Demoramos
para ingresar al centro porque el tránsito se había atascado en la Avenida Dos venados. Darren,
preocupado por la tardanza, se comunicó con Samanta quien lo tranquilizó
asegurándole que estábamos bien. A las diez de la noche estacionamos en el
parque profusamente iluminado.
—¡Ya
las daba por perdidas! —pregonó el colorado abrazando a Sami.
—¡Más
quisieras! —rió la aludida besándolo.
—¿Huelo
a asado? —pregunté olfateando a mi alrededor.
—Iniciativa
de Bill para completar vuestro día de esparcimiento—dijo Darren—. No tienen más
que pensar en un baño reparador.
—¡Y
yo que venía preocupada especulando en cómo alimentar a mis trogloditas!
—dramatizó Sami.
Darren
le aspiró la risa con un beso y yo los abandoné a sus arrumacos. Duchada y
vestida, me acometió el impulso de llamar a Noel. No pretendía definir nuestra
relación por teléfono, pero sentía curiosidad acerca del efecto que le producía
mi ausencia. Ese intento fue exitoso.
—¡Hola!
—contestó Noel al cuarto timbrazo.
—Hola,
Noel —saludé—. Por fin te encuentro.
En
el lapso que medió entre mi objeción y su respuesta me percaté de que lo había
dicho maquinalmente, pues no me sentía afectada por la falta de coincidencia
—¡Marti!
Me preguntaba cómo la estarías pasando.
—De
lo mejor. El reencuentro con Sami superó todas mis expectativas —aseguré.
—Me
alegro. Supongo que estarás paseando. ¿El tiempo acompaña las excursiones?
¡Nada
que evidenciara su interés ni su ansiedad por la separación! Si me hubiese
detenido a reflexionar, atendiendo a la displicencia de mis sentimientos, no me
hubiera dejado llevar por el falso orgullo herido y por el arrebato de hacerlo
reaccionar: —El tiempo y mi amigo
—acentué—. No hace más que agasajarme.
—¿Te
referís a Guillermo Moore? —preguntó con cautela.
—Al
mismo —dije con afectación—. Estoy descubriendo bajo el antiguo gurka a un
auténtico caballero andante —aguardé su reacción.
—No
se podía esperar menos de un iluminado —su voz denotaba entrega—. Yo sabía que
iba a terminar por conquistarte.
Me
dejó con la boca abierta. ¿Desde cuándo Noel era tan perceptivo como para
descubrir las ocultas intenciones de Guille? A menos que…
—¿Cuándo
te lo dijo? —me jugué.
—La
víspera de tu partida. Esa noche cené en el hotel con Moore y su equipo y
terminé compartiendo una copa en su habitación.
—Me
explicaste que tenías una cena de trabajo…
—¡Y
era así, Marti! No podía rechazar su invitación —sostuvo como dogma
irrefutable.
—¿Y
después de la cena no podías venir? —insistí.
—No
quería ponerme límites, querida. Para mí era una ocasión inesperada.
—¿Te
lo propuso el mismo lunes? —yo perseguía descubrir alguna conspiración para
echarle en cara.
—No,
Marti. A decir verdad nació espontáneamente de nuestra charla del domingo a la
noche cuando me dijo que el lunes despediría a sus colaboradores con una
comida. ¿Te imaginás? ¡Compartir el núcleo de su actividad era una oportunidad única!
—expresó con exaltación.
—Claro…
No era igual a tener una deslucida despedida conmigo —señalé.
—Mirá,
Martina, creo que nos debemos una charla. Vos, al igual que yo, no ignorás que
nunca hablamos del destino de nuestra relación. Acaso por no enfrentarnos a una
respuesta que nos arrojaría a la soledad. Ninguna vez mencionaste que te
interesaba constituir una pareja estable conmigo; parecés tan cómoda en este
vínculo poco comprometido… —esta última observación sonó un poco quejosa.
—Tampoco
vos te esforzaste demasiado —dije sin ánimo de enfrentamiento—. Es curioso —le
confesé—, también yo hice un balance de nuestro noviazgo y descubrí que tiene
tan poca emoción como viajar en triciclo.
—¡Jajá!
—estalló después de un segundo—. Es lo que voy a extrañar de vos, Marti. Esas
ocurrencias capaces de transformar un melodrama en una comedia.
—Parece
que nos estamos despidiendo, ¿verdad, Noel? —dije con dulzura.
—¡Por
favor, querida Marti! No ha sido mi intención aprovechar esta circunstancia…
—Quedate
tranquilo —lo interrumpí—. No me voy a servir de la amistad con Guillermo para
descalificarte.
—¡Eso
no me importa ahora! —exclamó con presteza—. ¡Desisto de cualquier contacto que
pueda mortificarte!
—¡Oh,
Noel! Es tan generoso de tu parte… —manifesté, conocedora del valor de su
renuncia—. Pero no te preocupes, esta separación la venía elaborando. Lloraré
un poco, ¿por qué no?, pero no voy a languidecer de amor —aseguré—. Ya
tendremos oportunidad de hablar más tranquilos cuando vuelva a Rosario. ¡Ah…!
Un consejo: a la próxima no la excluyas de tus actividades. Chau, Noel, que
tengas buenas noches —colgué porque era demasiado para ese día.
Me
senté al borde de la cama con una agridulce sensación de vacío. ¡Cómo
necesitaba un abrazo consolador! Las lágrimas se rehusaban a brotar. ¿Acaso un
duelo no las exigía? Un discreto golpe en la puerta detuvo mi cuestionamiento.
—¿Marti?
—la voz de Samanta sonaba preocupada.
—Pasá
—autoricé.
—Como
tardabas tanto… —se disculpó al entrar.
Permanecí
sentada mientras ella se acercaba. Su patente interés por mi bienestar invocó
el llanto reticente. Unos lagrimones rodaron por mis mejillas ardorosas.
—¡Marti!
—clamó mi amiga y se sentó junto a mí. Me abrazó y me sostuvo hasta que la
aparté con suavidad.
—Rompimos
con Noel —comuniqué.
—¿Se
lo dijiste por teléfono? —se asombró.
—Agradezco
tu confianza, pero es más honesto decir me
lo dijo.
—¿Te
llamó para ESO? —se indignó.
—Yo
lo llamé —corregí.
—Lo
siento, Marti. ¿Estás muy afectada?
—Me
siento rara. Desapareció un punto de referencia en mi vida… —suspiré.
—Si
no era más que eso ¡enhorabuena! —se arrebató Samanta—. ¡Basta de auto
conmiseración y a buscar algo por lo que penar realmente!
A
pesar del momento, su arranque me hizo reír: —¿Estás deseando que sufra?
—Al
menos por un sentimiento que te haya hecho vibrar —dijo empecinada.
Ahora
la abracé yo: —No te preocupes, Sami, que Noel no hizo más que anticipar una
conversación que se iba a dar en cuanto regresara.
—¿Estarás
bien? —preguntó, dándome un beso.
Tendría
que haberle pedido que no le mencionara a Darren mi confidencia conociendo la
adhesión que se tenían.
—Sí.
Me arreglo un poco y bajo.
Asintió
y me dejó a solas. Compuse mi aspecto con un tenue maquillaje y bajé a
encontrarme con quien consideraba, en parte, promotor de mi impreciso futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario