miércoles, 8 de abril de 2009

LAS CARTAS DE SARA - X

-Tres más –dijo Nina.

Dante la besó con suavidad en la sien y propuso:

-¿Por qué no te das una ducha? El agua caliente te relajará. Yo voy hasta el gimnasio para terminar con los arreglos y cuando vuelva las invito a comer afuera. Después terminaremos de leer las cartas.

Rosa se levantó con presteza y acotó:

-Me parece un plan excelente. Quiero que te distiendas un poco, hija.

La muchacha suspiró. No estaba muy de acuerdo pero sabía que su madre y Dante pensaban en su bienestar. Debía reprimir la ansiedad para no preocuparlos. Se levantó y, con una sonrisa, accedió a la petición:

-Está bien, gente. Pero no vuelvas muy tarde –lo intimó al joven.

-Palabra –afirmó Dante.- A las doce y media estoy de vuelta.

Rosa lo acompañó hasta la puerta y cuando volvió ya estaba su hija dándose el baño. Nina se quedó largo rato bajo el chorro de agua caliente. Trató de poner la mente en blanco y tranquilizarse. Salió envuelta en una bata y frotándose el pelo con una toalla. Eligió una solera liviana y unas sandalias cómodas. Bajó y guardó las cartas en la carpeta resistiéndose a leerlas en soledad. Cuando Rosa entró a la sala de estar, la joven estaba mirando un informativo. Apagó el televisor al entrar su madre y la miró con aprobación.

-Te pusiste muy linda, ma. ¿Pensás robarme el novio?

-¡Las cosas que decís, Nina! –parecía tan escandalizada… Y de pronto se largó a reír. Era indudable que Nina había heredado la vena histriónica de su madre.-Son las doce y media. Apuesto a que si vamos a la puerta veremos el auto de tu amorcito.

-Vamos, entonces –aprobó la hija.

Tomaron sus carteras y salieron a la calle. Mientras Rosa cerraba con llave, Dante estacionó el auto.

-¡Parece que las damas están con hambre! –exclamó riendo mientras destrababa las puertas.

Nina se sentó a su lado y le dio un rápido beso. Rosa terminó de acomodarse atrás y Dante arrancó. Las mujeres se dejaron llevar aceptando de tácito acuerdo la elección del muchacho. Condujo hasta el centro y estacionó el vehículo en una cochera.

-¿Les parece bien La casa de Marco?

-Quiero comer cuanto antes y volver a casa –dijo Nina con impaciencia.

Sus acompañantes no pronunciaron palabra y arrancaron hacia el restaurante. Se acomodaron en una mesa y la joven los instó a que eligieran platos rápidos. Rosa y Dante cambiaron una mirada tolerante y secundaron el pedido de Nina. A las dos de la tarde estaban de regreso. La muchacha había comido la mitad de su plato y declaró que prefería tomar el café en su casa. Cuando Rosa volvió con la bandeja, Nina retomó la lectura:

Amiguísima: los teléfonos siguen sin funcionar aunque hayamos desbordado con reclamos a la empresa telefónica. Dante me anticipó tu emprendimiento y el sofisticado plan para…”

Los atentos oyentes miraron a la joven a la espera de que continuara con el relato. Nina carraspeó y dijo:

-Aquí no se entiende mucho. A ver…

Imprevistamente, su madre le arrebató la carta. Nina intentó recuperarla pero la mujer se la retaceó.

