Sandra volvió a
su departamento a las seis de la tarde. Tenía más de dos horas para preparar la
valija antes de que Luciano pasara a buscarla. A las ocho la había cerrado
dejando para último momento los productos de higiene personal que acomodaría en
un bolso por la mañana. El resto del tiempo lo pasó reflexionando sobre los
impensados sucesos de la tarde. Romi la había arrastrado a un reto que ella no
habría aceptado de haberlo conocido porque se tenía menos confianza que su
amiga. Abrió la caja y admiró el vestido perfectamente acondicionado para el
viaje. Se proyectó luciéndolo en brazos de Lucho y la sofocó la ola de
sensualidad que le despertó la imagen. El timbre la sorprendió. Tomó el bolso y
un abrigo ligero antes de atender.
-Lucho -respondió
la voz del hermano de Romi a su pregunta.- ¿Estás lista?
-Ya voy.
Lo vio mientras
bajaba los últimos escalones. Abrió la puerta y lo saludó con una sonrisa.
Subieron al auto que estaba estacionado frente a la puerta para dirigirse a la
misma parrilla cercana al edificio. Sentados frente a frente se miraron
satisfechos por la presencia del otro.
-Me estoy
acostumbrando a comer con vos -dijo el hombre fijando sus ojos en las pupilas
huidizas. -Podríamos establecerlo como una rutina -sonrió.
-Las rutinas aburren
-declaró ella con suficiencia.- Además, vamos a compartir las comidas durante
cuatro días, ¿no te parece bastante?
-Veremos -expresó
él sin comprometerse. Y cambiando de tema:- ¿Compraste tu vestido?
-¡Ah, sí!
-contestó Sandra sin poder contener la risa al recordar los detalles de su
adquisición.
-¿Qué es tan chistoso?
-preguntó él intrigado.
-A su tiempo te
lo contaré -dijo divertida.- ¿Cuántas horas de viaje hay hasta Arancibia?
-Entre cuatro y
cinco por la ruta nueva. La idea es llegar antes del mediodía para instalarnos
y compartir el asado de bienvenida. Intuyo que será un fin de semana especial
-pronosticó Lucho buscando su mirada.
Ella no se
abandonó. Aún no. Sin comentarios,
siguió comiendo conciente de ser observada por el estoico varón. Yo también lo intuyo, es más, lo deseo. Dos
veces estuve a punto de ceder a tu beso y me negué, porque sabía que de hacerlo
no habría vuelta atrás. Tengo tantas expectativas que me aterra que seas como
los demás. ¿O acaso lo que me aterra es que seas tan distinto que me precipites
en un abismo del que no pueda salir sin vos?
-… te van a
gustar.
-¿Eh? -sólo había
escuchado las últimas palabras absorta en su monólogo interno.
-Que tanto la
dueña de casa como los festejos y el entorno te van a gustar -repitió el hombre
con paciencia.- ¿A qué paisaje interior te retiraste? -indagó con una sonrisa
afable.
Esta vez no podía
disimular el rubor. Levantó la copa para ocultar, al menos, parte de su cara al
inquisitivo sondeo masculino.
-Pensaba en tu
monte de frutales -mistificó.- ¿Están todos los árboles florecidos?
-Casi todos están
adaptados para florecer en esta época. Espero que tu imaginación no supere mi
humilde trabajo -arguyó.
-No lo creo.
Romina me habló de cuánto te satisface esa obra.
-¿Y qué más te
dijo mi hermanita?
-Me pasó la queja
de que nunca la invitaste a visitarla…
-Era otra
presencia la que yo deseaba entre mis árboles -reveló Lucho con voz solemne.
-¿A quién te
referís? -preguntó, segura de la respuesta.
-A vos, bien lo
sabés -contestó bajamente.
Estoy coqueteando con él. Provocándolo para que
confiese que nadie le importa más que yo. ¿Y después? ¿Saldré corriendo para no
padecer una nueva decepción? Me parece que esta vez no, Luciano. Estás ocupando
demasiado espacio en mis pensamientos y la única salida es asumir el riesgo.
-Bueno -replicó
con displicencia.- Vas a matar dos pájaros de un tiro. Dejarás conforme a
Romina y me harás conocer tus frutales.
La contestación
del hombre fue interrumpida por el sonido del celular de Sandra.
-Disculpame
-pidió mientras atendía:- ¡Hola, Romi!
-¿Adónde estás?
-Terminando de
cenar. ¿Y vos?
-A punto de
acostarme. Mirá que mañana te pasamos a buscar a las seis. Mamá, vos y yo
viajamos con Mike porque papá y Lucho llevan un aparato de riego en la
camioneta. ¿Ya preparaste la valija?
-Ajá. Dormí
tranquila que estaré lista.
-Hasta mañana,
entonces. ¿Me pasás con Lucho?
Sandra se
despidió y le tendió el teléfono a su acompañante.
-¿Qué pasa,
aguafiestas? -saludó Luciano.
-Que papá me dijo
que no te olvidaras de poner la caja con los picos y los filtros sobre los
soportes. Y largala a mi amiga para que pueda descansar.
-¿Eso también te
lo dijo papá? -ironizó el hermano.
-Va de parte de
los dos, descerebrado, porque la vas a tener a tu alcance durante cuatro días.
-Gracias por
recordármelo, tesoro. Ya mismo la llevo a la cama.
-¡Si serás
estúpido…! -se indignó Romina, y cortó.
Luciano, riendo,
le devolvió el aparato a Sandra.
-¿A quién vas a
llevar a la cama? -preguntó ella con recelo.
-A vos, a pedido
de mi preocupada hermanita -declaró con naturalidad.
Sandra le echó
una ojeada esperando advertir un gesto de malicia, pero el rostro del joven
permanecía impasible.
-Tiene razón
-dijo por fin.- Es hora de retirarnos.
Lucho pagó la
cuenta y la llevó hasta su casa acatando el silencio en el que se había aislado.
Lamentó haber molestado a las muchachas pero la intrusión de su hermana disparó
la respuesta inconveniente. Y aunque debía reconocer que se adecuaba a su
deseo, a Sandra no la había complacido. Mala suerte, pensó. He perdido varios
puntos. Estacionó y ella estiró la mano para abrir la portezuela. Él la tomó
con delicadeza por el brazo para que se volviera y encontró un mudo reproche en
sus ojos.
-Lo que le
contesté a Romina fue un desplante pero no lo tomes como un agravio porque
constituye el supremo anhelo de mi vida -le aclaró el hombre con voz sofocada.
Sandra se desasió
suavemente y salió del auto.
-Hasta mañana,
Luciano -dijo cuando cerró la puerta. Entró al edificio sin volver en ningún
momento la vista atrás.
Él pegó un
puñetazo al volante cuando ella desapareció en la escalera. Se quedó un rato
con la frente apoyada sobre la mano y después arrancó. Se sentía doblemente
idiota. Primero se había excedido con su hermana. Después le había confesado a
Sandra las ganas de acostarse con ella como si fuera la única aspiración para vincularse.
Por ahora es la principal, admitió, pero no la única. Guardó el auto y dejó
acomodada la caja en la camioneta. Después subió a su dormitorio y se dispuso a
dormir.
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