viernes, 28 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 16

Elena la escuchaba y en sus ojos se reflejaba una suerte de conmiseración. Acarició la mejilla encendida de la muchacha y le dijo:

-Estás tratando de negar lo que sentís. ¿Quién te dijo que la vida es el mañana y que nos podemos cubrir de todas las alternativas? Vale la pena arriesgarse a vivir un sentimiento formidable aunque después termine en decepción. -Sonrió y la animó:- ¡Vamos, muchacha! Tengo la intuición de que estás frente a tu pareja. ¿O es que no lo ha dejado trascender?

-Sí. Creo que desde que nos reencontramos -confesó.- Y cuando estuvo a punto de besarme en la confitería bailable, o cuando aguantó mi desconsuelo el día de la madre, o cuando se preocupó por mi bienestar… -su mirada se perdió en la lejanía.- ¿Sabés? Haciendo el recuento no puedo negar que sus atenciones delatan sus sentimientos.

-¡Ah, niña! Se necesitan sólo dos dedos de frente para advertir eso. Y que yo sepa, tu coeficiente intelectual es mayor que la media. ¿Así que todavía no has probado el sabor del primer beso?

-Bueno, estaría lejos de ser el primer beso -aseguró Sandra con humor.- No pensarás que con mis otros pretendientes no me he besado…

-Con cada uno es el primer beso. Y si ha de ser con el que estés enamorada, no será comparable a ningún otro.

-¡Habló la voz de la experiencia! -rió la joven.- ¿Fue así con tu Victorino?

Las facciones de la mujer se iluminaron a la luz del recuerdo. Pareció rejuvenecer y su voz se dulcificó:

-Una noche que volvíamos de un concierto en El Círculo Victorino se cansó de mi oscurantismo. Me atrapó entre sus brazos y me plantó un beso que me dejó con la boca abierta, ocasión que aprovechó para volver a besarme. Esa noche descubrí que el hombre que consideraba mi amigo había soportado mis veleidades fraternales con la esperanza de convertirse en mi amante. Y lo fue desde ese momento porque me transformé en una mujer apasionada al calor de su caricia. Nada es comparable a ese primer contacto, querida. El mundo se abre en un caleidoscopio de emociones que te permiten entrever la existencia de Dios.

-Dicho así -murmuró Sandra- nunca lo experimenté.

-Tenés la fortuna de esperarlo en la mejor etapa de tu vida. No lo desaproveches. Además, ¿qué tan terrible puede ser intercambiar un beso? Si no te tiemblan las rodillas, será un beso más en tu colección.

-Sos terrible, Elena. Toda una dama induciéndome a una aventura -jaraneó la muchacha.

-Mmm… Después me dirás si mis consejos fueron válidos.

Terminaron de almorzar a las dos de tarde, momento en que Sandra se despidió. Manejó hasta su casa excitada por la charla mantenida con Elena y por el encuentro con sus amigas. Preparó el equipo de mate e intentó descansar hasta la hora de la reunión. Sólo estuvo tendida en la cama pero se concentró en relajarse como había aprendido en las clases de yoga. A las cinco se levantó y se lavó cuidadosamente tratando de no mojar el vendaje del hombro. Al día siguiente la curarían y posiblemente pudiera darse un baño. Se cambió y fue a la cocina a calentar el agua. Evocó a Luciano y pensó en la sorpresa que se llevaría cuando supiera del primer trabajo. Sonriendo, llevó el termo y las bandejas con galletitas al comedor y esperó el arribo de sus socias. Poco después sonó el timbre. Miró el reloj de pared pensando que se habían adelantado. Cuando bajó, vio a Romina que le sonreía desde la puerta.

-¡Vine más temprano para poder charlar a solas! -le dijo mientras le daba un beso.- ¿Cómo estás?

-Fantástica y muriendo por escucharte. ¡Corramos! -invitó mientras enfilaba hacia la escalera.

Romi la siguió y entraron riendo al departamento. Sandra observó un brillo inusual en los ojos de su amiga y un talante de placidez que daba de baja a la exaltación del día anterior. Se cruzó de brazos y le espetó:

-¿A que te diste un buen revolcón?

-¡El mejor de mi vida! Y conste que yo lo provoqué -alardeó alborozada.

-No me digas que a Mike no se le cruzó por la cabeza…

-Desde que me vio, me dijo. Pero estaba temeroso de espantarme.

-No vislumbraba con qué doncella se había topado -rió su amiga. Luego, con ansiedad:- ¿Fue como lo soñaste?

-Sí, Sandra. -dijo transportada.- Apasionado y dulce. Y la segunda vez, mejor que la primera.

-Esto último sobraba. Es como contar dinero delante de los pobres -rezongó la dueña de casa con fingido enojo.

Romina lanzó una sonora carcajada.

-Si entro en detalles es porque espero lo mismo para vos. Y algún día te voy a decir con quién… -insinuó.

-Mejor me das cátedra de cómo lo convenciste -dijo Sandra ignorando el comentario.- Así me instruyo…

-Bueno, alumna. Fuimos a cenar, después a bailar, nos besamos y cuando subimos al auto le dije con naturalidad que me encantaría conocer el hotel por dentro, porque me lo habían descrito como de muy buen gusto. Si era cierto que tenía pinturas originales en las habitaciones. Me miró como si le estuviera hablando en castellano, pero enseguida reaccionó y enfiló hacia el Ros Tower. Dejó el auto en la cochera y subimos hasta el décimo piso. La suite tiene una vista al río espectacular, pero ahí nomás, cuando la estaba contemplando, cedió su templanza y me llevó hacia la cama. Lo demás lo dejo librado a tu imaginación.

-¿Te cuidaste?

-Por las dudas yo tenía una caja de forros en la cartera, pero todo está previsto en ese alojamiento -sonrió y abrió el bolso. Sacó varios profilácticos enfundados en sobres con la marca del hotel y se los tendió a su amiga:- Tomá. Porque en breve puedas disfrutarlos -agregó con travesura.

Sandra rió con ganas. Esta Romina tenía un encanto desinhibido que le envidiaba. Se volvió para guardar los preservativos en un cajón del modular cuando sonó el timbre. Antes de atender, abrazó a su amiga y declaró:

-¡Estoy tan feliz por vos que ni siquiera me molesta mi vacío amoroso! Tu epopeya es inimitable.

-Andá a atender, farsante -dijo Romi empujándola cariñosamente.

La anfitriona volvió poco después con las amigas que faltaban. Estaban tan exaltadas por el llamado, que Abril se olvidó de indagar el extraño encargo de Sandra, y por ser ésta la única que disponía de la tarde libre, acordaron que ella se ocupara del primer trabajo. A las ocho Mike, que venía a buscar a Romina, interrumpió la charla y la mateada. La joven se despidió del grupo que terminó de disolverse media hora más tarde. Sandra se acostó a las once sin cenar, saciada por los mates y las galletitas. Antes de dormirse, le dedicó un pensamiento al ausente Luciano.

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