(CAPÍTULO I publicado el 07/12/08)
-¿No conseguiste
nada de comer? -dijo contrastando las manos vacías del médico y la realidad de
su hambre.
-Pensé en algo
mejor -contestó él sonriendo ante su apremio:- Vayamos a mi casa y te prometo
una cena sustanciosa. No quiero que pasemos otra noche en este lugar.
Sara lo miró
dubitativa. Una voz resonó en su cabeza:
-Váyanse -era la de don Emilio.
Asintió antes de
que Max notara su vacilación, pero una oscura urgencia la llevó a contrariar su
propuesta:
-No antes de
pasar por el Trust. Necesito hablar con Ada.
-¿No podés
esperar hasta mañana? -Ante el gesto de la chica, entre suplicante y decidido,
se rindió.- ¡Está bien! Pasemos antes por el Trust.
Ella ni siquiera
le agradeció, extraviada en la sensación que la había invadido. Lo siguió hasta
el auto mientras una imagen se iba perfilando en su mente. Era la de Nina,
escudada detrás de la pantera que desafiaba a la bestia negra. Rompió el
silencio que los acompañaba en el trayecto con una exclamación:
-¡Nina está en
Gantes! ¡Y puede estar en peligro, Max!
-¿Cómo podés
saberlo? -dijo desviando por un momento la mirada de la ruta.
-Porque pude
advertirle que usara el tapiz como escudo para defenderse -afirmó con
certidumbre- pero no sé si podré continuar protegiéndola. ¡Tiene que irse de
este pueblo!
-Estabas soñando
-señaló el médico.- Yo fui testigo de tu sobresalto y escuché que mencionabas
el tapiz.
Ella,
contrariada, se hundió en el respaldo del asiento sin contestar. ¿Qué esperabas? Es normal que tome cada una
de tus palabras como un desvarío. Vos también, antes de llegar a Gantes,
hubieras mirado con desconfianza a quien te hablara de apariciones o
precogniciones... ¿Podré convencerlo de que no deliro? ¡Por favor, no quiero
cometer errores! Y no quiero tener la responsabilidad de que la Energía Negativa
domine por otros cien años. ¡No soy una gladiadora! Sólo una pobre mujer que
deseaba recuperar un lugar en el mundo… La invadió una sensación de
desagrado ante su tono quejumbroso. No condecía con alguien que debía
enfrentarse a fuerzas tenebrosas que requerían entereza y compromiso. Si le
habían sido otorgado dones que excedían la humana comprensión, debía
utilizarlos de acuerdo a sus convicciones de vida. Si Max la amaba, entendería.
Don Emilio dijo que El Enviado desconoce
su rol en esta confrontación. ¿Qué orden alteraré si le develo su cometido?
-Llegamos -la voz
del médico la remitió a la realidad.
Bajó del coche
con rapidez y se precipitó hacia la entrada de la galería. Empujó la puerta del
bar y se quedó inmovilizada contemplando el perfil de su amiga que escuchaba
con atención las palabras de Ada. Dante fue el primero en verla, y su gesto de
alivio enfocó la mirada de Nina en Sara. Con un grito saltó de su silla y
corrió hacia ella. Ada y Dante, al lado de la mesa, y Max, desde la entrada,
asistieron al estrecho abrazo de las dos jóvenes y a las lágrimas de alegría
por el postergado encuentro. Se separaron riendo, arrinconando el sentimiento
de fatalidad que las embargara. Seguidas por el doctor Moreno, se acercaron a
Dante y Ada a quienes Sara saludó con efusión.
-¡Ya les dije que
Sara estaría bien cuidada por el doctor! -expresó Ada con satisfacción.
La joven
aprovechó la introducción para presentarlo a Max. Dante estrechó una mano que
le respondió con firmeza y Nina le dio un beso en la mejilla como si fueran
viejos conocidos.
-Gracias por
protegerla -le dijo al cabo del saludo.
Max sonrió y Nina
reparó en el atractivo que el gesto imprimía al rostro austero. Sus ojos se
fijaron en el brazo de su amiga:
-¿Cómo está tu herida?
-preguntó afligida.
-Sanando -dijo
Sara restándole importancia. Después, preocupada:- No tomen lo que voy a decir
como un desaire, pero preferiría que no hubiesen venido. Temo que pase algo
malo… -terminó con un hilo de voz.
-¿Qué decís?
-interrumpió Nina- si por eso vinimos precisamente. Deploro no haber prestado
más atención al contenido de tus cartas porque si no, hubiéramos viajado mucho
antes.
-¡Ay amiga!
Conociéndote, hubo cosas que no debí contarte -se lamentó Sara.
-Esperen,
jovencitas -intervino Max- presumo que todavía hay muchas cosas que Sara debe
contarme y además se impone que mañana estemos en la clínica a primera hora -se
volvió hacia la muchacha:- No puedo dispensarte de venir al trabajo por la
mañana, pero si terminamos con todos los trámites administrativos, podrás
dedicarte a tus amigos a partir del mediodía.
-Me parece bien,
Max. ¿Adónde se van a alojar? -se interesó.
-Ya tenemos una
habitación el hotel que nos indicó Ada -participó Dante.
-Están en un buen
lugar, Sara -dijo Ada.- Cosme es el encargado y un hombre confiable.
La joven asintió.
Se volvió hacia el grupo y anunció:
-Necesito hablar
un momento a solas con Ada. Discúlpennos -y le hizo señas a la mujer para que
la siguiera cerca del mostrador.
Dante y Nina
esperaron en silencio. La muchacha estudió la cara del médico que lucía
hermética. Y no es para menos. La actitud
de Sara era desconsiderada. ¿Acaso él no se había preocupado por ella? En
realidad, es desatenta con todos. Nosotros viajamos relegando cualquier
compromiso y ella se pone a cuchichear con esa mujer. ¿Habrá vuelto a tomar
píldoras? Seguro que Max no lo sabe. Debo advertirle.
-Perdonen -la voz
de Sara, que volvía con Ada, la sobresaltó.- Un último favor, Max. Llevemos a
Ada hasta su casa.
Él asintió y se
volvió a saludar a los visitantes:
-Los veré mañana.
Espero que descansen.
-¿Podemos ir con
ustedes? -dijo Nina.- Así podré estar un poco más con mi amiga.
-Es tarde,
querida -terció Dante.- Mañana tendrán todo el tiempo para verse. Además, el
auto está a varias cuadras.
-¡Por favor…!
-rogó Nina al trío.
-Por mí no hay
problemas -accedió Max.- Los alcanzaré al hotel cuando volvamos.
Después de dejar
a la mujer en su casa, Sara le pidió al médico que pasaran por lo de Biani para
darse una ducha y cambiarse de ropa.
-¿Querés conocer
mi casa? -le dijo riendo a su amiga.
-Mañana. Ahora te
espero en el auto.
Sara la miró con
extrañeza pero no insistió. Bajó del coche prometiendo volver lo antes posible.
Nina era presa del apremio por contarle a Max los antecedentes de Sara con las
drogas. Debo manejarme con cautela. Que
no piense que quiero censurarla. Lo hago por el bien de ambos y para que juzgue
la veracidad de sus confidencias.
-Max -comenzó
vacilante.- Hay algo que me tiene muy preocupada con respecto a Sara.
El médico se
volvió hacia la pareja y la miró interrogante. Dante había fruncido el ceño
esperando las palabras de su novia.
-Sabrás que el
papá se suicidó en su casa de fin de semana -dijo con pesadumbre.- Sara
encontró el cuerpo al día siguiente y por mucho tiempo se culpó de haber
llegado tarde. Pensó que si lo hubiera visitado antes podría haber evitado el
acto irreparable. Sobrellevó el dolor de la pérdida consumiendo gran cantidad
de estupefacientes porque ni siquiera contaba con la compañía de su madre que se
dejó vencer por la depresión. Yo veía como se iba deslizando al camino sin
retorno de la droga y apelé a su conciencia para que iniciara un tratamiento de
recuperación. Fue muy duro -recordó con voz quebrada.- Para las dos. Porque
veía que mi amiga del alma sufría sicológica y físicamente al no tener la
continencia de los narcóticos. Pero lo superó y recuperó poco a poco las ganas
de vivir. Temí una recaída cuando murió su mamá, o cuando perdió el trabajo.
Sin embargo Sara siguió luchando contra la adversidad. Hasta llegar a este
lugar.
-Soy médico, Nina
-interrumpió Max.- Y no me consta que Sara haya estado bajo el efecto de
medicamentos.
-Si hice un
repaso de esta etapa de su vida -dijo con tono lastimero- es porque sus cartas
testimonian situaciones que parecen ajenas a la realidad y no condicen con las
creencias de Sara. -Se acurrucó sollozando sobre el pecho de su novio:- ¡Ah, mi
amor! No quiero volver a recorrer ese calvario…
-Shh… -la consoló
Dante.- No pasará ni está pasando, Nina. Pertenece al pasado de Sara que no
muestra indicios de estar consumiendo nada.
Ella, con el
rostro oculto contra la remera de su pareja, sonrió. La semilla estaba
sembrada.
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