miércoles, 5 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 9

Lucho estudió el semblante sereno y comprendió que no estaba bromeando. Una sensación de desgarro lo asaltó cuando las palabras de Mike connotaron la posible ausencia de su hermana. Ni él ni sus padres estaban preparados para semejante separación. Y este hombre, tan seguro de sí mismo, desafiaba la estructura de su equilibrada familia. Pensó que peor no podría terminar su día. Dos ausencias lo ensombrecían: la concreta de Sandra y la posible de Romina. Michael se compadeció del rostro sombrío de Luciano:

-Lucho, no voy a empezar enemistándome con el hermano de la mujer que quiero. Y aunque no deseo abandonar tu tierra sin ella, me comprometo a esperar un tiempo prudencial para que tu familia consienta la separación.

A Luciano las palabras del hombre le sonaron condescendientes. De pronto recuperó la seguridad evocando las imágenes de las jóvenes. Sandra y Romina pertenecían a una casta de mujeres independientes que tomaban sus propias decisiones. Él había sido chasqueado por la primera, ¿qué le hacía pensar al yanqui que su hermana iba a salir corriendo tras él? La deducción cristalizó en una risa que azoró a su par.

-Mike -dijo cuando se calmó- te deseo la mejor suerte. Si haces feliz a Romina, tendrás en mí a un aliado, si no, a tu peor enemigo. A tu salud -dijo levantando el vaso de whiskey.

Michael estaba desconcertado por el cambio operado en Lucho. El muchacho enojado se había transformado en un hombre seguro de sí mismo. Sospechó que algo le había pasado desapercibido del carácter de estos lugareños e infirió que su conducta de hombre mundano podría ser inapropiada con la joven que lo había cautivado.

-Tú sabes algo que a mí se me escapa -alegó Michael con llaneza.

-Creo entender algo del temperamento de nuestras mujeres -asintió Lucho.- Son impredecibles. Piensas que las tienes conquistadas y se descuelgan con un desplante que te deja perplejo.

-¿Lo dices por experiencia? -sonrió Mike.

-Así es viejo -le confió como a un amigo.- La sentí a punto de abandonarse a mis brazos y de pronto me empuja con esas manitas que pensaba enredar en mi cuello y decide que el baile ha terminado. Ni siquiera la besé… -dijo con pesar.

-Entonces mi destino es incierto -aventuró Michael.

-Sólo te digo que no des nada por sobrentendido -certificó Lucho.- Y te estoy dando recomendaciones en contra de mis intereses.

Mientras los varones afianzaban el terreno de la camaradería, Romina aseguraba:

-Mirá, Sandra, este hombre me interesa y aunque piense verlo todos los días que permanezca en Rosario, no me borro de nuestro proyecto.

-No tenés por qué darme explicaciones -le dijo su amiga con afecto.- ¿Cómo adivinar que una buena acción tuviera tal recompensa? -sonrió con malicia.

Estaban sentadas en la cama de la habitación de huéspedes. Romina, ataviada con el camisón prestado por la dueña de casa, apoyaba el mentón sobre sus rodillas abrazadas. Una expresión soñadora remató el interrogante de Sandra.

-Te gusta, ¿eh?

-Mucho -asintió Romi con seriedad.- Dejando de lado su atractivo, hemos hablado de tantas cosas que por momentos no parecíamos pertenecer a dos sociedades distintas.

-Es que la atracción de los sexos no tiene nacionalidad. A todos nos mariposea el estómago, nos late el corazón y se nos aflojan las piernas... ¿A que sí? -rió su amiga.

-Sos muy gráfica -asintió con una sonrisa.- Y perdoname por abusar de tu paciencia, no quería endosarte a mi hermano.

-Está bien -dijo Sandra encogiéndose de hombros.- Me dí cuenta de que si me negaba, ¡adiós tu cita! Y eso era imperdonable.

Romina la abrazó. Después preguntó:

-¿Te molestó de alguna manera?

-¡No! ¿Por qué lo decís?

-Porque cuando volvimos de bailar no hablaste una palabra.

-Estaba cansada. Hace tiempo que no muevo el esqueleto -dijo impasible.- Y ahora contame, ¿quedaron en algo?

-Que mañana a las diez nos pasa a buscar para ir a desayunar.

-¡Qué considerado! Contando que son las cuatro… -Sandra se quedó pensativa y después manifestó:- Mirá, Romi. Yo no voy a ser tu eterna acompañante, pero aún no me quedo tranquila. Entendé que mis reparos derivan de no poder evaluar a Mike por desconocer su idioma. Y aunque te enojes, primero estás vos que sos la hermana que no tuve. Por lo tanto te propongo que vayamos al hotel más temprano, nos aseguremos de que se aloja allí y que efectivamente Thomas se fue.

-¿Y qué le decimos?

-Que nosotras lo invitamos a desayunar. ¿Adónde para?

-En el Ros Tower. Si te deja tranquila hagámoslo. Aunque me parecen excesivas las precauciones porque creo haber juzgado muy bien a Michael.

-Estoy segura. Te prometo que si mis averiguaciones son positivas, no me verás más el pelo hasta que se vaya.

-¡Ah, no! Tu hermoso pelo, no -declamó Romi con exagerado aspaviento.

-¡Vayamos a dormir, payasa, que tenemos que madrugar! -dijo Sandra riendo y se fue para su cuarto.

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