domingo, 6 de noviembre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 19


A Sandra la risa volvió a burbujearle en la garganta y la expelió a riesgo de quedar ahogada. Lucho la miró y le dijo con voz queda:
-No te rías así que te ponés demasiado linda…
Ella se tapó la cara sin poder dominarse hasta que se pudo controlar. El hombre esperó con paciencia y le dio las instrucciones finales:
-El anillo tiene un seguro que tenés que deslizar para que funcione. Hay que apuntarlo a la cara y preferiblemente a los ojos. El botón de la pulsera está al costado. Lo apretás y expulsa la linterna hacia delante. Basta con que los electrodos se pongan en contacto con el cuerpo para que se produzca una descarga que lo atontará. ¿Entendido?
-Ssí… -silabeó ella pugnando por no reír.
-Espero que nunca tengas que usarlo, pero llevalos ahora para irte acostumbrando -pidió Luciano.- Y ahora, muchacha reidora, ¿por qué no vamos a comer juntos antes de que empieces a trabajar?
-¡De acuerdo! -aceptó ella sin cuestionamientos.- Me voy a preparar.
Se metió en el baño para peinar su cabellera y le advirtió a la imagen que le devolvía el espejo que debía comportarse con decoro. Se puso seria y salió en busca de la cartera. Al llegar a la calle Lucho ofreció ir en su auto pero ella se rehusó porque necesitaba disponer del suyo.
-Entonces nos encontramos en la parrilla de Santa Fe y Cafferata. ¿Te parece bien? -propuso el hermano de Romi.
Sandra aceptó y cada cual se dirigió a su coche. Ya instalados en el restaurante, Luciano abordó el tema que le interesaba:
-¿Qué tal si te acompaño en esta primera experiencia?
-¿Qué? Ni loca… Sólo se trata de cuidar dos chicos y si no soy capaz de eso, más vale que olvide el negocio.
-No son dos chicos comunes -afirmó el hombre.- Los conozco porque tenemos a cargo el control y planificación de siembra de los campos de su familia. Suelen ponerse pesados.
-¡Vamos, Lucho! Tienen once años…
-Está bien… -hizo un gesto conciliador.- Pero si me necesitás no tenés más que llamarme, ¿de acuerdo?
-De acuerdo -manifestó ella para cerrar la discusión. Después preguntó:- ¿Y vos no trabajás hoy?
-No. Papá me dio permiso -sonrió. Observó la parte superior del blusón y formuló en tono interesado:- ¿Cómo está tu hombro?
-Bien. Hoy me hicieron una curación y está cicatrizando sin problema. Por cierto agradecele a tu padre el apoyo a nuestro emprendimiento. Aunque esta noche lo voy a llamar por teléfono para darle las gracias.
-Se lo diré -aseguró Lucho, para plantear seguidamente:- Entonces quedamos que si no aparece otro trabajo este fin de semana me acompañás a Arancibia ¿verdad?
Sandra lo miró perpleja. Había olvidado la invitación del joven y su aceptación renuente. Sos un verdadero perro de presa, pensó halagada. Él tenía una manera de sitiarla que no denunciaba sus verdaderas intenciones. La inofensiva invitación encubría aspiraciones no declaradas que esperaban su momento para revelarse. Su instinto femenino intuía la peligrosidad de estar a solas con él, situación que le provocaba una inconfesable atracción. Lo dejaría librado al azar.
-Ya te dije -le respondió.- Si no se presenta ningún compromiso.
Luciano asintió con un gesto de complacencia. Mientras daban cuenta del almuerzo rellenaron los huecos del tiempo en que no se habían visto. Sandra, sentada frente a una de las ventanas, vio el arribo de varios coches de línea que se dirigían a la estación. Miró su reloj y exclamó con inquietud:
-¡Son las tres menos cuarto! Debo estar en la plataforma 42 a las tres.
Luciano hizo una seña al mesero para que trajera la cuenta. Cinco minutos después se despedían en la puerta.
-Acordate -dijo él.
-Sí -dijo ella.- Esta noche tendrás noticias mías. Chau y gracias, Luciano -y cruzó hacia la estación de colectivos.
El hombre la siguió con la vista hasta que cruzó el paso peatonal para ingresar en la zona de estacionamiento.
Sandra se ubicó junto al público que aguardaba el descenso de pasajeros. Sentía una ligera excitación ante la nueva tarea. Reconoció a la mujer por los dos niños de igual fisonomía y con idénticas gafas de sol que se emparejaron con ella. Se adelantó para presentarse:
-¿Señora de Páez? Mi nombre es Sandra, de la Agencia Sus Amigas -dijo tendiéndole la mano.
Su clienta debía rondar los cuarenta años y estaba vestida y maquillada con elegancia. Estrechó su diestra mientras la estudiaba sin disimulo:
-Creí que iban a mandar a una mujer más madura -dijo. Se dirigió a los chicos:- Ya escucharon las indicaciones que les dí en el ómnibus. No hagan renegar a la señora y podrán asistir al estreno de la última de Harry Potter. -A continuación le ordenó a Sandra:- Busquemos su coche así nos ponemos de acuerdo mientras me lleva al Club Alemán.

No hay comentarios: