domingo, 25 de mayo de 2008

POR SIEMPRE - XIII

A Celina le costó asimilar la gravedad de la confesión de Sofía. Las muchachas se sobresaltaron cuando Rayén golpeó la puerta anunciando el almuerzo. Se miraron en silencio sabiendo que deberían postergar el inevitable careo hasta después de la comida. Celina entró al baño para refrescarse un poco y después bajaron a la cocina donde ya las esperaban los demás. Ambas se veían tan despreocupadas que ni René hubiera podido imaginar la conversación que habían sostenido.

-¿De modo que ya tienen planificada toda la semana? -afirmó, más que preguntó, Diana.

Las amigas traslucieron sorpresa. Antes de que pudieran responder, la mujer las informó como si hubiera preparado el itinerario:

-Por lo que sé, mañana las llevarán a visitar el lago Tig, el viernes habrá un asado en honor a Celina para que la conozcan los lugareños, y el sábado visitarán la Gran Cueva. Y ¡sorpresa! Mañana conocerán a Sergio y a Camila, que están viajando para no perderse el agasajo -miró de lleno a Celina, y le tomó las manos.- ¡Querida! Mi hijo no se habría perdonado el no agradecerte en persona.

Las jóvenes se turbaron. No habían esperado encontrarse tan pronto con otro desafío. René, molesto por la indiscreción de Diana, ahondaba en la expresión de las mujeres. Lo consternaba la precipitación de su ex mujer, ya que él hubiera querido transmitirles los planes a sus huéspedes.

-¿Así que conoceremos a tu hijo? -Celina lo miró con circunspección.

-Sí. Sergio habló esta la mañana desde el hotel -le aclaró.

-¿Cuándo llegará? -preguntó Sofía con tono casual.

-Mañana a la noche. Por lo que Javier las acompañará a la excursión del lago -contestó Diana.

Celina se sentía cada vez más incómoda ante la actitud dominante de Diana. Se preguntó por qué el ex marido no reaccionaba. Su espíritu indócil le dictó una decisión que nunca antes hubiera sido inconsulta:

-Tendrás que avisarle a Javier que postergue la salida. Tenemos otros arreglos para mañana -habló directamente con Diana, como si René no estuviera presente.

Don Arturo y Andrés se concentraron en la comida dejando que su pariente terciara entre las mujeres. A René no le sorprendió la rebeldía de Celina pero sí la intrusión de Diana. La declaración de su damisela provocó un tic de asombro a las otras Evas. Antes de que pudieran reaccionar, dijo René:

-El responsable del programa soy yo. Creí que les gustaría conocer dos lugares típicos de la localidad. En cuanto al asado -se dirigió a Celina- es la forma más llevadera de recibir el agradecimiento de padres y parientes.

La joven aspiró profundamente y bajó un poco la cabeza. René le levantó el mentón con delicadeza mientras demoraba la mirada en su rostro.

-Es un compromiso ineludible, querida -le dijo suavemente.

Diana y Sofía se habían unido a la unción de Andrés y don Arturo por la comida. Celina se echó hacia atrás para interrumpir el contacto de su barbilla con los dedos del hombre y Rayén, que estaba inmovilizada sosteniendo una bandeja cerca de la mesa, se puso en movimiento como si se hubiera roto un sortilegio. Le sirvió a Celina una porción de carne y verduras, que ella agradeció con una sonrisa. Don Arturo recuperó la palabra:

-Me han dicho, hue malén, que es una experta amazona.

-He montado desde niña y siempre que puedo voy a un club de equitación -dijo Celina con modestia.

-¡Lo más extraordinario es que Ronco le rindió pleitesía! -clamó Andrés.

Diana se rió:

-¿De dónde sacaste ese término?

-Es lo que le hacen a los héroes de Logodor -dijo su nieto con suficiencia.

Todos sonrieron y el ambiente se distendió. Rayén volvió con un cuenco de frutas maduras que fue elogiado y saboreado, tras lo cual el grupo se dispersó. René fue reclamado por un peón y salió con Don Arturo y Andrés; Diana se retiró a descansar para "estar presentable" cuando llegara Walter y las amigas decidieron explorar el entorno de la estancia para encontrar un lugar solitario donde charlar. Rayén les indicó una senda que conducía al arroyo Ailin donde, les dijo, podrían disfrutar de una buena sombra. Caminaron sofocando las ansias de conversar hasta estar alejadas de la casa. Encontraron el curso de agua al final del sendero, bordeado por sauces y una pródiga vegetación. El lugar tenía un encanto bucólico que invitaba a la meditación o a compartir su placidez en buena compañía. Las chicas se descalzaron y se sentaron al borde del arroyo con sus pies sumergidos en el agua fresca. Se miraron con cariño y Sofía dio comienzo a su relato:

-No te enojés porque nunca te haya contado el sueño, o más bien la pesadilla -dijo, sintiendo que en ese lugar perdía su connotación siniestra.

-No me enojo -contestó Celina- pero a lo mejor hablarlo lo hubiera hecho desaparecer.

-¿Ves? Yo sabía que sacarías conclusiones psicológicas y me terminarías mandando a un loquero.

-¡Qué exagerada! -dijo su amiga con una carcajada- pero ahora contame cómo viste a Sergio en casa de René si recién llegará mañana.

-¡Ah, sí! Me enseñó una fotografía mientras me contaba la historia de su familia. Tuve una noche de insomnio y me dormí a la madrugada. Por eso no te escuché cuando saliste.

-Y tu pesadilla, ¿de qué se trata? Para entender... -aclaró.

Sofía sonrió lánguidamente:

-Me parece haberlo soñado siempre. Estoy corriendo por una cueva oscura huyendo de un hombre pálido con los brazos abiertos en cruz; aterrada, porque intuyo que algo malo espera al final. Él vuelve a cerrarme el paso antes de llegar al fondo y me vuelvo hacia la salida para volver a encontrarlo en la misma posición…

-¿Y qué pasa? -pregunta Celina concentrada en el relato.

-¡No lo sé! Porque siempre me despierto antes... -con tono atemorizado- ¡Pero ahora ese hombre existe en mi pesadilla y en la vida real!

Su amiga la vio tan atormentada que trató de calmarla:

-Sofía, el parecido es sólo casualidad.

-¡No es casualidad! -gritó Sofía con fiereza.- Tengo sus facciones grabadas de soñarlas tantos años.

-Está bien. Calmate. Supongamos que esa pesadilla sea una premonición. No sabés que significa. Tal vez, que para una relación no hay salida porque no es un hombre libre -Celina trató de encontrar una explicación racional.

-¡No lo sé! Pero me temo que si lo veo, no pueda separar la realidad del sueño -dijo pesarosa.

Celina la abrazó para aliviar la congoja de su amiga. Después le manifestó con firmeza:

-Esperaremos a que se cumpla el encuentro. Según ocurran las cosas, decidirás. Estoy segura de tu rectitud, aunque algunas veces te escapés por la tangente -le hizo una mueca cómica, para que su compañera apreciara el chiste.

Sofía valoró el esfuerzo de su amiga para confortarla. Encontró que sus últimas palabras eran muy razonables y enfocó su energía hacia la actitud positiva tan propia de ella. La observó con una sonrisa y le soltó:

-¿No tenés nada que preguntarme de anoche?

-¿Anoche? No me acuerdo de nada -dijo Celina desconcertada.

-¡Vamos! ¿Y no tenés ninguna curiosidad, vos, que sos tan controladora? -insistió su amiga.

-Lo único que me llamó la atención fue que me acosté vestida -recordó.

-Porque te dormiste en la camioneta y fue imposible despertarte. De modo que René aprovechó para llevarte en brazos -dijo Sofía deliberadamente.

Celina inclinó la cabeza con su gesto típico para fijar la atención.

-¿No estás siendo maliciosa? -manifestó, con un visaje de sus labios que contradecía el tono de la pregunta.

-Si es malicioso observar que le costó un duelo soltarte...

-Amiga, hablemos en serio. Ya estoy más que confundida. Nos pasaron en dos... tres días, lo que no nos pasó en años -Celina suplicaba con la voz y con los ojos.

-¿Y por culpa de quién, eh? -la mirada afligida de su amiga la hizo reaccionar- ¡Era una broma, Cel! No te pongas así... Ya sabés que soy una tonta -le dio un beso sonoro en la mejilla.

-¿Me llevó en brazos hasta el dormitorio? -le preguntó como si recién se lo hubiera dicho.

-Sí. Y te depositó como si fueras de cristal. Y te cubrió con la manta. Y te miró tan largamente que me morí de envidia -confesó Sofía sin sonrojarse.

-¿Pensás que está enamorado de mí?

-Lo sé. ¿Y vos, que sentís?

-Que, como se dice vulgarmente, me atrae como el abismo. ¿No es muy poco tiempo para sentir tanto? -el momento de eternidad citado por Jeremías regresó a su memoria. Lo proscribió estremecida. -Como te dije, aguardemos los acontecimientos.-Se volvió hacia Sofía.- ¿No tenés calor?

Se inclinó hacia el arroyo y la salpicó, lo que tuvo una rápida respuesta por parte de su amiga. Jugando y riendo las encontraron Andrés y los niños rescatados que venían a saludar a Celina y que, olvidando el protocolo, se unieron inmediatamente al bullicio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

buen dia Carmen,estoy tan envuelta en la trama de la historia que ya ansiaba que llegara el fin de semana para leer la novela,
gracias por ello.