domingo, 2 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 8

A la hora de pagar la cena Michael se negó rotundamente a compartirla con el hermano de Romi.

-Entonces tendrás que aceptar que los convide con una copa en la confitería del restaurante -dijo Lucho con firmeza.

-Será un placer -aceptó el comerciante.

Luciano los guió por un sendero del parque que convergía en un pórtico custodiado por personal de seguridad. Exhibió una tarjeta que comprobaron los guardias para franquearles luego el paso hacia la confitería. Tuvieron que habituar los ojos a la luz tenue del lugar hasta divisar varias mesas bajas flanqueadas por sillones simples y dobles. Un empleado se adelantó para acomodarlos y tomarles el pedido. La pista de baile era una medialuna iluminada con leds y bolas de cristal que cambiaban suavemente de color al compás de la música melódica. El centro de la mesa imitaba un hoyo de fuego que avivaba los rostros con una pátina cobriza y el camarero acomodó a su alrededor las bebidas.

-¡Qué hermoso lugar! -alabó Sandra.- Nunca lo oí nombrar.

-Es sólo para los clientes del restaurante -aclaró Lucho.

-Mm… Parece que sos un buen cliente -sonrió la joven.

-He venido de vez en cuando -minimizó el hombre.

Gradualmente la música fue creciendo en intensidad, momento en que Mike se levantó e invitó a bailar a su pareja. Los vieron alejarse hacia la plataforma tornasolada para entregarse a las contorsiones de los ritmos de moda. Lucho, ensordecido por el estruendo, le hizo señas a Sandra para sumarse a los bailarines. La muchacha lo siguió y momentos después estaban sacudiéndose al lado de Romina y Michael que los recibieron con júbilo. Luciano se extasió observando los armoniosos movimientos que la muchacha imprimía a su cuerpo despertando en su mente imágenes de alto contenido erótico. La imaginó ondulando entre sus brazos mientras le hacía el amor y entendió que no descansaría hasta conquistarla. El volumen decayó lentamente hasta enganchar con el primer tema romántico al amparo de la penumbra. Luciano no dudó: enlazó a su pareja y la atrajo hacia sí forzándose a no estrecharla como quería. Sandra se dejó llevar procurando abstraerse de la sugestiva letra de la canción que le despertaba sensaciones primitivas. Tenía plena conciencia del cuerpo masculino peligrosamente cerca del suyo, del vigor de sus brazos y del cálido aliento que rozaba su pelo. Sus palmas, apoyadas sobre el pecho de Luciano, contuvieron el latido de un corazón desbocado. Cuando él pronunció su nombre con voz estrangulada, supo que si le respondía olvidaría que Lucho era el hermano de su mejor amiga. Lo empujó suavemente y le dijo con voz temblorosa:

-Volvamos a la mesa.

El hombre la siguió conmocionado. La tomó de los hombros y expresó:

-Sandra, por favor, no quise molestarte. Si mi conducta te ofendió, te pido perdón.

Ella negó con un movimiento de la cabeza. Se sentía vulnerable porque en un momento deseó tanto el acercamiento como él. Se oyó decir:

-No digas más, Lucho. Estoy avergonzada de haberme portado como una tonta. ¿Seguimos amigos?

-Seguimos -respondió él, y omitió el título que le había adjudicado la joven porque sus expectativas superaban esa calificación.

Bebieron sus copas en silencio y esperaron el regreso de Romi y Michael.

Luciano, apesadumbrado por el mutismo en el que se había encerrado Sandra, propuso abandonar la discoteca a las tres de la mañana. Antes de subir al auto de Mike Romi le cuchicheó a su amiga:

-¿Puedo quedarme en tu casa?

La joven asintió, por lo que Romina les comunicó a los hombres que pernoctaría en casa de Sandra. Las dejaron en la puerta del edificio adonde Romi se despidió de Mike y de su hermano con un beso. Su amiga besó a Michael en la mejilla y le dedicó un “buenas noches” a Luciano. Los jóvenes esperaron hasta que las chicas subieron la escalera y volvieron al coche.

-Vayamos a tomar un trago - propuso Lucho.

Su acompañante aceptó. Preveía que el interés de Luciano estaba en interrogarlo acerca de su hermana. Y no lo censuraba. ¿Cómo no entender su preocupación por el bienestar de esa adorable criatura que había alterado los planes trazados con Thomas? Su amigo declaró comprenderle, pero no quiso variar el itinerario. Él sólo deseaba relacionarse con ella. Siguió las instrucciones de Lucho hasta desembocar en el paseo costero y después de estacionar el auto se dirigieron a una confitería cuya terraza cubierta daba al río. Esperando las bebidas, Luciano lo interpeló:

-¿Cuántos años tienes?

-Treinta y cuatro.

-Romina sólo veintitrés. ¿Estás comprometido con alguna mujer?

-Soy divorciado. ¿La edad y el estado civil no me permiten salir con tu hermana?

-No te permiten herirla -aclaró Lucho con parsimonia.- Es una joven crédula y no querría que la engañaras.

-Mira, muchacho -dijo Michael con calma.- No me quedé para seducir a Romina. En realidad, ella me sedujo a mí desde que se acercó a la mesa para ofrecernos su ayuda. Quiero que me conozca mejor y pienso aprovechar los días que restan antes de volver a mi país. Si tengo que verte en cada salida, bienvenido. Y si la convenzo de que me acompañe, pagaré con gusto tu pasaje.

-¿Llevarte a mi hermana? - exclamó Luciano.- ¿No estás yendo demasiado lejos?

-Hasta Nueva York. -Admitió Michael con una sonrisa.- Claro que si ella lo acepta.

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