domingo, 8 de junio de 2008

POR SIEMPRE - XV

La estancia vibraba con los preparativos para la llegada de Sergio y el agasajo del sábado. Rayén y varias hormiguitas laboriosas hacían brillar la casa y organizaban el variado menú.

Las amigas despertaron tarde. Desayunaron rápidamente y subieron al vehículo que René le había ofrecido a Celina la noche anterior. Sobre la consola había un mapa con algunos lugares destacados con fibra. Celina se familiarizó enseguida con el rodado y arrancó rumbo a la tranquera, que les fue franqueada por un peón. Apretó el acelerador gozando de la sensación de libertad que siempre la embargaba al pilotear un auto. Estacionó antes de llegar a la ruta para estudiar el mapa y decidieron conocer uno de los lugares que René había resaltado. El camino al lago Tig estaba perfectamente señalizado y giraba entre barrancos reflejados en espejos de agua. Varios paradores ofrecían una vista panorámica que deleitó a las muchachas retardando la llegada a la reserva que sustentaba el lago. Cruzaron la entrada al mediodía y decidieron almorzar antes de iniciar la excursión. Eligieron un pequeño comedor que tenía las mesas dispuestas a la sombra de los árboles. Optaron por un menú liviano y comieron despaciosamente disfrutando de la comida y la mutua compañía.

-Debo reconocer que Diana tiene un buen dominio de sus emociones -dijo Sofía después de tragar un bocado de langostinos.

-Ah, ¿sí? ¿Por qué lo decís?

-Porque cuando bailabas tan acaramelada con René, creí que se iba a levantar para asesinarte -aclaró con truculencia.

-Bueno, peor para ella no poder disfrutar de su marido actual -opinó Celina despreocupada.

-¿René seleccionó los temas? -preguntó su amiga con inocencia.

-No lo sé. Eran antiguos -contestó, sofocada por el recuerdo.

-Pero elocuentes -insistió Sofía- “Ven, que esta sed de amarte me hace bien. Yo quiero amanecer contigo, amor. Te necesito para ser feliz…” -canturreó imitando a Roberto Carlos.

Celina sonrió como ausente. Su amiga volvió a la carga:

-Siempre dije que no hay nada más sensual que el baile para el acercamiento amoroso. ¿Me equivoco? -la interpelación era directa.

-No en este caso -convino la interrogada.

-¡Y en ninguno! Creeme. Música lenta, letra sugestiva, un buen cantante, y de una tibia atracción pasás a un ardiente deseo -acentuó su axioma con un movimiento de cabeza.

Su amiga rió por la definición que tan bien le cuadraba. Se transportó a la noche anterior, al momento exacto en que René le rodeaba la cintura con un brazo y con el otro le sostenía la mano sobre el pecho. Sólo que no fue la canción quien despertó sus sentidos, sino el tumultuoso corazón del hombre que la sostenía y el silencioso diálogo de las miradas. Si René la hubiese invitado a dormir con él, no lo hubiera dudado. Pero ni siquiera la besó cuando caminaron a solas con la luna llena y un Ronco inusualmente silencioso. Ella tuvo que luchar con las ganas de insinuarse o de simular un tropiezo para precipitar el contacto, pero la certeza de que eran notas de una sinfonía ya escrita le permitió tolerar la dilación del placer.

-Cel, harían muy bien en concretar la relación -la voz de Sofía la devolvió al presente. -Especialmente por el bien de René -agregó.

Celina la miró interrogante. Su amiga aclaró:

-Escuché sin querer una charla entre su abuelo y Jeremías. Estaban preocupados. “Enfermo de amor no consumado”, dijo don Arturo. “Distraído”, dijo Jeremías. Para mí, el más preciso fue el viejo. Consumado. Es una palabra fuerte y precisa. A propósito, ¿cuándo van a consumar? -preguntó con gesto de cansancio.

-No pretenderás que te lo cuente… -reconvino su amiga.

-No. Si nunca fuimos más allá de confesarnos nuestras decepciones sexuales… Pero me tenés que dar una señal, algo que anuncie que el cambio es posible -rogó Sofía.

-Mm.… ¿podría ser “te vendría bien ejercer la profesión”? -Celina siguió el juego.

-¿Y eso qué tiene que ver con cog…? -Sofía se tapó la boca como cuando eran adolescentes y se les escapaban las palabras prohibidas.

-¿Y cuál es la profesión bíblica de la mujer…?

-Desde ese punto de vista… Pero abrir las piernas no significa gozar -advirtió Sofía.

-Entonces te diría “te vendría bien disfrutar de tu profesión”. ¿Te gusta?

-Así se entiende mejor. ¡Celina…! -dijo con arrebato- si vos lo vivís con René, es posible que yo también pueda experimentarlo.

-¿Empezamos la excursión? -sugirió Celina tirándole un mechoncito de pelo.

-Bueno. Fin del recreo, dice la profe -aceptó con humor.

Pagaron el almuerzo y salieron a descubrir las señales que las guiarían hasta el lago. Las sendas se iban distorsionando para desembocar en un antiguo bosque de especies casi extinguidas, que se trataba de conservar en estado puro a fuerza de innumerables recomendaciones verbales y escritas. Después de cuarenta y cinco minutos de caminata, recorrieron la costa del lago Tig. Glaciares azules, rosas y verdes, según los materiales que contaminaron el agua, flotaban como veleros encantados. La ribera estaba colmada de piedritas blancas producto de la erosión de la lava volcánica. Treparon por una ladera que bordeaba el sector más agreste del bosque y Celina lo escrutó hasta avistar un sendero.

-Mirá, Sofía. Parece que esta parte también fue transitada -dijo curiosa.

-Yo no veo ningún cartel -notó con acierto su amiga.

-Pero la senda no es natural. No es muy lejos. Vayamos a ver -se obstinó Celina.

-Vayamos… -se resignó la compañera.

Caminaron cuidadosamente tratando de no alterar el entorno. Se maravillaron ante las orquídeas que medraban entre la fronda y ni siquiera se les ocurrió llevarse alguna. Estaban comprometidas con la preservación de la naturaleza. Llegaron al sendero que rápidamente se perdía en la espesura.

-Llegamos. Ahora volvamos por donde vinimos -dijo Sofía preocupada por no perder de vista el árbol que le servía de señal.

-Unos pasitos más, Sofi -insistió su amiga.

Sofía suspiró entregada. Nunca podía imponerse al ímpetu de Celina.

-Desde aquí veo un árbol que nos sirve de guía. Pero si nos internamos más, lo perderemos de vista.

-Volveremos sobre nuestros pasos hasta ver de nuevo el árbol. No nos vamos a perder.

-Tendrás mi muerte sobre tu fantasma. Porque no pensarás que te vas a salvar, ¿eh?

Celina iba a contestarle cuando se toparon con una mujer salida de la nada. La reconoció inmediatamente. Era la machi del bosque de Jeremías. Estiró la mano con un gesto sereno esperando que no se fuera. La mujer se quedó mirando cómo se acercaba. Celina no sabía si se iban a entender:

-¡Señora! Le ruego que me aclare que pasó ayer en el bosque -le suplicó.

Sostuvo la mirada de la matrona sin desafiarla, esperando una respuesta. La mujer meneó la cabeza:

-Lo que está escrito se cumplirá. Machi Ayelén quiso evitar un destino triste al hombre que le salvó la vida, pero está señalado para sufrir en compañía de la mujer blanca. Él aceptó su suerte. Vos, señora, sólo si estás segura de quererlo. Lo vas a necesitar para afrontar la prueba.

-¿Qué prueba? -pidió Celina.

Sin responder, la mujer se volvió hacia la senda que se internaba entre los árboles.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

buen dia Carmen,cada fin de semana estoy esperando el sig. capitulo, pero haces que me emocione tanto que espero con ansia el sig capitulo y ahora hasta la otra semana, gracias por ello.

Carmen dijo...

Gracias a vos por estos comentarios gratificantes que me estimulan a compartir el mejor recorte en la vida de estos personajes.

Anónimo dijo...

hola, estuve esperando con ansia el siguiente capitulo pero veo
que no te fue posible publicarlo. solo quiero que sepas que seguire estando al pdte pero hasta la otra semana porque ya no puedo checar.
saludos, Maricela.

Alicia dijo...

Excelente tu blog paso horas leyéndolo.- Felicitaciones.-

Carmen dijo...

Gracias, Alicia. No esperaba verte por aquí, así que bienvenida. Nos seguimos leyendo.