domingo, 14 de marzo de 2010

LA HERENCIA - II

Mariana abrió la carpeta lentamente y leyó para sí las tres fojas que contenía. Cuando terminó, miró las caras expectantes de Luis y su madre, y les dijo con una sonrisa:

-Si este abogado no es un impostor, me parece que se acabó la época de vacas flacas. Escuchen -y volvió a fijar la vista sobre la última hoja:- un inmueble ubicado en Calle de los Sauces 9898 y todo su contenido según inventario confeccionado ante escribano público y tres cuentas bancarias por un total de cuatrocientos cincuenta y dos mil pesos que serán transferidas a nombre de los herederos en el término de noventa días a partir del comienzo de la sucesión. La propiedad puede ser ocupada inmediatamente con el fin de evitar su deterioro y preservar los objetos que incluye... ¡Una casa propia, mamá! ¡El sueño de toda nuestra vida!

El entusiasmo de Mariana puso una sonrisa en el rostro de los mayores. Luis fluctuaba entre compartir la alegría de las mujeres y la pesadumbre de perderlas de vista. Buscó debajo de la barra hasta encontrar un mapa de la ciudad para ubicar la calle que desconocía. Volvió junto a las mujeres y lo abrió sobre una mesa.

-¿Cuál es la dirección? –le preguntó a Mariana.

La joven releyó la hoja y repitió:

-Calle de los Sauces 9898.

El barman consultó el índice alfabético y luego ubicó las coordenadas donde debía encontrarse la calle. ¡Demasiado lejos para su gusto! Casi a una hora de viaje del lugar que residían.

-Está en un lugar muy retirado –opinó mirando a las mujeres.- ¿Están seguras de querer alejarse tanto del centro?

-¡Es que ahora no tendré que vender el auto! –Afirmó Mariana.- ¡Y sin pagar alquiler, podremos sostenernos hasta que nos transfieran esa suma fabulosa…!

Se quedó ensimismada pensando en el vuelco que había dado ese día. De la desesperanza del despertar había pasado a la perspectiva de una vida desahogada y sin esfuerzos. Nunca hubiera imaginado que la solución a su ajustada situación económica vendría de la mano de una persona a la que ni siquiera habían mencionado en tantos años. Por lo pronto, deberían presentarse cuanto antes en el estudio jurídico para comenzar con los trámites sucesorios. Sentía que se había despojado del inmenso peso de la frustración diaria. ¡Al diablo con el trabajo si se confirmaba el monto de las cuentas bancarias! Podrían vivir de rentas hasta el final de sus días. Podría retomar la carrera de abogacía, o anotarse en la Facultad de Bellas Artes, o viajar al Sur, o… Se rió silenciosamente de los planes que se atropellaban en su cabeza al influjo de una noticia que no tenía más certeza que la de tres hojas presuntamente legales. Buscó con la vista a su mamá. Estaba sentada a la barra esperando a que don Luis terminara de atender a un parroquiano. Se alegró de su acertada decisión de posponer la charla sobre sus finanzas hasta el día siguiente. Le había evitado un disgusto innecesario. Recogió sus pertenencias y se acercó para hacerle compañía. La abrazó cariñosamente y las dos se miraron con una sonrisa ilusionada.

-Mamá. Después que termines el desayuno, iremos a ver al abogado -le dijo.

Emilia miró hacia la calle donde una lluvia desodernada por el viento azotaba la calzada. Los truenos lejanos se habían acercado y los relámpagos insinuaban la continuidad del temporal.

-¡Nos empaparemos! -opinó.

-¡Ahora podemos darnos el lujo de ir en taxi, ma! Y no veo la hora de confirmar la veracidad de esta noticia. Y de tener las llaves de la casa... -pronunció Mariana con tono plañidero.

La madre miró a Luis que se había arrimado a tiempo de escuchar el ruego de la joven y le dijo con una sonrisa:

-¿Qué se puede hacer con una muchacha tan ansiosa?

-¡Seguirle la corriente, mamá! -exclamó la chica eufórica.

Luis, riendo, les propuso conseguir un taxi por teléfono apenas amainara el aguacero y, si conseguían la llave, trasladarlas en su auto a la tarde después de cerrar el negocio. Media hora después, madre e hija subían al vehículo de alquiler que marcaría el inicio de la etapa más oscura de sus vidas.

2 comentarios:

una virgo lunática dijo...

Hola Carmen, como bien te dije una vez, no tengo paciencia para escribir novelas largas, quizás algún día, pero me encanta leerlas, tus escritos tienen enganche desde el principio y eso es muy importante, espero tener tiempo más adelante y poder pasar más a menudo por aquí. Un abrazo y mi amistad.

Rosa.

Carmen dijo...

Querida Rosa, es un orgullo para mí recibir tu visita y tus comentarios. Tus narraciones siempre me gustaron y ahora, tu poesía. Retribuyo tu abrazo y tu amistad.