domingo, 13 de junio de 2010

LA HERENCIA - XX

Mariana negó con la cabeza. Sus ojos buscaron a Julián. Éste no había participado hasta el momento porque intentaba racionalizar el episodio protagonizado por la joven. No dudaba de su legitimidad y temía por las connotaciones del discurso que la involucraban. En esa casa indiferente al avance del tiempo todo parecía posible. Hasta las murmuraciones que apasionaban a su madre. “Yo velaré por tu seguridad, querida mía”, prometió.

-Lo que acaba de relatar Luis es cierto, Mariana. ¿Es posible que tu padre te enseñara de niña a leer esos signos?

-¿Y que yo no me acuerde? No -declaró con firmeza.- ¿Me contarás lo que traduje?

-Es... una especie de advertencia -dijo Julián.- Habla de la conjunción de dos elementos que pueden generar el bien o el mal según los que sean, de una reina al parecer benigna, de un momento relacionado con una presencia y de una morada sombría. Al final aparece una exhortación pero no aclara a quien está dirigida -todo dicho con una calma que no sentía.

Mariana frunció el ceño esforzándose por introducir las palabras de Julián en su cerebro. ¿Qué significa todo esto?, se preguntó. Es una locura pensar que todos estaban confabulados para engañarla. ¿Con qué objeto? Entonces, pensó, todo era verdad y ella había perdido contacto con su conciencia. ¿Alguien la había suplantado? Alguien que desentrañaba los símbolos. Estaría aceptando que algo se apoderó de mi voluntad. No. Es un desatino. Yo no creo en esas cosas. Pero ¿cómo se explican las palabras que Julián escuchó? ¿Estaré enloqueciendo?

-¡El ático! Ella dijo que debía encontrarlo -exclamó agitada.

-¿Quién Mariana? ¡Por Dios! -profirió Emilia.

-La mujer del camafeo.

-¿Ahora te habla... un objeto?

La chica parecía confundida y desalentada. Julián sintió que debía ser su adalid.

-Mariana -dijo tratando de captar su atención- ¿lo habrás soñado, quizás?

-Yo... -se volvió hacia su madre.- Es posible, mamá. Yo siempre creí que tendría que haber un ático. Y voy a buscarlo -se levantó con decisión.

-No vas a entrar a esa casa sola. Mañana lo haremos entre todos.

-¡Pero mami...!

-Nada de peros. ¿Querés dejar sin cena a tu invitado?

La joven le lanzó al vecino una muda llamada de amparo.

-Emilia -dijo Julián- ¿confiarías a tu ansiosa hija a mi cuidado?

-Supongo que sí... -dijo insegura.

-Si Luis y vos se las arreglan con la comida, yo la acompaño a ubicar el ático.

La mujer tomó aire y lo exhaló antes de hablar. Se sintió derrotada ante la mirada suplicante de la hija y la oferta del joven. Accedería. Pero con una condición:

-Está bien. No más de una hora, Julián. El tiempo en que se haga el asado.

-Prometido -sonrió el vecino.

Emilia los vio marcharse con inquietud. Sabía que el compañero de su hija no la abandonaría en ninguna situación, pero el resquemor que tenía contra ese lugar se le acrecentaba día a día. Ella no era agnóstica como Mariana y creía en los presentimientos. Los que tenía, le decían que sería mejor regresar a su casita alquilada y olvidarse de la herencia. Temía que su niña, aferrada al racionalismo, fuera incapaz de preservarse de las energías que se negaba a reconocer. Un aliento cálido sopló sobre sus pies. Goliat levantó la cabeza cuando ella bajó la mirada. Si pensarlo, ordenó:

-¡Andá con tu amo, Goliat!

El perro salió disparado detrás de la pareja. Emilia vio que ambos se detenían y hablaban con vivacidad. Por fin, Julián sonrió e hizo un gesto de aquiescencia. El animal había sido aceptado y la mujer respiró aliviada. El formidable can sería una ayuda si hubiese algún inconveniente. ¿Inconveniente se llama a los acontecimientos fuera de tu comprensión? Repasemos: la visita al extraño abogado, el corte de luz en el edificio, los murmullos y corrientes de aire, el accidente y el trance de Mariana, los golpes en la puerta… Y ahora… ¿Qué? Mañana se irá Luis. ¡No quiero quedarme a solas con mi niña en este lugar! Pero ¿cómo la convenzo de abandonarlo si le prometí que nos iríamos después de revisar todo? ¡Un mes! Y faltan más de veinte días… Debo hablar con Luis. Resuelta, se dirigió al encuentro del hombre que iba cobrando significado en su presente. Él la adivinó y giró para mirarla. La sonrisa se le aquietó cuando advirtió la inquietud de la mujer.

-¿Qué pasa, Emilia?

-Mañana te vas…

El doliente reclamo facilitó el pretexto de Luis para prolongar su estancia.

-En realidad, de eso te iba a hablar. Mi sobrino me comentó por teléfono que el negocio marcha normal y que si quiero me tome algunos días más de descanso. Esta atención –agregó jocoso- se debe a que planea irse de vacaciones con algunos pesos más en el bolsillo. Claro, en caso de que no se opongan Mariana o vos.

La expresión agradecida de Emilia fue una respuesta que el hombre atesoró con los sentimientos que algún día podría materializar.

2 comentarios:

Maricela dijo...

ahi Carmencita, quieres que me de un colapso. me tienes en suspenso y ya me siento mas mega nerviosa esperando el sig capitulo. un gran abrazo desde la distancia.

Carmen dijo...

¡Ja, Maricela! Mi blog revive con tus comentarios. Un abrazo muy fuerte.