Rafael corrió
hacia el albergue de los peones y buscó a Juan Cruz. Le transmitió los pedidos
de su hijo y Braulio y volvió a la casona para conseguir una prenda de Sandra y
poner al tanto a las mujeres. Los demás invitados se habían reunido en la
estancia de Leonor.
-¿Hay novedades?
-Romina corrió a su encuentro.
-Sí. Al parecer
escapó de los secuestradores y ahora vamos a buscarla. Traeme alguna ropa que
haya usado recientemente -pidió su padre.
La muchacha
disparó hacia la escalera que conducía a las habitaciones. Leonor y Luisa se
acercaron para preguntar por Sandra. Después que Rafael les relatara lo que
habló con Lucho, Leonor hizo un gesto negativo con la cabeza.
-Espero que la
encuentre pronto. El bosque oculta muchos animales de hábitos nocturnos. Pero
el Señor protegerá a un ser tan generoso como ella.
-¿Qué animales?
-interrogó Romi que traía una remera de su amiga.
-Lamento haber
hecho ese comentario -dijo Leonor.- Seguramente son todas aprensiones mías y la
traerán a salvo.
-Yo quiero ir con
ustedes -pidió Romi a su padre.
Mike se acercó,
la abrazó y la besó con suavidad.
-Yo los voy a
acompañar en tu nombre, pero necesito estar tranquilo por tu seguridad. Quédate
con tu madre y te mantendré informada de las novedades.
La joven miró el rostro
serio de su amante y no dudó de que haría tanto o más que ella para encontrar a
su amiga. Hizo un gesto de asentimiento y los dejó partir. Fue a reunirse con
Luisa, Leonor y el grupo de parientes y amigos que aguardaban noticias de la
víctima del secuestro. Una mujer, con poco tacto, ostentaba su ilustración
acerca de la flora y fauna de la cuña boscosa:
-Los mamíferos no
son tan peligrosos como las boas y los yacarés que abundan en las zonas
anegadas. Aunque dicen que anda merodeando por esa zona una manada de aguará
guazú.
-Si fueras un
poco conocedora -intervino la dueña de casa que advirtió el espanto en los ojos
de Romi- no irías divulgando falacias acerca de ese animal, que no es más que
un perro grande y poco agresivo, especialmente con los humanos.
-Sin embargo
-porfió la invitada- los lugareños lo asimilan al lobisón, y cuentan que entra
a los corrales para matar el ganado y que su aullido es idéntico al de un lobo.
-Ridícula
comparación cuando jamás ha habido lobos en esta región -dijo Leonor con
disgusto.- Y te ruego, Lourdes, que te abstengas de hacer más comentarios que
nos intranquilicen.
La anfitriona
tomó el brazo de Romina y la condujo hacia un sillón alejado del corro de
asistentes. Le hizo un ademán para que tomara asiento y se ubicó junto a ella.
-Romi, deploro
tanto mi indiscreción como la de Lourdes, porque no ayuda en nada a esta
vigilia. Pero si de algo estoy segura es de que tu hermano y mis hombres la
encontrarán y la traerán a salvo. Además, si fue capaz de huir de sus captores,
habrá encontrado un sitio fiable para aguardar.
-¿Cómo podría
saber ella que salieron a rescatarla? -sollozó la joven.
-¡Romi! Me
extraña que conozcas tan poco a Luciano. ¿No has notado lo que siente por
Sandra? Te garantizo que tu hermano es la esperanza de tu amiga. Esa confianza
la sostendrá, querida.
-¡Ay, Leonor!
Estoy tan asustada que perdí de vista lo más importante. Sí que conozco los
sentimientos de Lucho y de Sandra, y sé que él caminaría sobre fuego para
protegerla, pero la imagino en territorio desconocido, expuesta a mil
calamidades y temo que se deje llevar por la desesperación.
-No la conozco
tanto como vos -manifestó la mujer- sin embargo ha probado con creces su
temperamento. No cualquiera expone su vida por una amiga en peligro y por una vieja
que apenas conoce.
-¡Eso es lo que
me atormenta! -gimió Romina.- Que se haya arriesgado para defenderme. Si algo
le ocurriera… -no terminó el párrafo acometida por el llanto.
Leonor la abrazó
hasta que la muchacha se calmó. A Romi se le atropellaron las palabras:
-No podría
soportar que le ocurriera algo porque la quiero como a una hermana y la
perdería a ella y a Lucho. Deseaba que en este viaje se sinceraran porque ambos
se aman. Sé que mi hermano puede derribar esa muralla que Sandra levantó para no
ser herida por los desengaños. Y ella teme y desea rendirse. Pero ¿y si ya no
hay oportunidad? -dijo afligida.
-¡Vamos,
muchacha! No voy a aceptar que Rafael tenga una hija tan aprensiva. Debemos
creer que si Sandra ha tenido las agallas de escapar, Luciano, los rastreadores
y los perros no tardarán en ubicarla.
Romina se sintió
sacudida por las palabras de Leonor. Se enderezó y miró a la mujer con
reconocimiento:
-Gracias, Leonor.
Necesitaba un buen regaño. Me estoy condoliendo por mí en lugar de pensar en
que las cualidades de mi amiga y mi hermano pronostican un buen desenlace. -Le
sonrió y auguró con optimismo:- Apuesto que mañana festejaremos el mejor
cumpleaños que haya tenido.
-¡Dios te oiga!
-convino la festejada.- Y ahora vayamos a ver si la partida se puso en marcha.
Atravesaron el
corredor que llevaba hasta la salida y desde la puerta alcanzaron a observar el
desplazamiento de dos camionetas. Romi sacó el celular y le envió un mensaje a
Mike: “te amo”. La respuesta no tardó en llegar: “te amo, también”.
Mike se concentró
en el recorrido del vehículo. El conductor le imprimía regular velocidad atento
a la senda que bordeaba el bosque y al avance del coche guía. Las luces
intermitentes indicaron que girarían a la derecha adonde comenzaba la vegetación.
Se internaron entre los árboles a través de una senda estrecha pero que
permitía el paso de los utilitarios. Veinte minutos después los faros
alumbraron el auto de los secuestradores. Juan Cruz detuvo la marcha y se
comunicó con Roberto, el chofer del otro vehículo, para indicarle que estaban
cerca de la cabaña y completarían el recorrido a pié. Bajaron hombres y perros
para caminar hasta el refugio al resplandor de las linternas. Luciano,
frenético de impaciencia, salió a recibirlos. Rafael y Mike lo abrazaron para
transmitirle su respaldo, y poco después los hombres se dividieron en dos
grupos encabezados cada uno por un perro que previamente había olfateado la
remera de la extraviada.
-Aproximadamente
a un kilómetro está la hondonada -explicó Braulio.- Revisen con los palos dónde
pisan para no desbarrancarse. Si encuentran alguna señal, nos avisamos por
radio -terminó de dar las instrucciones.
El capataz salió
con Lucho y tres ayudantes, mientras que el otro equipo quedó a cargo de Juan
Cruz con la colaboración de Rafael, Mike y otros dos hombres. En la cabaña,
aguardando a la policía, quedó Damián custodiando a los forajidos. Tanteando
con los bastones y voceando el nombre de la muchacha, marchó la partida de
rescate. Las linternas relucieron sobre ojos y bultos esquivos que se ocultaban
rápidamente entre las sombras, poblando de imágenes trágicas la mente del
hombre enamorado.
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