martes, 25 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 15

Sandra no podía conciliar el sueño. Se preguntaba adónde quería llegar Luciano. Se comportaba como un pretendiente. ¿Y si no era más que una actitud amigable? No, tonta. Su mirada te perturba porque percibís un interés que sobrepasa el límite de la amistad. Y vos no podés reaccionar porque en el fondo él también te atrae. ¡Pero justo en ocasión de un proyecto de autonomía! ¿Y qué significa ésto? ¿Que si lo hubieras experimentado antes ni se te habría ocurrido el tal proyecto? ¿Debo darle la razón a Elena? No. Lo que debo hacer es no renegar de lo que siento y seguir adelante con lo planeado. Sí, señor, eso debo hacer. Esta conclusión le produjo un agradable relax que la sumió en el ansiado descanso hasta la hora en que sonó el despertador. Se levantó de inmediato; se higienizó y desayunó antes de llamar al mecánico que le confirmó que podía retirar el auto. A las nueve y media estaba conduciendo hacia la casa de Elena. Se había tomado un calmante con el desayuno y el hombro apenas le dolía. Se sentía exultante esa mañana. Su alumna la recibió con el entusiasmo de siempre.

-¡Querida Sandra! Estás resplandeciente hoy. ¿Qué cambio hubo en tu vida?

-Ninguno hasta ahora -dijo con una sonrisa y admirándose de la perspicacia de la anciana.- ¿Vamos a trabajar?

La práctica le llevó dos horas al cabo de las cuales Elena insistió en que, dada la demora, almorzara con ella. Sandra aceptó porque había olvidado la oferta de Romi. La empleada acomodó la mesa en el jardín de invierno que tanto gustaba a la joven. Habían terminado de sentarse, cuando sonó el nuevo celular. La muchacha lo atendió esperanzada.

-Agencia Sus Amigas -enunció con tono profesional, y siguió una charla que terminó con una despedida hasta el día siguiente.

-¡Elena! -dijo con euforia.- ¡Nuestro primer trabajo!

-¿Y de qué se trata, querida?

-Hacerle compañía a dos niños mientras su madre asiste a un té canasta en Rosario. La señora es de Entre Ríos y llega mañana a las tres de la tarde. Hay que cuidarlos hasta las siete, hora en que regresan a su casa. Nos recomendó el padre de Romina. -hizo una pausa.- Y a propósito de Romina…, qué raro que todavía no me haya llamado.

Su alumna la miró interrogante. Sandra le refirió el encuentro del sábado y la posterior salida. Algo en su expresión motivó el comentario de Elena:

-Parece un joven generoso el hermano de tu amiga. ¿De qué se ocupa?

-Es ingeniero agrónomo. Lo curioso es que lo conozco desde el secundario, pero hacía seis años que no nos veíamos. Si lo hubiera encontrado en la calle no lo hubiera reconocido.

-¿Dirías que ha mejorado? -le preguntó con interés.

-¡Ya lo creo! De un flacucho hermético pasó a ser un hombre apuesto y decidido.

-Veo que te ha impresionado… -deslizó Elena.

-Nada más que porque tengo ojos en la cara -dijo indiferente. E insistió:- Qué extraño el silencio de Romi… Le voy a mandar un mensaje. ¿Me disculpás, Elena? -tomó por afirmativo el gesto de la mujer y escribió dos mensajes: uno particular para Romina y otro general para todas sus socias anunciando al primer usuario y convocando a una reunión para esa tarde.

Un minuto después recibía las respuestas. Sonrió ante las manifestaciones de sus amigas y el provocativo “súper” de Romina. Centró su atención en Elena que la esperaba pacientemente.

-Esta tarde nos vamos a reunir en casa para compartir este primer llamado y decidir quién lo atenderá. Además, estoy ansiosa por saber cómo le fue a Romina con su Mike -dijo con una risita.

-Hay que ver… -reflexionó su alumna.- La semana pasada no contaban con ningún pretendiente y ahora aparece uno de la nada y otro asoma desde el pasado. ¿No es providencial?

-Elena… -regañó Sandra.- Te estás dejando llevar por tu imaginación. Lo de Romi es temporario y lo que me atribuís no existe. Lo concreto es el resultado de nuestro plan. ¡Funciona! -exclamó alborozada.

-Estoy segura de que así será -ratificó la mujer con afecto,- pero esa historia pertenece al futuro. Ahora a esta vieja curiosa le interesa más saber algo más del hermano de tu amiga. ¿Cuál me dijiste que era su nombre?

-No te lo dije. Se llama Luciano y le dicen Lucho -contestó la joven.

-¿Y Luciano no te hace siquiera cosquillas? -los ojos de Elena brillaban juguetones.

Sandra inclinó la cabeza y cruzó los brazos tomándose de los codos. Una sonrisa silenciosa distendía apenas sus labios.

-¿Sabés qué? -dijo por fin.- Necesito un confidente y sé que te distinguís por tu discreción. -Se desenlazó y subrayó su discurso levantando el índice- ¡Por eso nomás!

-Por lo que sea -dijo Elena con mesura.- Estoy ansiosa de escucharte.

-No sé que me pasa, Elena. -Hizo una pausa.- Luciano me atrae pero a la vez siento que amenaza este mundo que construí con tanto esfuerzo. Cuando estoy con él tiendo a olvidarme de mi autonomía y siento la tentación de abandonarme a sus decisiones.

-¡Vaya que te hace cosquillas! Me parece que si te dejaras llevar descubrirías emociones que todavía no has vivido.

-Me da un poco de miedo. ¿Y si él no responde a mis expectativas o yo no respondo a las suyas? Es el hermano de mi mejor amiga y no quiero que nada interfiera entre nosotras.

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