domingo, 23 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 14

-¡Vaya! ¿Y por qué no pusieron una agencia de detectives en vez de acompañantes? -bromeó el joven.

-Todavía no te tomás en serio nuestro proyecto -Sandra ladeó la cabeza y lo miró con reproche.

Él tardó en contestar abstraído en la contemplación de la carita enfadada que invitaba al beso. Reaccionó al recordar el comportamiento que se había impuesto.

-No te enojes -dijo calmoso.- Fue una broma. ¡Claro que tengo en cuenta la nueva actividad de mis chicas! Y me ocuparé de difundirla -afirmó.

-Eso de mis chicas suena paternalista -acusó la muchacha.

-Sandra, Sandra... Está visto que todo lo que digo es desafortunado. Si me das letra, prometo responder lo que mandes.

A ella se le impuso lo absurdo de su enfrentamiento y de la propuesta de Lucho. Se largó a reír francamente mientras el hombre la miraba entre sonriente y desconcertado. En su vida de macho adulto no se había cruzado con una mujer tan imprevisible. ¿Sería por eso que no habían prosperado sus relaciones? Había llegado el momento de comprobarlo si superaba los desentendimientos en su interacción con Sandra.

-Disculpame. No sé por qué estoy tan susceptible y sobre todo con vos que no tenés más que atenciones conmigo -murmuró ella en tono conciliador.

-Hoy no tuviste el mejor día -respondió él comprensivo.

Sandra bajó los ojos y por un momento su rostro exhibió una conmovedora orfandad. Luciano desfallecía por tomarla en sus brazos y consolarla a fuerza de caricias y palabras amorosas. ¿Cómo explicar este sentimiento que se había gestado en tan poco tiempo? No lo sabía, pero de algo estaba seguro: quería estar con ella, hacerla vibrar con sus besos, rendirla a esa pasión que había prorrumpido en su vida nada más verla. Se forzó a silenciar sus anhelos para ceñirse a la figura amigable por la que había optado.

-¿Cómo va tu hombro? -le preguntó.

-Me duele un poco, pero me tomaré el calmante después de comer.

-Tal vez mañana te convenga guardar reposo para acelerar la cicatrización.

-¡Ni soñando! A primera hora iré a buscar el auto y de allí a trabajar. La herida no me impide mover el brazo, así que podré manejar.

-Una chica decidida -rió Lucho.- ¿Y cuál es tu trabajo?

-Como cosa fija, tengo cinco alumnos de computación. Una mujer y cuatro hombres.

-Los envidio. ¿No querrías darme clases?

-Sólo tomo mayores de setenta -dijo divertida.- Son constantes y agradecidos.

-Yo también puedo serlo -insinuó él buscando su mirada.

Sandra sacudió la cabeza con una sonrisa. La llegada de la comida la exceptuó de una respuesta.

-¡Ah, era hora! -exclamó.- Me muero de hambre.

Luciano se ocupó de trozar la carne asada y repartirla mientras ella condimentaba la ensalada. Comieron en silencio. La muchacha concentrada en su plato y el hombre concentrado en ella. Se sentía inexplicablemente feliz por compartir ese momento. Desechó el pensamiento de que pronto debería dejarla para disfrutar de esa oportunidad única. Sandra dejó los cubiertos y tomó un sorbo de vino.

-No comiste nada, Lucho. ¿Estás inapetente?

Cómo explicarte que vos me completás, pensó él. Dijo en cambio:

-Es que comí demasiado al mediodía. ¡Pero vos sí que tenías hambre…! -aseveró.

-Y ahora estoy maravillosamente satisfecha -declaró. A continuación:- Ahora te toca el turno de contarme algo acerca de tu trabajo.

-En este momento estoy planificando un monte de frutales para un hacendado de Santa Fe -explicó Lucho gratamente sorprendido por su interés.

-¡Debe ser fascinante…! -dijo Sandra acodada en la mesa y sosteniendo la cabeza en el triángulo formado por sus palmas.

-Lo es, especialmente a medida que prospera. -sonrió el joven.- Ya tengo uno en crecimiento en Arancibia. Lo diseñé hace seis años, antes de recibirme. Una dama encantadora confió en el entusiasmo de un novato y me estimuló a proyectarlo.

-¡Ah…! ¿Una dama encantadora? ¿Y vive en Arancibia? ¿Adónde queda? -preguntó la muchacha.

A Luciano le sonó como el reclamo de una novia celosa y, aunque fuera nada más que una figuración, se congratuló por ello.

-¿Qué te respondo primero? -dijo con humor.- A ver… Arancibia queda a cuatrocientos kilómetros de Rosario, es una pequeña ciudad agrícola ganadera, y la dama vive en una estancia.

-La dama encantadora -subrayó Sandra.

-Debieras conocerla -dijo él con despreocupación.- Estoy seguro de que congeniarían.

-¿Por qué lo decís?

-Porque es terca, expeditiva y seductora. Siempre se sale con la suya.

-Congeniar remite a coincidir. ¿Es así como me ves?

La respuesta del hombre fue una mirada insondable que la mujer rehuyó con inquietud. Él reforzó las razones para visitar el lugar:

-Te gustarán los árboles florecidos y podrás disfrutar de una cabalgata por la hacienda. Tengo que ir la semana que viene. ¿Me acompañás?

-Yo no sé cabalgar -fue lo único que se le ocurrió a la muchacha para rechazar la propuesta.

-Seré tu maestro -aseguró Lucho.

-Tengo toda la semana ocupada con mis alumnos.

-No es problema. Por la distancia, suelo ir los fines de semana.

¿Pero este hombre no se desalienta con nada?, pensó Sandra. Recuperó el dominio y respondió:

-No sé, Luciano. Te agradezco la invitación. Pero todo depende de los resultados de nuestra empresa.

-Entonces -dijo él inclinándose hacia ella- si no tenés compromisos el fin de semana que viene, cuento con vos.

-De acuerdo -dijo ella para concluir el tema.- Ahora quisiera volver a casa. Me espera un día agitado.

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