-Creo que aquí viene el tercer insulto para mí. No sería tu madre si no conociera tus gestos. Sigo leyendo yo: “Dante me anticipó tu emprendimiento y el sofisticado plan para mantener alejada a tu santa madre. ¡Mirá que hacerle creer que te dedicás a la meditación cuatro horas por día y en horarios alternados…!” -La hija abrió la boca para intentar una excusa, pero su progenitora, sin interrumpirse, le echó una mirada que la hizo desistir.- Bueno, espero que aprovechés el tiempo mal habido y avance el tapiz con el que matás las horas de tedio. Te cuento: después de la función de teatro, mi relación con Max prosperó. El lunes siguiente al evento artístico almorzó con mi grupo. Como era usual, yo compartía la mesa con Juanita, Benito, Roxana, Leandro, Dora y Milano. Todos integrantes del staff más bajo de la clínica. La elección fue mía. En principio, porque la timidez del primer día registró en ellos los gestos más cordiales de bienvenida. Después, porque la sencillez y sinceridad de estas personas hacían más evidente la afectación de los ‘profesionales’. Sentí que era la mesa más selecta y que me habían incluido y hasta adoptado. Max acostumbra a dosificarse (como buen médico) entre sus colaboradores, así que su inserción no extrañó a nadie. La charla fue amena y espontánea porque no impone su jerarquía y mis compañeros lo aprecian francamente. Habrás notado que dije “mis compañeros”; no me agrego porque a partir de aquel sábado mi percepción sobre él ha sufrido una sutil mutación: lo estoy viendo como hombre. Y no me disgusta, Nina. Una alarma suena mientras escribo esto porque ya sabés lo que pienso de las relaciones intra laborales: donde se come etc., etc. Nuestras miradas, ajenas a la antigua familiaridad, se cruzaron en varias oportunidades. Él también parecía verme por primera vez y sus ojos perfilaron cada centímetro de mi rostro con una atención que me perturbó. La situación no pasó desapercibida para mis amigos quienes observaron en amable silencio el escrutinio mutuo. Hubo un momento en que me alcanzó la sal (¿no es romántico?) y sus dedos se detuvieron más de lo decoroso sobre los míos. Nos miramos y si bajé las pestañas fue porque detrás de sus pupilas atisbé a la pantera agazapada. Estaba tan ofuscada que olvidé controlar la abertura de la tapa del salero, y segundos después miré estupefacta la montaña de sal que aderezaba mi ensalada. Mis compañeros se condolieron mientras Max desenredaba mis dedos inmovilizados y retiraba el recipiente. Salí del trance como siempre: con una carcajada que contagió a toda la mesa y concitó la mirada de los comensales. Mi jefe, aún riendo, se levantó para alcanzarme otro plato. ¡Cómo se transforma cuando ríe abiertamente! Parece más humano. Y no sé por qué escribo esto, porque siempre está atento a las necesidades de todos sus colaboradores. Lo seguí con la mirada risueña hasta tropezarme con la helada expresión de Carolina. No denotaba la curiosidad de las otras, sino una muda reprobación que opacó la diversión del momento y me quitó las ganas de seguir comiendo. Así que Max se habrá preguntado por qué no probé las verduras que se molestó en traer. Exageré un trabajo atrasado y dejé el comedor antes de la hora. Estaba molesta por haberme dejado intimidar por la secretaria aunque sostengo que de haber podido me hubiera eliminado. Sentí que estaba interfiriendo en su proyecto personal, única explicación a semejante hostilidad. Vos sabés que yo, más que audaz, soy impulsiva. Funciono a golpes de instinto y estoy más llena de chichones que de aciertos, pero no creo equivocarme con Carolina. Ahuyenté las molestas digresiones y me puse a trabajar. Antes de irme alguien entró. Acostumbrada como estaba a la concurrencia del doctor Fernández, lo saludé sin levantar la cabeza. La respuesta demorada me hizo voltear hacia la puerta y allí estaba Max, apoyado contra el marco, cercano como la inefable sonrisa que animaban su cara y sus ojos. Me preguntó cómo estaba, tal vez intuyendo aquellos sombríos pensamientos. Yo estaba bien en medio de mis papeles, y charlamos un rato antes de que mis dos guardaespaldas se impacientaran y entraran a constatar que no me había ido sin ellos. Max los saludó alegremente y les recomendó “que me cuidaran”. Nos fuimos bajo su atenta mirada y sus palabras resuenan todavía en mi cabeza: “cuídenla mucho”. ¿Qué habrá querido decir? Suena tan protector… Te digo adiós antes de seguir delirando. Espero que mañana podamos hablar. Mil besos. Sara”

Rosa parecía haber tomado el mando. Ante la muda pareja, dio su veredicto:

-Alguna vez vamos a charlar de tu artimaña. Ahora me quedo con las palabras de tu amiga: “tu santa madre”. –le dijo a Nina. Después, emitió algunas apreciaciones personales:- Estas cartas consecutivas hablan a las claras del enamoramiento de Sara. Y si ella es algo objetiva, entiendo que el doctor siente lo mismo. Vos te obsesionaste tejiendo el tapiz de una pantera. Sara no conocía el motivo de tu trabajo pero menciona varias veces a ese animal –y terminó como su hija:- ¿Será casualidad?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola como estas aca estoy bueno ya lei una de las cartas me interesa y esta muy buena asi que seguire muy linda pagina besoso.

Carmen dijo...

¡Moni, qué alegría verte por aquí! Me alegra que te haya interesado. Te mando un beso.