domingo, 2 de marzo de 2014

CONFLICTO AMOROSO - VII




Era temprano. Lavé varias remeras y dos pantalones que deseaba llevar, revisé el guardarropa y separé algunas prendas para acondicionar. Cerca de mediodía me preparé un refrigerio y después llamé a Noel que estaría en la hora del almuerzo.
—Hola, Noel —le dije no bien atendió—. Cenemos esta noche juntos para despedirnos porque mañana a las seis salimos con Guille para San Luis.
—Eh… —vaciló—. Me temo que no podremos vernos. Esta noche tengo una cena de trabajo muy importante.
—Bueno —dije confundida—. Vení a dormir al departamento después.
—Es que uno de los inspectores se va a alojar en mi casa… —explicó al cabo de una pausa.
No sé por qué me sonó como un pretexto. Apremié persuasiva: —Que lo albergue otro. ¿Nos vamos a perder la despedida?
—No me puedo negar, Marti. Ya está todo arreglado.
Reaccioné. ¿Desde cuando le rogaba a un hombre para que ocupara mi cama? Manifesté: —Entonces, será hasta la vuelta.
—Sí, querida —parecía aliviado por mi falta de insistencia—. Cuando vuelvas nos resarciremos.
Dejé el teléfono en la base y me quedé pensativa. Si bien Noel no era un amante muy apasionado, en otro momento no hubiera rehusado la oportunidad de estar a solas antes de una ausencia. Me pregunté si habría otra mujer en su vida e intenté analizar mis sentimientos ante esa posibilidad. ¿Qué me pasaba? Ni siquiera me generaba inquietud. ¿India tendría razón y yo debiera sincerarme acerca de la relación? El timbre me sobresaltó. Atendí el portero.
—Marti… —era la voz de India—, ¿estás sola?
—Pasá —dije, y oprimí el botón de acceso al edificio.
Me alegró que viniera. Tendría alguien con quien compartir mi zozobra. Le abrí la puerta cuando jugueteó con sus nudillos sobre la madera y nos dimos un beso de saludo en silencio.
—Te llamé a la oficina y me dijeron que te habías retirado, así que decidí pasar por tu casa. ¿A qué se debe esa cara de velorio? —preguntó mientras dejaba el bolso sobre un sillón.
Me encogí de hombros. Me sentía insustancial. Ninguna emoción me rozaba: —¿Querés un café? —le ofrecí.
—Sí. ¿Te despidieron del trabajo?
—¿Cómo se te ocurre? —formulé escandalizada.
—Debía despertarte de tu inercia, y como sé que tu trabajo es sagrado… —dejó la frase sin terminar.
—Noel acaba de rechazar la propuesta de pasar la noche conmigo a pesar de que le anuncié que mañana viajo con el gurka —dije de un tirón.
—¡Marti! ¿Te vas con Guille? ¡Es fenomenal! —exclamó omitiendo la primera parte de mi discurso—. Ya sabía que Bermúdez no se opondría a su pedido —afirmó con jactancia.
—Se diría que lo conocés de toda la vida —comenté con desánimo.
—¡Estás de malhumor, amiguita, y tendrías que estar saltando en una pata! —me alentó.
—¿Escuchaste lo que dije de Noel? —insistí.
—Escuché. Sabe que no le vas a reprochar que cuide su trabajo y que por eso lo disculparás —su voz sonó parsimoniosa.
—Detesto ser tan transparente —murmuré.
—¡Basta de auto conmiseración! —me exigió India—. ¿Qué tenés planeado para el resto del día?
—Planchar la ropa que me voy a llevar y rumiar el desinterés de Noel —dije mohína.
—¡Ni loca! Tengo entradas para el preestreno de Her. Planchás cuando volvamos —dispuso autoritaria.
Accedí porque sabía que no me iba a librar de ella. La película me gustó y después fuimos a merendar a la confitería Havanna adonde, frente a una deliciosa porción de torta, participé a India de mis sospechas.
—¡No lo creo, Marti! No le da el cuero para simular. Además, ¿adónde encontraría otra mujer hermosa y talentosa como vos?
Me causó gracia su adhesión amistosa y me largué a reír. India me imitó y no hablamos más del asunto. Se concentró en el estreno, o así me pareció al principio: —Linda historia la que vimos, ¿no te parece?
—Un planteo muy actual a pesar de su ambiente futurista. La tecnología tiende a exacerbar la individualidad y retraer el contacto humano —opiné comprometida con mi fobia a las relaciones virtuales y telefónicas.
—Ya sé, ya sé… Odiás las redes sociales y evitás hablar por celular, por lo cual debieras reconocer el mérito de Guillermo al venir a buscarte en persona siendo que es un tecnólogo —apreció.
—India —dije con paciencia—, anoche dimos por terminada esta charla. Voy a viajar libre de prevenciones, dispuesta a reencontrarme con mi amiga de la infancia.
—Y a olvidar a tu nueva amiga, ¿eh? —se lamentó.
Ni le contesté. A India le gustaba dramatizar, tal vez por su inclinación artística. Le hice un gesto de burla y le anuncié de que estaba en horario de retomar mis labores domésticas: —Tengo que ir a planchar y preparar la valija.
—¿Vas a cenar con Guille?
—¿Cómo se te ocurre? —me desconcerté.
—Imaginé que te invitaría —me miró provocadora.
—Para tu conocimiento, sí me invitó. Pero le dije que tenía que despedirme de Noel —aclaré con petulancia.
—Bueno, ahora lo podrías llamar y aceptar la cena…
—¿Y explicarle que Noel me repudió…? ¡Nunca! —exploté.
—Entonces cenaremos juntas —dijo India sin darle trascendencia a mi humor—. Mientras preparás tu valija, encargo la comida y después te vas a dormir temprano.
Pensé que debía tomarme las cosas con tranquilidad. Parecía que todo el mundo quería decidir por mí. Bueno, por todo el mundo me refería al gurka y a India. A ella la disculpaba porque lo hacía en nombre de la amistad. A él, prefería no pensarlo. De modo que me sosegué, le pedí a India que me ilustrara acerca de Merlo ya que ella conocía todos los rincones de Argentina y charlamos animadamente hasta las ocho.
Después de acondicionar la maleta comimos juntas y a las once me acosté. Pese a mis prevenciones descansé con placidez lo que acrecentó mi buen humor mañanero. Ya estaba lista cuando Guille tocó el timbre a la hora estipulada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta, esperando su proximo capitulo Gracias

Carmen dijo...

Gracias a vos. Será muy pronto. Saludos,