—De
ninguna manera —dije con indiferencia—. Prosigan con su tertulia, nomás.
—Dejame
con Martina… —le pidió India a Noel.
Las
dos nos apeamos a la puerta de mi casa. Guille se bajó del auto para abrirnos
la portezuela, nos despidió con un beso en la mejilla y me recordó: —Nos
veremos luego.
Esperó
hasta que entráramos al edificio y partió con Noel. Subimos la escalera en
silencio y así ingresamos a mi departamento.
—Te
quedaste muda —observó India.
—¿Te
fijaste en que Noel no reparó en mí en toda la noche? ¿Y en que no reaccionó
ante la perspectiva de que me fuera de viaje con Guille?
—¿Vas
a ir? —se interesó por toda respuesta.
—¡No!
El gurka no sabe que se estrellará contra un analfabeto de la tecnología.
Bermúdez no debe saber quién es y plantearle una licencia extra le agravará la
gastritis. Es posible que lo despida con cajas destempladas y yo tenga que
soportar su irritación.
—No
es muy amigable de tu parte —opinó ella.
—¡Se
lo merece por soberbio! —exclamé enfadada—. Cree tener a todo el mundo a sus pies.
Otro, en su lugar, hubiese rechazado la invitación de Noel.
—¿Tantas
ganas tenías de echar un polvo? —Preguntó la fastidiosa mientras se ponía el
camisón que le había prestado.
Miré
su cara socarrona y me eché a reír. A decir verdad, ni siquiera lo había
pensado: —Solo me enfureció que hubiese preferido charlar con el gurka a estar
conmigo —aclaré mientras me vestía para dormir.
India,
tendida en medio de la cama y con el brazo flexionado para sostener la cabeza
con la mano, me miró con una sonrisa. Me acosté y la empujé hacia el borde:
—Correte, ¿querés? Y traducime esa tonta mueca que tenés.
—Verás
—enunció—, Noel no solo arruinó tu noche sino que también frustró la mía. Vos
debieras estar en esta cama con él y yo en el hotel con tu gurka.
—No
es de mi propiedad —dije torciendo el gesto.
—¡Ja!
—se atragantó—. Veo que no perdés los malos modales pero sí la perspicacia…
Como soy buena amiga, ya había decidido no desplegar toda mi artillería cuando
fui testigo del reencuentro.
—¿Por
qué lo decís? —pregunté sorprendida.
—Porque
pese a las malas artes de Noel, le hubiera desbaratado los planes si no me
importara perder tu amistad. Por si no te diste cuenta, Guillermo vino por vos
y en tal caso yo no me voy a interponer. Aunque dudo que variara su propósito…
—especuló.
—¡Estás
alucinando! —expresé escandalizada.
Se
puso seria y no apartó los ojos de los míos. Algo en su mirada me inquietó
obligándome a renunciar a la confrontación. Le di la espalda presa de la
confusión. ¿Qué insinuaba? Reviví el encuentro con el gurka y las emociones que
me sacudieron al rememorar mi lejana adolescencia. Sin embargo, la actual
imagen de Guille se empecinaba en sustituir al niño que deseaba recuperar para
mi sosiego. Evoqué la figura varonil, la mirada que nos conectó anulando la
distancia temporal, la fortaleza de su abrazo, la preocupación por mi
bienestar, su perseverancia para persuadirme de acompañarlo… y la deducción de
India cobró sustancia.
—¿Estás
bien? —preguntó mi amiga.
—No…
—dije sin volverme—. Tu sugerencia apunta a descompaginar mi vida. Sabés cuánto
me costó aceptar que Noel fuera dos años menor que yo. ¿Cómo asumir una
relación con alguien que pudiera ser…?
—¡No
sigas buscando figuras parentales! —me interrumpió India—. Esa manía por buscar
un papá debieras resolverla con un terapeuta.
—¡Que
pretenda que tenga diez años más no denota buscar un papá! —me ofendí.
—Y
que tenga cuatro años menos no significa que pueda ser tu hijo —subrayó—.
Apuesto a que ha tenido sexo antes que vos.
No
le contesté y me hizo cosquillas hasta arrancarme una risa histérica.
—¡Vamos,
confesá! ¿Cuántos años tenías?
—¡Veintidós!
—grité para que dejara de torturarme.
Se
apartó muerta de risa: —¡Sí que sos una milady!
¡El gurka se abriría las venas si supiera que podría haber sido tu primer
amante! A sus dieciocho ¡si habrán pasado mujeres por su cama!
—Un
verdadero metro sexual, ¿no? —me puse panza arriba y crucé la almohada sobre el
estómago para evitar que volviera al ataque.
—Es
posible, pero hétero. Viste bien y
con prendas de calidad. Igual su calzado. Y ni hablar de su colonia Chanel
—recapituló con aprobación.
—No
te perdiste detalle para haber renunciado a su conquista.
—A
los hombres los incorporo a mi base de datos aunque no estén disponibles. Nunca
se sabe cuándo pueden dejar de estarlo —declaró con desfachatez—. ¡Aunque al
tuyo no, amiguita! —se apresuró a puntualizar.
—¡Ah…
qué alivio! —suspiré—. Ahora puedo dormir tranquila que es lo que pienso hacer.
Buenas noches —dije, y apagué la luz.
—No
tan rápido, querida. Aún no agotamos el tema —me provocó.
—¿No
pensaste en que Guille padezca una obsesión? Es probable que solo quiera
quitarse las ganas de estar conmigo —elucubré.
—Liberate
de la duda —aconsejó—. Sin embargo creo que lo que busca es algo más que eso.
—Tu
análisis es parcial. Te olvidás que tengo una relación con otro hombre que en
cualquier momento formalizaremos.
—¡Con
más razón, Marti! A esta altura de nuestra vida no podemos equivocarnos
—perseveró.
—¡Vos
no lo querés a Noel! —interpuse.
—Dejando
de lado mi antipatía, vos te merecés algo mejor. Y si en esa búsqueda sufrís un
desengaño todo suma para mejorar una futura elección.
—Te
empeñás en confundirme… —murmuré.
Me
abrazó con fuerza: —Sos mi hermana por elección —dijo conmovida—. Quiero que
seas tan feliz como lo deseo para mí. Así que te pido que no te cierres a
ningún sentimiento aunque te sorprenda. ¿Me lo prometés? —preguntó con
ansiedad.
—Está
bien, pesada —dije restándole gravedad a su reclamo—. Y ahora dejame dormir que
mañana trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario