una propuesta:

-Estoy de acuerdo en que salgas, pero no sola. Sugerile que traiga a su amigo así Sandra puede acompañarte.

Romina advirtió que no podría hacer nada para que su madre cambiara de idea. Una protesta salió de sus labios:

-Pero mamá…

-Sé que sos mayor de edad y no puedo exigirte obediencia, así que te pido, en nombre de la sinceridad que siempre sostuvimos, que me complazcas. -Sus facciones se suavizaron:- ¡No me perdonaría hijita, por ser indulgente, si algo te pasara!

El timbre del celular de Romina malogró la respuesta. Luisa supo con quien dialogaba cuando la escuchó hablar en inglés. Poco después cerró el aparato y le aclaró a su madre con expresión maliciosa:

-Mike se aviene a cualquier capricho para verme, pero te aclaro que si Sandra se niega, tendrás que convertirte en la pareja de Thomas. ¡Y ahí te quiero ver…! -concluyó con una carcajada.

Luisa rió con alivio y la conminó:

-Avisale a Sandra… ¡ya!

Romina no tuvo mucho que insistir. Su amiga no tenía compromisos pero sí un espíritu solidario. Además se había divertido mucho improvisando con Thomas. Acordaron que la pasarían a buscar a las nueve y media.

-¿Estás satisfecha, mami? -preguntó después de colgar.

Luisa se acercó y la abrazó. Ella respondió al arrumaco de su madre que le dijo:

-¿Sabés cuánto te quiero?

-Lo mismo que yo a vos, insufrible. Ahora me voy a tirar una horita para relajarme. ¡Llamame a las cinco!

-Descansá tranquila.

Romina estaba exultante. ¡Las cosas se habían resuelto con tanta facilidad! Se acostó y durmió sin sobresaltos hasta que su madre la despertó. Se dio una ducha y bajó a merendar enfundada en una bata y con el pelo envuelto en una toalla. Saludó a su padre y escuchó el reproche de Luciano:

-¡Flor de hermanita, tengo! Parece que las atraen más los cowboys que los gauchos…

-Mamá, sos un estómago resfriado -la acusó Romi.

-¿No quedamos en que yo iba a supervisar a los clientes? -dijo Lucho.

-¡Éstos no son clientes, gil! Lo único que falta es que también te quieras meter en mis citas.

-Basta… -intervino su padre.- La idea de tu madre está bien encaminada -le dijo a Luciano.- Además cuando las vengan a buscar los haremos pasar para formarnos una impresión.

-No lo voy a tolerar. ¡Me pondrán en ridículo! -gritó Romi.

-¿A qué hora viene Sandra? -indagó su hermano.

-¡No viene! La pasaremos a buscar.

-¿Te vas a subir a un auto con dos tipos extraños? -bramó Lucho.- ¡Ni lo soñés! Y hasta me parece un desatino aunque vayan las dos.

-Díganme que esto es una pesadilla -dijo la joven con voz lastimera.- ¡Se han confabulado todos para que no salga!

-Tiene solución, hija -aportó su mamá.- La llamás y le decís que Lucho o papá la pasarán a buscar así salen juntas de casa.

-¡Lucho, no! Ahí es cuando Sandra deja de ser mi amiga. Acabemos -dramatizó.- No la voy a llamar ni a salir. Ustedes ganaron. Me voy a la cama.

-¿Y si la llamo yo? -perseveró Luisa.

Romina se encogió de hombros y esperó al comienzo de la escalera. Su madre se comunicó con Sandra y después de una charla, colgó con una sonrisa:

-Dijo que no tenía inconveniente en aprontarse más temprano. Rafael -pidió con gentileza.- ¿La irías a buscar?

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