jueves, 31 de mayo de 2012

AMIGOS Y AMANTES - XVII


A las seis y cuarto pegaron la vuelta. Gael, con la expectativa puesta en la salida con Ivana, se arriesgó en la ruta más de lo que la prudencia aconsejaba y, a las nueve y media, dejaba a sus pasajeros a la puerta de su casa. A las diez y media ya estaba listo para ir a buscar a su amiga. Suponiendo que su familia estaba cenando, estacionó frente al domicilio y la esperó en el auto. A las once y cinco apareció la joven envuelta en un abrigo largo. Con paso decidido se acercó al vehículo, abrió la puerta del acompañante y se instaló al lado del conductor.
—Hola, Gael —saludó rozando la mejilla del hombre con sus labios.
—Hola —respondió él inclinándose y devolviendo el beso.
Ivi se reclinó contra el asiento y esperó a que él arrancara sin preguntarle adonde irían. Se sentía relajada en compañía de su amigo y estaba segura de que ya tenía el lugar elegido. Por contener su ansiedad, no habló durante el trayecto. Gael entró en una playa de estacionamiento céntrica y le aclaró que debían caminar media cuadra.
—Te voy a llevar a conocer el restaurante de un amigo. Se llama The factory.
—¿Preparan comidas típicas de Inglaterra?
—Como especialidad. Pero tienen platos internacionales.
—¡Yo quiero probar el shepherd's pie y de postre, trifle! –reclamó Ivi con gesto de niña caprichosa, lo que desató la risa de Gael.
—¿Tal vez quieras entrar a la cocina y seleccionar tus platos ahí? –dijo sin dejar de reír y acomodándole la mano sobre su antebrazo.
—¡No! Porque entraría en un estado de indecisión que me impediría elegir. Me quedo con lo que pensé.
Un maître les abrió la puerta y los saludó con deferencia:
—¡Bienvenidos! ¿Me permiten sus abrigos? –preguntó.
Gael se despojó del suyo y ayudó a Ivana a quitarse el tapado. Le estiró la prenda al camarero sin mirarlo porque sus ojos estaban detenidos en la figura de la muchacha que lucía un corto y ajustado vestido negro. Sus piernas, cubiertas por medias semitransparentes del mismo color, concluían en unos altísimos zapatos con plataforma. El pelo recogido destacaba sus armoniosas facciones y toda ella era un compendio de gracia.
—¿Vamos? –le dijo a su encandilado acompañante girando hacia el maître que los esperaba para guiarlos.
El recatado escote delantero no anunciaba la espalda desnuda hasta la cintura sólo cruzada por dos breteles. Gael caminó tras ella admirando la dorada textura de su piel y tratando de recuperar el dominio ante esa mujer que se le había revelado recientemente. Antes de que el empleado los acomodara en una mesa, un hombre maduro se les acercó:
—¡Gael! Es un gusto verte, amigo –dijo en inglés y tendiéndole la mano.
—Hola, Alec –le contestó en el mismo idioma a sabiendas de que la joven lo entendía perfectamente.— Ivi, te presento a Alec Wilson, dueño de este restaurante. Ivana es una amiga —completó la introducción.
Wilson la contempló con mirada apreciativa y le tendió la mano sonriendo abiertamente.
—Es un placer, Ivi —declaró.— Tu presencia engalana mi salón.
Ella rió ante el cumplido y estrechó su mano.
—Gracias. Me sorprende que sirvan comidas a esta hora —observó.
—Nos hemos adaptado al horario de vuestro país —expresó Wilson— aunque todavía no mi estómago —sonrió. A continuación:— Jorge los acompañará hasta su mesa y les tomará el pedido. Espero que disfruten los platos.
Mientras esperaban la comida, el mozo les alcanzó una copa de jerez y unos bocaditos con champiñones.
—Soy toda oídos, Gael —dijo Ivana al límite de su paciencia.
—No hay mucho que decir, Ivi —principió el médico.— Jordi percibió las mismas imágenes que en la ciudad y no hubo ningún hecho notable que exigiera la interacción.
Ella lo miró con los labios entreabiertos por la sorpresa.
—¿Y para eso se tomaron tanto tiempo? Me lo hubieras podido decir sin necesidad de salir a cenar.
—¿Y privarme de una cita con una hermosa muchacha? —respondió suavemente.
—¿Qué? —dijo ofensiva.— ¿Te estás haciendo el seductor?
Gael suspiró y la miró con tolerancia. Con voz calmosa replicó:
—Tendría que estar acostumbrado a sufrir tus ofensas, pero no dejan de sorprenderme. Si no fueras la hermana de mis amigos, no te salvarías de unos azotes.
—Y vos de una patada en las bolas —dijo indignada.
A Gael la risa le burbujeó en los ojos y la garganta. Ivi, ofuscada, hizo ademán de levantarse. Él la tomó por la muñeca y la inmovilizó.
—Más vale que me sueltes —lo desafió.
—Ivi, Ivi, escuchame. No vamos a transformar una chanza en una pelea. Te pido perdón si te sentiste ofendida por mis palabras que no tenían nada de agraviante.
—Me hiciste creer todo el tiempo que Jordi había mostrado nuevas habilidades —dijo mohína y rehuyéndole la mirada.
—Lo único que recuerdo es a una muchacha vehemente pidiéndome vernos a solas para que le contara sobre el hermano —recapituló su amigo.— ¿Por qué habría de negarme a disfrutar de tu compañía? Vamos —exhortó levantando con suavidad su barbilla y buscándole los ojos —¿te vas a perder una buena comida? Te doy mi palabra de mantenerme mudo como un pez para no importunarte —prometió con una chispa de humor en las pupilas.
—Serías muy aburrido —opinó ella, desvanecida la sensación de enojo— así que te relevo de tu compromiso.
Él la miró aliviado por su cambio de humor. La aparición del camarero, que dispuso los platos sobre la mesa, los mantuvo en silencio degustando el menú elegido. Antes de que les trajeran el postre, Gael retomó la propuesta del viaje:
—Yo viajo en dos semanas, Ivi, y espero que puedas organizarte para venir con Jordi la última quincena de junio. ¿Harás lo posible?
—Tengo que hablar con los profesores para que me habiliten mesas antes de la fecha prevista, pero creo que no va a haber problema. Lo que me mortifica es que tengas que hacerte cargo de los pasajes y la estadía. Sabés que no puedo colaborar con nada ahora que no trabajo.
—Pensá que es por el bien de Jordi y, si te deja más tranquila, será una deuda a devolver cuando ejerzas como abogada —propuso su amigo.
—Es un trato —sonrió ella estirando la mano que se perdió en la del hombre.
Gael sostuvo la suave extremidad con una expresión tan complacida que la perturbó. Recuperó su mano y eludió la intensa mirada de su acompañante con la inquietante sensación de estar frente a un extraño. Absortos como estaban el uno del otro sólo repararon en la presencia de Wilson cuando estuvo junto a ellos.
—Si me permiten, quisiera compartir una copa de champaña con ustedes.
Gael lo invitó a sentarse con un gesto amigable. El camarero, que lo secundaba, descorchó la botella y escanció la bebida. Amenizaron los brindis con una entretenida charla al cabo de la cual Wilson, entonado y más familiarizado con Ivana, le dijo a Gael:
—Cuando los vi entrar pensé: por fin este muchacho ha encontrado a su pareja. Pero me desconcertaste al presentarme a Ivi como amiga. ¿Es que aquí amiga es sinónimo de novia?
Ivana, azorada, se largó a reír e intentó explicar su relación:
-Gael y yo somos amigos desde hace quince años. Por otra parte, yo soy mayor que él.
—Yo hubiera dicho lo contrario —dijo el hombre evaluándolos.
—Lo que quiere decir Ivi –terció Gael- es que cuando ella cumpla ochenta años yo sólo tendré setenta y ocho.
—¿Es la edad lo que los separa? —preguntó Wilson divertido.
—Nada nos une o nos separa —recalcó ella—. Es que somos amigos y nada más.
—¡Ah…! —exclamó Alec como si comprendiera—. Perdón por mi equívoco, entonces. —Se levantó y le pidió a la joven—: ¿Me disculpas si lo retengo un momento? Quiero entregarle una correspondencia para su padre.
—Vayan, nomás —aceptó ella con una sonrisa.
Gael fue detrás de Wilson quien lo hizo pasar a su despacho. Alec era el mejor amigo de su padre y casi un pariente de la familia. Lo frecuentaba cada vez que viajaba a Inglaterra y establecieron un estrecho contacto desde su radicación en Argentina. No bien cerró la puerta, sacó un sobre del escritorio y se lo entregó.
—Esto es para Bob —aclaró. Y agregó entusiasmado—: Muchacho, ahora entiendo por que no te volviste con tus padres. Ivi es un encanto. Lo que no comprendo es qué esperáis para formalizar.
El médico sonrió al contestar:
—Ivana no me admite más que en calidad de amigo. Espero que en Inglaterra pueda considerarme como pretendiente.
—¿Viajarán juntos?
—No. Pero debo completar unos controles neurológicos a su hermano menor y los mejores profesionales están en Londres. Es mi carta de triunfo porque sé que ella no permitirá que Jordi viaje solo —dijo satisfecho.
—Entiendo —sonrió Wilson—. La sacas de su terreno y la llevas al tuyo. ¿Qué te garantiza que te verá con otros ojos?
—Yo. La abordaré sin el halo de la presencia familiar que trastorna cualquier acercamiento. Estoy seguro de que al menos me dará de baja como hermano sustituto.
 —Suerte, entonces —dijo el hombre dándole un abrazo—. Es hora de que vuelvas junto a tu amiga antes de que se impaciente.
Gael asintió. Regresó a la mesa y poco después decidieron dar por terminada la cena. Llamó al camarero para pagar y éste le transmitió que su cuenta estaba saldada.
—Este Wilson… —murmuró Gael meneando la cabeza. Dirigiéndose a Ivi—: ¿Vamos a despedirnos?
Ella asintió y se acercaron a la oficina de Alec quien salió a saludarlos.
—Espero verlos a menudo por esta casa —le dijo a la joven plantándole un beso en la mejilla.
—Cuente con ello —sonrió Ivi devolviendo el saludo.
Estrechó la mano de Gael y lo exhortó:
—No te pierdas. Confío en veros antes de que partas.
—Haré lo posible —convino—. Y gracias por la invitación.
En la entrada, el maître los esperaba con sus abrigos. Al médico le temblaron las manos cuando rozó la espalda de la muchacha al ayudarla a ponerse el tapado. Viajaron en cómodo silencio hasta la casa de Ivi y, cuando se despidieron, ella se volvió hacia Gael:
—Gracias por haber evitado que arruinara esta noche. La pasé muy bien —se estiró para besarlo en la mejilla.
Él, después de hacer lo propio, la tomó por los hombros. Su mirada ahondó en los ojos de Ivi provocándole una inquietante turbación.
—Si no te conociera, estaríamos ambos lamentando la noche perdida —dijo con tono reposado—. Fue la mejor salida de mis últimos tiempos y aunque no sea para hablar de Jordi, podríamos repetirla.
Por un momento, Ivana sintió que la imagen de su amigo se desdoblaba para dar paso a un hombre que la requería como mujer. No me hagas esto, inglecito. Sos mi mejor amigo y no quiero perderte. Se ladeó hacia la puerta del auto y la abrió, hurtándose de las manos de Gael y su propuesta.
—Es mejor que busques otra compañía —declaró mientras bajaba—. Estaré muy ocupada de ahora en adelante. Buenas noches.
Corrió hacia la puerta de su casa y entró sin mirar atrás. Él suspiró con resignación y volvió a su departamento con la sensación de haber retrocedido en sus aspiraciones.

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