miércoles, 19 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 13

Lo primero que hizo cuando entró a su departamento fue tomar el calmante. Después se quitó la remera que le había devuelto Romina para reemplazar la salpicada con sangre y terminó de desvestirse. Se higienizó como pudo y se puso el camisón. Un confortable sopor la ganaba. Se acostó segura de que pronto estaría dormida. El sonido del celular le anunció una llamada.

-Hola, Romi -dijo con voz lánguida.- Estoy a punto de entregarme a los brazos de Morfeo.

-¿Y qué ha hecho él más que yo para merecer semejante privilegio? -la voz masculina sonó acariciadora.

-¡Lucho! ¿Qué hacés con el teléfono de Romi? -gritó escandalizada.

La agradable carcajada del joven acompañó su respuesta:

-Me lo prestó porque yo no tengo tu número y quería saber cómo estabas.

-Estoy bien. Y eso de usar el celu de tu hermana no lo está. Yo podría haber contestado algo que hiriera tu sensibilidad -expresó enfadada.

-Veo que te estás reponiendo -dijo él risueño.- Te paso con Romina que está colgada de mi brazo para que le devuelva el teléfono.

-¡Sandra! ¿Estás bien? ¿Querés que vaya a quedarme con vos?

-Sí a lo primero y no a lo segundo. Ahora sólo quiero dormir y vos… dedicarte a Mike, si mal no recuerdo.

-¿Me prometés que me llamarás si necesitás algo?

-¡Sí, madre Teresa! Hablame cuando vuelvas. Chaucito. -Cerró el celular y se tiró en la cama con un suspiro. Su postrer pensamiento fue para el reclamo de Luciano.

A las ocho de la noche se despertó. Había dormido apoyada sobre el costado lastimado y unas punzadas dolorosas se difundían desde el hombro hasta el brazo. Se levantó para aliviar la presión pensando en tomar otra pastilla, pero no habiendo transcurrido las ocho horas decidió postergarlas. El hambre la acometió. Su estómago le recordaba haber comido frugalmente en casa de Romina. Se vistió y fue a revisar la heladera. Nada de lo que había le apetecía. Tendría que salir a comprar algo. Mientras buscaba la cartera, sonó el celular. Desconocido, indicaba.

-¡Hola!

-Pensé que te despertarías con hambre y para aliviarte te invito a cenar.

-Decime, Lucho, ¿no tenés una novia que atender? -le preguntó incisiva.

-A la de Morfeo, nomás. ¿Bajás?

-¿Adónde estás?

-En la puerta de tu edificio. Te espero.

Sandra cerró el teléfono y se preguntó si Luciano la estaba rondando. ¿Era sólo el interés de un amigo o la pretensión de un hombre? Está bien que yo haya fantaseado con él, se dijo. Pero lo mío era un juego personal que no lo comprometía. No quiero perder a mi amiga por rechazar a su hermano. ¿A qué viene esto de rechazar si nada me ha ofrecido? Conque no le de oportunidad… Tomó un abrigo y la cartera y salió de su departamento. Iría a comer con él y lo observaría. Estaba decidida a desbaratar cualquier principio de acercamiento. Cuando abrió la puerta del edificio y lo saludó con formalidad, Lucho intuyó que su vehemencia la inquietaba. Despacio, se dijo. No es cuestión de perder la ventaja ganada. Hoy se centraría en el rol del amistoso hermano mayor de Romi preocupado por el bienestar de su mejor amiga. Abrió la puerta del acompañante para que ella se acomodara en el auto y antes de arrancar le preguntó:

-¿Tenés preferencia por algún lugar?

-Lo que tengo es hambre. Elegí vos.

Él hizo un gesto de asentimiento y puso el coche en marcha. Eligió una parrilla cercana y a las ocho y media estaban encargando la comida. Sandra guardaba silencio, alerta a las palabras que pudiera pronunciar su acompañante. El sonido del celular de Luciano quebró el impasse.

-¿Qué pasa Romi? -preguntó y fue sonriendo a medida que escuchaba a su hermana.- Quedate tranquila que está conmigo -hizo una pausa:- Sí, sí, ya te la paso.- Le extendió el teléfono a Sandra.

-¡Sandra! ¡Te llamé al fijo y al celu y me asusté porque no atendías…!

-Lo siento, Romi. Me olvidé el teléfono en casa. Tu hermano tuvo la gentileza de invitarme a cenar y ya sabés, con tal de no cocinar salgo corriendo del departamento -rió.- ¿Y a vos cómo te va?

-De diez… -susurró. Y en tono normal:- Bueno, si estás con Lucho me despreocupo. ¿Vas a trabajar mañana?

-Seguro. Después de buscar el auto.

-Te llamo al móvil cerca del mediodía. Tal vez podamos encontrarnos para almorzar.

-Si tus compromisos te lo permiten… -dijo Sandra con picardía.

La risa fresca de Romina, antes de cortar, la indujo a sonreír. Luciano la miró con expresión interrogante cuando le devolvió el aparato.

-Estoy de parabienes -declaró ella.- Un hermano me invita a cenar y otro a almorzar. ¿Qué te parece?

-Que te lo debés merecer -dijo Lucho. Después:- ¿Romina estaba con Mike?

-Sí. Pero está en buenas manos. Hicimos un pequeño trabajo de investigación para recabar datos sobre su persona y todos coinciden en que es de fiar.

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