jueves, 22 de abril de 2010

LA HERENCIA - VIII

Mariana disfrutaba de la sensación de libertad que sentía al volante de su auto. Las ruedas la llevaban hacia la casa codiciada. El día era diáfano y cálido. Miró por el espejo retrovisor el rodado de escolta, ocupado por Luis y su madre. El cantinero había insistido en acompañarlas a pesar de su decisión de mudarse en pleno día. Sólo cargaron ropa y pertenencias personales. Adonde iban no necesitaban nada más. Antes de que se desvaneciera la zona comercial, descubrió el amplio supermercado. Aminoró la marcha y puso la luz de giro para ingresar a la playa de estacionamiento. Luis la imitó y se ubicó junto a ella.

-¿Y ahora qué decís, ma? –preguntó socarronamente, recordando las protestas maternas de “que en ese lugar no debe haber un miserable almacén”.

Emilia se encogió de hombros. La evidencia de la civilización no la subyugaba. Aún pensaba que habitar esa casa suponía arrinconar las decisiones espontáneas fomentadas por la residencia en el centro de la ciudad. No más salidas imprevistas con las amigas, olvidarse del práctico quiosco de la esquina, depender de Mariana para cualquier traslado. Voy a aprender a manejar y me voy a comprar un auto. ¿Qué digo? Yo no quiero quedarme en ese lugar. Es sólo por dos meses. ¡Dos meses, dije! La propuesta de Luis la sacó de la abstracción.

-¿Entramos para abastecernos?

Los tres caminaron hacia la entrada. Hicieron un rápido recorrido por la planta alta atiborrada de locales ofertando desde un par de zapatos hasta los últimos adelantos digitales.

-No te entusiasmés, Mariana, porque ahora vamos a comprar comida. No quiero llegar de noche a la casa -dijo Emilia.

-¡Qué exagerada, mamá! Recién son las diez de la mañana...

-¿Y si bajamos al súper? -terció Luis.

Las mujeres lo siguieron sin agregar comentarios. Mariana se apoderó de un carrito y se adelantó por el pasillo central. Cuando iban de compras, ella era la encargada de los artículos superfluos. Hacía tiempo que los escasos recursos la privaban de ese rol. Seleccionó los mejores vinos y licores, latas de mariscos, caviar y confituras importadas. En lo alto de una góndola exhibían frascos de higos y castañas en almíbar que despertaron inmediatamente su glotonería. Intentó agarrarlos izándose sobre la punta de los pies. ¿Por qué no me habré puesto tacos? Una seductora voz masculina ofreció:

-¿Te lo alcanzo?

Mariana apoyó los talones, giró la cabeza y quedó a la sombra de un hombre sumamente atractivo. La agradable sonrisa se reflejaba en los ojos oscuros. Varias traumáticas experiencias con el sexo opuesto la persuadieron de que no se dejara embaucar.

-No, gracias -respondió fríamente y empujó el carro hacia delante.

El desconocido disimuló una mueca risueña y bajó el frasco hasta el estante inferior. ¡Vaya con la niña! Ni que le hubiese hecho una propuesta indecorosa -pensó divertido.- ¿Estará de paso? Me gustaría volver a verla. Se asombró de la súbita pretensión inspirada por la joven esquiva que desaparecía a la vuelta del corredor. Volvió la atención hacia las compras con las que agasajaría a sus amigos y ni la recordaba al pasar por la caja. Mariana dio varias vueltas y retornó al sector de los dulces artesanales. No me voy a ir sin los higos, y si el tipo está, no le doy bola y listo. El envase había descendido a una altura razonable. Lo agarró y echó un rápido vistazo alrededor. La acción del hombre le provocó un agradable cosquilleo. ¿Por qué pensar que fue él? Seguro que alguien lo curioseó y decidió no comprarlo. ¿Habré dado con un masculino desinteresado? Emilia interrumpió la especulación.

-¿Ya terminaste, nena?

La joven asintió y le traspasó el contenido del carrito. Luis llegaba con dos bolsas de carbón y se dirigieron hacia una cola. En tanto esperaban, Mariana miró hacia las otras filas con la expectativa de encontrar al extraño. Se sintió vagamente desilusionada al no verlo. ¿Esperabas algo, ridícula, cuando fuiste tan antipática? Luis y su madre ya estaban vaciando el carro sobre la cinta de la caja. Se absorbió en esta tarea y esperó la cuenta mientras los mayores acomodaban las bolsas para llevarlas al auto.

6 comentarios:

MARICELA dijo...

HOLA CARMEN YA ESTOY DEVUELTA POR TU BLOG, MIL GRACIAS POR AVISARME DE CADA NUEVA NOVELA. YA SABES QE SIEMPRE TENDRAS EN MI UNA FIEL LECTORA, HASTA HOY PUDE EMPEZAR A LEER Y YA QUIERO LA SIGUIENTE
PUBLICACION, ESTA BUENISIMA ESTA NOVELA, BUENO TODAS, Y ESTA BIEN ESPERARE TMB A QUE TERMINES LA OTRA QUE QUEDO PDTE. CARIÑOS
MARICELA

Carmen dijo...

Querida Maricela: me encanta tener noticias tuyas y agradezco tu adhesión y paciencia. Espero que tus cosas estén súper bien y te mando muchos cariños.

Buscas Libros.com dijo...

Hola, perdón por escribirte por este medio, somos una red de librerías de usados www.buscaslibros.com y estamos recopilando información sobre blogs literarios para publicarlos en nuestra página. Ya hemos registrado tu blog para compartirlo con nuestros usuarios dentro de poco. Saludos y si buscas libros agotados, raros, etc, te esperamos por allá!

cristina dijo...

holaa carmen recien hoy pude ingresar a leer la novela....es atrapante...y mas te cuento me encantan las historias de suspenso...terror y de amor...ah y las de investigacion asi tipo lsa de agatha christi.....esperare con ansias al domingo q viene para ver como continua la historia.besos!!!!

Carmen dijo...

Para buscaslibros.com, gracias por incluirme en su página.

Carmen dijo...

Hola, Cristina: ¡qué bueno que pases por aquí! Y también que disfrutes de la historia. Un abrazo.