domingo, 18 de julio de 2010

LA HERENCIA - XXV

-¡Mariana! ¿Podés revisar por un momento tu actitud? Parece que quisieras asesinar a tu madre... -la frenó.

Ella se volvió con furia y se estrelló contra la mirada reprobadora de su vecino. La expresión de firmeza desvaneció la ira que la embargaba y se volvió, apenada, hacia Emilia:

-¡Mamita! Perdoname. Ya sé que lo hacés por mi bien... -se acercó y la abrazó. Después lo miró a Julián:- Lo siento...

Él hizo un gesto con la cabeza y tomó la palabra:

-No debemos aislarnos entre nosotros. Quien sea lo sabe y tratará de separarnos -le habló a la joven:- Si querés quedarte para seguir investigando, lo haremos juntos.

Todos asintieron sin discutir la ingerencia del recién llegado. Mariana preguntó:

-¿Qué haremos ahora?

-Tal vez este libro nos aporte alguna pista -opinó Julián levantándolo de la mesa.

Mariana estiró el brazo y lo recibió como antes su madre el cuaderno. Se sentó y lo abrió con aprensión. El joven se acomodó a su lado y la alentó con un gesto. También la mirada de Luis fue continente del temor de Emilia por su hija.

-Vamos por pasos -dijo Julián.- Cuando leíste la carpeta recorrías con la vista los signos, distraídamente. ¿Podés hacer el intento? -preguntó cariñosamente.

La joven asintió. Volvió las hojas y no se esforzó por comprender. Esta vez desenfocó los ojos voluntariamente, como su papá le enseñara para descubrir los paisajes en los libros de 3 D. Recordó que su madre nunca logró visualizar ninguna imagen. Sintió la cabeza liviana de pensamientos y, como cuando era chica, la sorprendió la claridad con que apareció la grafía conocida. Con el corazón batiendo, levantó la mirada del libro y descubrió los rostros ansiosos de sus compañeros. Sonrió ampliamente.

-¡Es como las imágenes en tres dimensiones! Hay que ponerse bizco y las ves. ¡Probá! -se lo tendió a Julián.

El breve intervalo en que los varones y Emilia se esforzaron por hacer visible el alfabeto conocido, contribuyó a la distensión que necesitaban. La madre renunció entre risas a otro intento y lo devolvió a la muchacha. Ninguno había podido reflotar hacia el discernimiento el significado de los símbolos que sólo se revelaron a Mariana. Más tranquila, volvió a la primera hoja y adoptó la postura de intérprete. Después de un momento, leyó:

-“Ahora que murió Dante, estoy libre para poner sobre aviso a mi descendiente. Sé que serás una niña fuerte. Este idioma sólo está abierto a la comprensión de los elegidos y tú serás una. Mi marido me otorgó su conocimiento como regalo de bodas, ínfima porción de su saber infinito. No así a nuestros hijos, ni siquiera a su dilecta Victoria. Ella me odia porque fue mi decisión. Dentro de este círculo ancestral soy una intuitiva que puede percibir la maldad o la fortaleza. Y Victoria es malvada” -Mariana hizo un alto al volver la página y descubrió que ya había leído dos hojas. Los caracteres ocupaban excesivo espacio para conformar las letras. Los oyentes estaban inmóviles. Siguió leyendo:- “Temo por Edmundo. Es débil y pertenece más al mundo externo que al círculo. Debe abandonar esta casa antes de que su hermana lo contamine. Los últimos días de Dante fueron un enigma. Sólo permitió que Victoria lo asistiera. Sospecho que lo indujo a una transmisión anticipada debilitando su poder. Las imágenes del futuro me acechan en cada sueño. No puedo ver el desenlace de esta lucha porque la influencia de Victoria es demasiado intensa. Languidezco día a día por impedir que invada mi mente en busca de la llave que le abrirá la puerta de la inmortalidad. Yo tengo el conocimiento y tú, mi nieta, el don de los elegidos. No leas ningún libro porque a través de ti accederá al conocimiento prohibido. Deberás destruirlos para terminar con esta remota hermandad que se extravió en el tiempo. Estarán en cualquier lugar: en la cabaña, el ático, las bibliotecas. Porque aún al alcance de su mano no puede desentrañarlos. Te espera para valerse de ti. Tratará de engañarte, de destruirte cuando no te necesite. No te desprendas del camafeo. Es un amuleto a través del cual te protegeré. El lago es peligroso. No alcanzo a interpretar la maldad del ojo de agua adonde mis hijos se sumergieron confiadamente. No vayas sola. Vislumbro a un recién llegado que será tu protector. No te separes de él.”- Se interrumpió sofocada por la directa alusión a Julián. Evitó mirarlo porque una oleada de sentimientos contradictorios pugnaban en su interior. Esta nueva mujer que asomaba en la casa de su padre, tanto quería como rechazaba, ser protegida. Retomó la lectura:- “En el octavo día, segundo cuadrante de tu estadía…”- Ahora interrumpió Julián:

-¡Eso es! Eso es lo que escuché cuando quedaste en trance. Mencionaba la palabra cuadrantes. Sí… Tiene lógica –dijo como hablando para sí mismo.- Un cuadrante tiene cuatro lados, y dos cuadrantes suman ocho. ¿Cuántos días hace que están aquí?

Mariana hizo un gesto vago. Pero su madre, pendiente del calendario que marcaría el ansiado abandono de la casa, respondió con presteza:

-Sólo cuatro. ¿Y a qué se verá enfrentada mi hija?- El timbre de su voz se agudizó cuando interpeló al joven como si lo hiciera responsable de los futuros acontecimientos.

-Bien quisiera saberlo, Emilia, para que nada nos tome por sorpresa. Pero si te tranquiliza, estoy dispuesto a quedarme con ustedes hasta el viernes.- Y aunque no quieras- pensó Julián.

Luis encerró las manos de la mujer entre las suyas tratando de infundirle una calma que no sentía. A medida que la muchacha avanzaba en la lectura, el texto se hacía más amenazante. Su mirada escrutó el rostro de Mariana, quien se había mantenido al margen del intercambio de su madre y Julián. Fijó nuevamente la vista en el cuaderno y siguió leyendo:

-“te espera la gran confrontación. Sé que la aceptarás porque no dudo de tu carácter. Permanece rodeada de los afectos cuya energía te fortalecerá. No puedo vislumbrar la manera en que intentará alejarte de ellos. Debes estar en guardia y si lo logra, no te aferres al recuerdo de tu padre sino de tu defensor. Llámalo con toda la potencia de tu mente, que no te desoirá. En el octavo día, debes ampararte invocando a la reina. En su momento sabrás cómo. Sólo a ti te será dado el conocimiento. Cuando se manifieste, habrás logrado la plenitud y el poder de disipar las tinieblas” -allí expiraba el texto como si alguien la hubiese interrumpido. Mariana pasó las últimas páginas, amarillentas por el tiempo pero carentes de símbolos. Cerró el libro y perdió la mirada en algún punto de la sala.

-¿Mariana...? -balbuceó su madre.

-Estoy bien, mamá -contestó.- Ahora me gustaría visitar la laguna.

-¿No tenés nada que comentar de lo que leíste?

-Lo haré a orillas del lago. ¿Por qué no van a ponerse la malla? –sugirió.

-Porque debemos esperar a que lleguen el jardinero y Norita. ¿Acaso te olvidaste? –preguntó su madre.

-Y porque yo tengo que ir a buscar la malla a mi casa –agregó Julián.- ¿Me prestás el auto?

-La llave está puesta –contestó Mariana sin evidenciar impaciencia por la postergación. Parecía haber crecido entre las vueltas de hojas.

Julián salió no antes de hacer el intento de atrapar la mirada femenina que, de consabido, se le negó.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Carmen sin palabras, estoy mas que encantada de leer esta novela, muy diferente a lo que habias escrito, antes lloraba con las de amor que escribias ahora me tienes con el suspenso a mil por hora, mil gracias por siempre compartir tus excelentes novelas.

Carmen dijo...

Gracias a vos por ser una consecuente lectora. Te mando un abrazo.

3000m bajo el agua dijo...

Una gran historia de suspenso y magia, me encanta y espero con ansias la próxima parte.

Te leo, Saludos XD

Carmen dijo...

Gracias por el comentario. Con gusto pasaré por tu blog. Saludos.