miércoles, 9 de mayo de 2012

AMIGOS Y AMANTES - XIII


Ivana se arrimó a la mujer del cantinero para tranquilizarla:
—Acabo de hablar con un amigo que es médico. Está cerca y podrá revisarlos.
—Gracias —murmuró la joven—. De no ser por vos quién sabe qué me hubieran hecho…
Ella se encogió de hombros.
—Gracias a la llegada del patrullero, dirás. Lo mío acababa en desastre —se estremeció—. Voy a avisarle a los canas que viene mi amigo, no sea que lo tomen por un delincuente —le explicó a la mujer.
Caminó hasta donde estaban los policías y se dirigió al de mayor edad:
—Agente, en cualquier momento llegan un amigo y mi hermano a buscarnos. ¿Me puede decir por qué tarda tanto la ambulancia? Ese hombre necesita atención médica.
—Ya la reclamamos —dijo con impaciencia.
—Y mientras tanto los ciudadanos sufren las consecuencias de su demora. ¿Se da cuenta de que ya no podemos salir tranquilos a la calle, de que no estamos seguros en ningún lugar? Me asombra de que hayan aparecido tan a tiempo —expresó enojada.
—En vez de quejarse tendría que agradecer que estuviéramos recorriendo la zona y escucháramos la alarma —espetó el uniformado.
—¿La alarma? —se sorprendió la joven—. Aquí no sonó ninguna alarma.
—¿Y cómo cree que llegamos?
El impetuoso ingreso de Gael y Jordi clausuró la discusión. El jovencito corrió hacia su hermana y la abrazó con fuerza. Gael, con el maletín en la mano, se acercó a Lena:
—¿Cómo están? ¿Están heridas? —demandó pasándole un brazo por los hombros.
—Nosotras no —intervino Ivi—. Pero hay dos golpeados —señaló a la pareja.
El médico se acercó para examinarlos y atendió al hombre en primer lugar. Con un apósito paró la hemorragia y después desinfectó y vendó la herida de la mujer.
—Hay que suturarlo —anunció a los policías—. ¿La asistencia está en camino?
—Ya la reclamamos, doctor —repitió el guardia en tono respetuoso.
Gael vaciló un momento, después le notificó:
—Los voy a llevar en mi auto hasta el hospital de emergencias. Anule el llamado.
—Sí, doctor —se dirigió a los presentes—: se pueden retirar. Mañana se los citará en la comisaría.
Ivana cerró el negocio con la llave que le entregó la propietaria mientras Gael y Lena ayudaban a la pareja a acomodarse en el vehículo. Después de que los atendieran en la guardia del hospital y asegurarse de que los familiares estaban en camino, se despidieron de los pacientes.
—¡Esperá! —exclamó la mujer tomando la mano de Ivi—. Mi nombre es Silvia. ¿Cómo te llamás?
—Ivana —sonrió.
—Les debemos una grande. Vengan a visitarnos que serán nuestros invitados —y aclaró—: la próxima tendremos alarma y seguridad privada.
—De acuerdo —contestó la muchacha, condolida.
Llegaron a la casa adonde aún no habían regresado los varones. Lena titubeó antes de abrir la puerta:
—Gael —dijo—: ¿te quedarías hasta que vengan Diego y Jotacé?
—¡Ma! —interrumpió la hija—: que Gael ya hizo demasiado por nosotras.
—Será un gusto —la contrarió él que no deseaba perderla de vista tan pronto.
—Gracias, hijo —respondió la mujer, aliviada.
Ivana anunció que se iría a bañar mientras su mamá preparaba la cena, y Jordi invitó al médico para presenciar una final de tenis. Después de comer pasaron a la sala adonde Lena relató con detalles el apremio sufrido. Se le quebró la voz al recordar el disparo fallido.
—Mamucha me cubrió con su cuerpo por si volvían a tirarme —aportó Ivi sentada al lado de su madre—. Todo un gesto maternal, ¿eh? —se inclinó para besarla.
A Gael lo sofocó el pensamiento de cubrirla con su cuerpo y, para guardar las formas, recurrió a una pregunta:
—¿Qué te pasó por la cabeza para correr ese riesgo?
—Nada y todo. Cinco minutos antes era una muchacha común charlando amigablemente con su madre y cinco minutos después una mujer sometida a la violencia de unos inadaptados. —Se levantó alterada—. El instinto de conservación me privó de reaccionar cuando golpearon al hombre, pero cuando agredieron a la mujer, no pude más. Fue tan fácil morir porque tu agresor no vaciló en dispararte... —dijo aturdida—. En una fracción de segundos te esfumás con todos tus proyectos —Se cubrió la cara con las manos.
Gael saltó del sofá y la cercó en un abrazo de oso.
—Ivi… Ivi… —murmuró junto a su oído—: éste es el mundo en el que debemos vivir, chiquita. Deploro lo que pasó, pero esta experiencia no tiene que desanimar a la muchacha obstinada que conozco —prolongó el fuerte abrazo hasta que sintió que se relajaba. Aflojó el apretón y le descubrió el rostro—. A ver, Ivana Rodríguez —exigió mientras le mantenía levantado el mentón para que lo mirara a los ojos—: Asomate que te quiero ver.
Jordi observaba la escena con tranquilidad. Su hermana no necesitaba más que la presencia de su amigo para desarticular todas las inseguridades que le causara el incidente. Lena, asistiendo al conjuro del joven para expulsar los fantasmas del miedo que acosaban a su hija, vislumbró un futuro adonde Ivana encontraría en Gael al hombre que la conmovería. La escuchó reír mientras lo empujaba para apartarse.
—Gracias por tu sesión de terapia, pero que conste que sólo me estaba desahogando. Si hubieras esperado un poco, chico impaciente, te habrías ahorrado la perorata —dijo con insolencia.
—Me dejás tranquilo —señaló él con placidez—. Seguís tan maleducada como siempre.
Ivi le hizo una mueca y propuso al trío:
—¿Quieren escuchar un poco de música?
-¡Sí! –gritó Jordi con entusiasmo.
Sin evaluar más respuestas, seleccionó Rapsodia en blue de Gershwin. Se recostó en el sillón pequeño y entornó los ojos para concentrarse en la melodía. Como eslabones de una cadena, Gael estaba pendiente de Ivana, Lena de Gael y Jordi de todos. Un aire de nostalgia flotó sobre las facciones de la joven que se fueron realzando a medida que avanzaba el concierto. El médico la observaba compenetrándose del semblante sensible y sin ocultar sus emociones a los ojos de la madre ni el hermano. Lena reconoció en el rostro suspendido del joven la pasión hasta ahora inadvertida y anheló que su hija le correspondiera; y Jordi siguió aprendiendo el significado de las imágenes que se agitaban en el cerebro de los mayores: Ivi, Gael y su madre eran las verdaderas notas de esa sinfonía.

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