Era
temprano. Lavé varias remeras y dos pantalones que deseaba llevar, revisé el
guardarropa y separé algunas prendas para acondicionar. Cerca de mediodía me
preparé un refrigerio y después llamé a Noel que estaría en la hora del
almuerzo.
—Hola, Noel —le
dije no bien atendió—. Cenemos esta noche juntos para despedirnos porque mañana
a las seis salimos con Guille para San Luis.
—Eh…
—vaciló—. Me temo que no podremos vernos. Esta noche tengo una cena de trabajo
muy importante.
—Bueno —dije
confundida—. Vení a dormir al departamento después.
—Es que uno
de los inspectores se va a alojar en mi casa… —explicó al cabo de una pausa.
No sé por
qué me sonó como un pretexto. Apremié persuasiva: —Que lo albergue otro. ¿Nos
vamos a perder la despedida?
—No me puedo
negar, Marti. Ya está todo arreglado.
Reaccioné.
¿Desde cuando le rogaba a un hombre para que ocupara mi cama? Manifesté:
—Entonces, será hasta la vuelta.
—Sí, querida
—parecía aliviado por mi falta de insistencia—. Cuando vuelvas nos
resarciremos.
Dejé el
teléfono en la base y me quedé pensativa. Si bien Noel no era un amante muy
apasionado, en otro momento no hubiera rehusado la oportunidad de estar a solas
antes de una ausencia. Me pregunté si habría otra mujer en su vida e intenté
analizar mis sentimientos ante esa posibilidad. ¿Qué me pasaba? Ni siquiera me
generaba inquietud. ¿India tendría razón y yo debiera sincerarme acerca de la
relación? El timbre me sobresaltó. Atendí el portero.
—Marti… —era
la voz de India—, ¿estás sola?
—Pasá —dije,
y oprimí el botón de acceso al edificio.
Me alegró
que viniera. Tendría alguien con quien compartir mi zozobra. Le abrí la puerta
cuando jugueteó con sus nudillos sobre la madera y nos dimos un beso de saludo
en silencio.
—Te llamé a
la oficina y me dijeron que te habías retirado, así que decidí pasar por tu
casa. ¿A qué se debe esa cara de velorio? —preguntó mientras dejaba el bolso
sobre un sillón.
Me encogí de
hombros. Me sentía insustancial. Ninguna emoción me rozaba: —¿Querés un café?
—le ofrecí.
—Sí. ¿Te
despidieron del trabajo?
—¿Cómo se te
ocurre? —formulé escandalizada.
—Debía
despertarte de tu inercia, y como sé que tu trabajo es sagrado… —dejó la frase
sin terminar.
—Noel acaba
de rechazar la propuesta de pasar la noche conmigo a pesar de que le anuncié que
mañana viajo con el gurka —dije de un tirón.
—¡Marti! ¿Te
vas con Guille? ¡Es fenomenal! —exclamó omitiendo la primera parte de mi
discurso—. Ya sabía que Bermúdez no se opondría a su pedido —afirmó con
jactancia.
—Se diría
que lo conocés de toda la vida —comenté con desánimo.
—¡Estás de
malhumor, amiguita, y tendrías que estar saltando en una pata! —me alentó.
—¿Escuchaste
lo que dije de Noel? —insistí.
—Escuché.
Sabe que no le vas a reprochar que cuide su trabajo y que por eso lo
disculparás —su voz sonó parsimoniosa.
—Detesto ser
tan transparente —murmuré.
—¡Basta de
auto conmiseración! —me exigió India—. ¿Qué tenés planeado para el resto del
día?
—Planchar la
ropa que me voy a llevar y rumiar el desinterés de Noel —dije mohína.
—¡Ni loca!
Tengo entradas para el preestreno de Her. Planchás cuando volvamos —dispuso
autoritaria.
Accedí
porque sabía que no me iba a librar de ella. La película me gustó y después
fuimos a merendar a la confitería Havanna adonde, frente a una deliciosa
porción de torta, participé a India de mis sospechas.
—¡No lo
creo, Marti! No le da el cuero para simular. Además, ¿adónde encontraría otra
mujer hermosa y talentosa como vos?
Me causó
gracia su adhesión amistosa y me largué a reír. India me imitó y no hablamos
más del asunto. Se concentró en el estreno, o así me pareció al principio:
—Linda historia la que vimos, ¿no te parece?
—Un planteo
muy actual a pesar de su ambiente futurista. La tecnología tiende a exacerbar
la individualidad y retraer el contacto humano —opiné comprometida con mi fobia
a las relaciones virtuales y telefónicas.
—Ya sé, ya
sé… Odiás las redes sociales y evitás hablar por celular, por lo cual debieras
reconocer el mérito de Guillermo al venir a buscarte en persona siendo que es
un tecnólogo —apreció.
—India —dije
con paciencia—, anoche dimos por terminada esta charla. Voy a viajar libre de
prevenciones, dispuesta a reencontrarme con mi amiga de la infancia.
—Y a olvidar
a tu nueva amiga, ¿eh? —se lamentó.
Ni le
contesté. A India le gustaba dramatizar, tal vez por su inclinación artística.
Le hice un gesto de burla y le anuncié de que estaba en horario de retomar mis
labores domésticas: —Tengo que ir a planchar y preparar la valija.
—¿Vas a
cenar con Guille?
—¿Cómo se te
ocurre? —me desconcerté.
—Imaginé que
te invitaría —me miró provocadora.
—Para tu
conocimiento, sí me invitó. Pero le dije que tenía que despedirme de Noel
—aclaré con petulancia.
—Bueno,
ahora lo podrías llamar y aceptar la cena…
—¿Y
explicarle que Noel me repudió…? ¡Nunca! —exploté.
—Entonces
cenaremos juntas —dijo India sin darle trascendencia a mi humor—. Mientras
preparás tu valija, encargo la comida y después te vas a dormir temprano.
Pensé que
debía tomarme las cosas con tranquilidad. Parecía que todo el mundo quería
decidir por mí. Bueno, por todo el mundo me refería al gurka y a India. A ella
la disculpaba porque lo hacía en nombre de la amistad. A él, prefería no
pensarlo. De modo que me sosegué, le pedí a India que me ilustrara acerca de
Merlo ya que ella conocía todos los rincones de Argentina y charlamos
animadamente hasta las ocho.
Después de
acondicionar la maleta comimos juntas y a las once me acosté. Pese a mis
prevenciones descansé con placidez lo que acrecentó mi buen humor mañanero. Ya
estaba lista cuando Guille tocó el timbre a la hora estipulada.
2 comentarios:
Me encanta, esperando su proximo capitulo Gracias
Gracias a vos. Será muy pronto. Saludos,
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