domingo, 25 de marzo de 2012

AMIGOS Y AMANTES - II


Ivana corrió al ómnibus que se estaba alejando de la parada sin éxito y pateó frustrada porque debía esperar veinte minutos al siguiente. Un bocinazo la hizo volverse hacia la calzada. Diego y Gael le hacían señas. Se acercó al auto, abrió la puerta trasera y se sentó detrás de los hombres.
-No sé ni me importa qué compromiso tienen, pero se me fue el bus y me tienen que llevar hasta la Facu -comunicó.
-Te decía, Gael, que mi hermana se distingue por los buenos modales, como podés comprobar.
El susodicho sonrió y enfiló el auto hacia el destino que había mencionado Ivana. La conocía desde sus once años, recién llegado de Inglaterra e inserto en la escuela secundaria que habría de compartir con Diego. El argentino lo recibió fraternalmente y fue su mentor hasta que se adaptó a la idiosincrasia de la escuela y del país. La primera familia que frecuentó fue la de Diego y quedó prendado de su hermana mayor que, a pesar de llevarle sólo dos años, lo trataba como a un chiquillo. Crecieron todos juntos; el esmirriado Gael al cumplir dieciocho años medía un metro ochenta y ostentaba un físico digno de un atleta. Pero Ivana, detenida en el tiempo de la amistad, parecía no haber reparado en la transformación del inglecito como lo llamaba cariñosamente. Cuando Jordi nació prematuramente, ella estaba preparando su fiesta de quince años a la que renunció por la frágil salud del recién nacido. En brazos del inglecito lloró la desilusión que no podía mostrar a su familia. Sin intención, lo convirtió en confidente de situaciones que no se animaba a revelar a sus padres ni a sus hermanos. Como esa relación que mantuvo a los veinte años con un sujeto que le doblaba la edad. Por primera vez desde que se conocían, Gael se opuso a que concurriera a una fiesta que el individuo daba en su domicilio. Ella desestimó su opinión, pero cuando estaba bajo los efectos de la droga que le había suministrado con la bebida, su hermano y su amigo irrumpieron en la casa y la rescataron por la fuerza. A Ivana le quedó un borroso recuerdo de la experiencia que, por vergüenza, nunca quiso reflotar con sus salvadores. Después de este incidente el vínculo que conservó con Gael fue más reservado. En la Facultad de Derecho hizo tres amigas: Pamela y María Sol -más grandes que ella- y Alfonsina, dos años menor. Con las compañeras del secundario se había distanciado por defender la virilidad de su amigo. Después de rondarlo y no conseguir más que un amable acercamiento, dieron en considerarlo gay. Indignada, recurrió a su hermano:
-Decime, ¿Gael es gay?
-¡Qué decís, trastornada! ¿Cómo se te ocurre?
Ella se encogió de hombros y dijo con indiferencia:
-Marita, Jimena y Lorena se le insinuaron y él, nada.
-Porque mi amigo escoge a las mujeres que le interesan y esas descerebradas no sirven ni para dos horas.
-¿Y ustedes de qué se las dan? -dijo picada.- Apenas tienen dieciséis años y se dan el lujo de repudiar a tres minas infartantes.
-Yo tengo diecisiete, por si te falla la memoria. Y aunque a mí no me apuntaron, las hubiera rechazado por regaladas.
-¡Sos un machista asqueroso! ¿Así que debemos esperar a que vuestras majestades nos hagan un guiño para ser respetables?
-Ni una cosa ni la otra, cabezona. Hay maneras más sutiles para acercarse a un hombre que desconocen tus amigas.
-Sutiles, ¿eh? Va a resultar que mis amigas tenían razón y se olvidaron de incluirte en la lista.
-No me provoqués, Ivi -amenazó su hermano en voz baja.
-¡Sos un estúpido, y tu amigo también! -gritó enfurecida y al dar la vuelta se topó con Gael y lo empujó por obstruir su indignada estampida.
-¿Qué le pasa a la princesa? ¿Tuvo un mal día? -dijo el joven entre risueño y sorprendido.
-No lo vas a creer… Ella y sus idiotas amigas suponen que sos marica y por efecto traslativo me lo endosan a mí -contestó con una carcajada.- ¿Por qué no te volteás de una buena vez a esas trolas así dejan de hablar?
-Ya sabés -respondió Gael.- Nadie cercano a Ivi.
-¿Todavía pensás en ella, otario? Vos la oíste. Le gustan los hombres que tengan algunos años más que ella. Y vos tenés dos menos.
-Que dentro de algunos años dejarán de ser diferencia. Y yo tendré mi oportunidad.
-A obcecado nadie te gana. En fin… Si ella te acepta, a mí no me disgustaría que fueras mi cuñado.
Con esta declaración de Diego no se habló más del asunto. Ivana no le dirigió la palabra a su hermano por un mes y se refugió en la amistad de Gael que ahora, por estar sospechada su hombría, le era tan natural como con sus iguales. Él disfrutó de su confianza y sufrió las veces que ella se creyó enamorada. Hasta la noche en que, con Diego, la arrebataron de la casa del abusador, que abrió un nuevo capítulo en su relación. Ivi nunca mencionó con él el episodio y poco a poco se fue alejando de su esfera de influencia sustituyéndolo con nuevas amigas. Gael terminó su doctorado en medicina antes de que Diego se recibiera de biólogo y esperó pacientemente el momento de acercarse a Ivana.

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