En el transcurso
de la cena Gael se interiorizó sobre la renuncia de Ivi al bufete jurídico y su
dedicación total al estudio. Aprovechó su autorización para mirarla con
detenimiento. La mujer que se le revelaba estaba tan alejada de su conciencia
como sus once años deslumbrados por la hermana de su mejor amigo. La Ivi desenfadada, irónica, a
veces manipuladora, despreocupada por su apariencia, no se asemejaba en nada a
esta criatura que irradiaba femineidad por todos los poros. Se embriagó de su
voz, sus gestos, su risa, y la encadenó definitivamente al territorio de sus
deseos. Sólo tres personas no captaron su exaltación: Lena y Julio, tal vez por
haberlo integrado como un hijo más, e Ivana, que lo había incorporado a su
mundo interior como un amigo confidente. Jordi empezó a comprender el
significado de los colores que se agitaban en la mente de Gael al asociarlos a su
intensa contemplación, y Julio César le dedicó una mirada interrogante a Diego
que éste fingió ignorar. Después de la cena, pasaron a la sala de estar adonde
estaba preparada la mesa dulce y las bebidas para el brindis. El menor de los
Rodríguez se dedicó a seleccionar sus golosinas mientras Diego escogía algunos
temas musicales. Bebieron a la salud del homenajeado y mientras los demás charlaban,
Ivana y Jordi ensayaron divertidos pasos de baile.
-Te voy a dar un
consejo totalmente gratuito -dijo Jotacé acercándose a Gael que miraba con una
sonrisa a los bailarines:- Avanzátela rápido porque con este look en cualquier
momento te la birlan.
-Gracias -dijo el
aludido.- Ya lo había pensado.- Dejó la copa de champaña y se acercó al dúo
movedizo. -Permiso, Jordi. Que Ivana y yo tenemos un asunto pendiente -le
aclaró uniéndose a los giros.
-Te la dejo a vos
-rió el chico y fue a buscar su bebida.
-Mirá que sos
patadura -se mofó la muchacha.- ¿Quién te enseñó a bailar?
-Nadie. Ya podés
empezar con las lecciones -propuso sin ofenderse.
Ella lo frenó y
lo tomó de la mano. Con gestos, señaló sus pies y los de él. Después fue
deslizándose hacia el costado, atrás y adelante y esperó a que él la imitara.
Poco después, el joven la acompañaba con soltura.
-Me parece que me
tomaste el pelo o que aprendés con rapidez -acusó Ivana con recelo.
-Es que sos muy
rápida para enjuiciar. Me cuesta enganchar los primeros pasos -le dijo
levantando su brazo para que girara.
-¡No paren que
sigue el bailongo! -gritó Diego.- Mamá, papá… es la hora de ustedes.
Las notas de un
bolero reemplazaron el ritmo rockero. Julio y Lena se acercaron a la pista
improvisada y Gael enlazó a Ivi por la cintura.
-No me gusta esta
música -declaró ella apartándose.
-¡Vamos! Que es
lo que mejor me sale -exhortó su compañero.
-¡No! Que bailen
los veteranos. -Lo miró desdeñosa:- No sabía que tenías gustos tan arcaicos.
Voy a terminar mi copa -anunció mientras se alejaba.
Gael hizo un
gesto jovial y caminó hacia donde estaba su amigo.
-Lo siento,
viejo. Quise darte una mano -dijo Diego tendiéndole una copa.
-Te agradezco la
experiencia del plantón -sonrió el desairado.- Pero está bien. Si lo tenía que
padecer era de mano de Ivi.
-¿Alguien quiere
budín inglés? -ofreció Ivana ajena a la charla de los hombres.
-¡Gael! -bromeó
Jordi.
-Dame -dijo el
nombrado.- ¿Lo hiciste vos?
-Ayudé, nomás.
¿Diego…?
-No. ¿Querés
volver a bailar?
-Suficiente por
hoy. Dejá que papi y mami sigan disfrutando. -Le tendió su copa vacía:- ¿Me
servís un trago?
Cuando su hermano
se alejó, se volvió hacia Gael:
-¿Tenés tiempo
mañana para charlar un rato?
-Sí. ¿Querés que
nos encontremos a las diez?
-Está bien. En tu
despacho.
El médico asintió
y para su alivio no la interrogó. Diego ya llegaba con la bebida y ella no
quería que trascendiera la consulta que tenía que hacer Jordi. A las dos de la
mañana Julio declaró que estaba agotado y que se iba a dormir. La reunión se
disolvió poco después e Ivana pasó por el dormitorio de su hermanito antes de
acostarse.
-¿Me venís a dar
el beso de las buenas noches? -sonrió el chico.
-Además -aseguró
ella.- Si estás de acuerdo, arreglé con Gael para verlo mañana en su
consultorio.
-Está bien. Después
podemos invitarlo a almorzar para devolverle la atención, ¿no te parece?
La joven lo miró
entre sorprendida e insegura. No era propio de Jordi reparar en detalles
corteses. Por otra parte, ella no podía permitirse pagar un almuerzo para tres.
-Quedate
tranquila, que nosotros invitamos y él no nos dejará pagar -garantizó el
jovencito.
-¿Qué clase de
invitación es esa? -preguntó riendo.
-La que él
espera. Así que estará muy contento.
Ivana se inclinó
para besarlo. Antes de incorporarse le demandó con gravedad:
-¿Cómo sabías que
no tenía plata para pagar la comida?
-De la misma
manera que sé lo que espera Gael -aseguró.
Ella no preguntó
más. Después de la entrevista, tenía mucho que hablar con su amigo.
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