-¿Acaso están
catalogados? -musitó Luciano rodeándola con sus brazos y deslizando sus labios
desde la tersa mejilla hasta la boca. Sandra se sobresaltó y apretó los labios.
Después lo empujó con suavidad para separarlo.
-Suficiente
-declaró.- ¿Vamos, chicos?
-¿Lucho se queda?
-preguntó Bruno.
-Sí, macho
-contestó el aludido.- Tengo que hacer. No hagan renegar a mi novia -recomendó
mirando a la joven con regocijo.
-Estoy segura de
que no necesitan amenazas para comportarse, ¿verdad, niños? Es que Lucho
algunas veces suele ser bastante desmedido -dijo ella devolviéndole la mirada
con descaro. Agitó la mano para saludarlo y caminó airosamente hacia la salida.
Luciano atesoró
la deliciosa sensación del beso ficticio anticipando la plenitud de un beso
incondicional. Volvió a su casa insatisfecho por haber tenido que separarse de
la joven pero conciente de que debía obrar con mesura.
Sandra hizo el
viaje hasta el club Alemán con dos irreconocibles pasajeros. Agradeció haber
visto la saga de Harry Potter porque le dio material para intercambiar con los
mellizos. Bruno se sentó junto a ella después de haberlo decidido por sorteo.
La señora Páez los estaba esperando en la entrada y permitió que Diego ocupara
el lugar del acompañante. Los chicos relataron a su madre el espectáculo con
entusiasmo y, mientras esperaban la llegada del ómnibus, la mujer le abonó a
Sandra los honorarios.
-Me debe
cuatrocientos pesos, señora. Restaron cien del fondo para gastos.
-Si los ahorró,
son suyos -dijo la dama con gesto categórico.- ¿Cómo se comportaron?
Los gemelos
parecieron achicarse esperando una represalia. La muchacha los tranquilizó con
una sonrisa y declaró:
-Como dos
hombrecitos. Estuvimos en una librería y compraron esta hermosa enciclopedia
-le tendió la bolsa a la madre que la revisó con gesto asombrado.
-¡Mamá! -gritó
Diego para desviar su atención:- ¡Sandra es la novia de Lucho!
-¿Del ingeniero
Méndez? -preguntó olvidada del contenido de la bolsa.
-¡Sí, mamá!
-aportó Bruno.- Él la besó en la boca para despedirse -afirmó para dar
veracidad a su informe.
-Qué raro que
Rafael no me lo hubiera comentado… -consideró la mujer.- En fin, la felicito
porque ese muchacho es un buen partido.
-Gracias, señora
-respondió con modestia.- Espero que se vaya conforme con nuestro servicio y
pueda recomendarnos a sus relaciones.
-Lo haré, lo
haré. Hijos, saluden a la señorita que ahí viene el ómnibus.
Sandra les sonrió
y les tendió los brazos. La señora Páez, ahora que era la novia de un buen
partido, la abrazó y la besó en la mejilla. Los tres la saludaron desde la
ventanilla y ella se quedó hasta que el vehículo abandonó la estación. Después
dejó aflorar la risa que contuvo en presencia de su cliente. Entró a su
departamento con una sensación de triunfo. Puso sobre la mesa del comedor los
billetes, se despojó del anillo y la pulsera, y se dedicó a llamar a sus
socias.
El primer llamado
fue a casa de Romina. Lo atendió su amiga:
-¡Sandra! ¿Cómo
te fue?
-Mejor de lo que
esperaba -contestó riendo.- Ya nos vamos a reunir. Y vos, ¿qué novedades tenés?
-Salí por la
mañana con Mike y dentro de un rato me pasa a buscar -dijo satisfecha.
-Novedades, dije.
Novedades… -se burló Sandra.
-Tenemos que
vernos. Algo de eso hay. Pero requiere una larga charla.
-Pienso citarlas
a todas para comentar este primer trabajo. Si vos te podés desprender una noche
de Mike, te quedás y hablamos.
-De acuerdo.
Mañana me voy con el camisón. Papi estaba preocupado porque dijo que los chicos
eran insoportables. ¿Te dieron mucho trabajo?
-Ya te voy a
contar. ¿Me pasás con tu papá?
-Bueno. Besitos y
nos vemos.
Rafael se puso al
teléfono y Sandra le agradeció su recomendación. El hombre se disculpó por no
haberla puesto en antecedente de las características de los muchachos. Ella
dedujo que Lucho no le había contado nada y esa reserva fue un mérito más que
él acumuló en su haber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario