Romina, para
sorpresa de Sandra, tocó timbre a las cinco de la tarde. Apenas entraron al
departamento le dijo:
-¡Sentate! ¡Te
tengo una noticia sensacional! -y sin darle tiempo a preguntar:- ¡Estamos
invitadas a una fiesta de la gran puta!
Sandra la miró
divertida. Romi no acostumbraba a utilizar un lenguaje procaz, pero entendió
que en este caso enfatizaba el carácter de la fiesta. No pudo interrogarla
porque continuó:
-¡Es en
Arancibia! La dueña del campo cumple años y dedica este fin de semana largo
para festejar con amigos y parientes.
-¿Y yo qué tengo
que ver si no entro en ninguna de esas categorías? -aprovechó para preguntar
mientras Romina tomaba aire.
Aleccionada por
su padre, contestó:
-Es que papá te
considera como parte de la familia y pensó que te gustaría participar con
nosotros de este evento. ¡Quiero que vengas, por favor! ¡Decí que sí! -exclamó
Romi con exaltación.
-¡Bueno! Si me lo
pedís así… ¿Pero no sería mejor que vaya Mike? -adujo con una sonrisa.
-¡También va!
¡Serán cuatro días espectaculares!
-¿Cuatro días?
-repitió su amiga sobresaltada.- ¿Y adónde pararemos?
-En la estancia
de Leonor que tiene como veinte habitaciones. Tendremos que llevar algún
vestido de fiesta para el sábado. No sabés cuánto perseguí a Lucho para que me
llevara a conocer la mansión, pero nunca me dio bola. Claro, como sólo soy su
hermana… -se quejó.
-No rezongues.
Que ahora tenés la oportunidad de conocerla. ¿Vestido de fiesta, dijiste?
-Sandra se había quedado colgada del comentario anterior.- Mi ropa es de
carácter informal…
-Mañana te
acompaño a comprar algo al Portal -ofreció Romi. Su mirada se detuvo en el
anillo y la pulsera que la dueña de casa había dejado sobre la mesa:- Qué
pulsera rara… -dijo investigándola.
Sandra largó la
risa y le refirió el aporte de Lucho.
-Bueno, bueno… Si
se trata de protegerte no escatima ingenio -afirmó Romina.
-Me lo dio a mí
porque me encargué del primer trabajo -aclaró su amiga.- Es para todas las que
lo quieran usar -puntualizó.
-¿Y cómo te fue
con el primer trabajo? -preguntó Romi haciendo caso omiso a las justificaciones
de Sandra.
Ella suspiró. No
podía ocultarle a su amiga las desventuras sufridas. La puso al tanto de la
advertencia de Luciano, de su incredulidad, de las farsas de los mellizos y de
cómo había recurrido a la ayuda de su hermano. Romina la escuchó con expresión
neutra. Cuando terminó el relato, Sandra le dijo con estoicismo:
-Podés reírte
todo lo quieras.
-No me voy a
reír. Pero quiero que me contestes una pregunta que involucra a dos personas
que amo sin pensar en que quiero inmiscuirme en tu vida -hizo una pausa hasta
que su amiga hizo un gesto de aceptación:- ¿Vos sentís algo por Lucho?
Sandra reconoció
en el rostro ansioso de Romina un interés desprovisto de cualquier otro
sentimiento que no fuera el afecto. Podía sincerarse con su amiga:
-Me gusta, Romi.
Y lo paso bien cuando estamos juntos. Pero me asusta la posibilidad de un
fracaso más. ¡Y no con él, que es el hermano de mi mejor amiga! -dijo con
pasión.
Romina la
estrechó contra ella y declaró:
-¡Nunca!
¿Entendés? Nunca habrá malentendidos entre nosotras. Yo sería la mujer más
dichosa del mundo si Lucho y vos formaran pareja, pero mis sentimientos no son
más que una aspiración de deseo. Pero si en algo te atrae, me juego entera por
mi hermano. Y no te voy a decir más, porque me basta con saber que no te es
indiferente.
Permanecieron
abrazadas hasta que Sandra la empujó con una risa.
-Soltame. Que si
Mike nos ve pensará que somos tortis. Ayudame a preparar el mate.
Romina se sentía
eufórica. Estaba convencida de que Lucho aventaría los fantasmas de la
frustración que perseguían a su amiga y ahora, que tenía la custodia de sus
declaraciones, se prometió guardar lealtad a los confidentes. En cuanto
terminaron de acomodar la mesa del comedor, sonó el timbre. Sandra bajó y
volvió a poco con el resto de las socias. Se saludaron alegremente y se
sentaron esperando escuchar las novedades. Liliana se hizo cargo de la mateada
mientras la dueña de casa, sin entrar en detalles, refería su primer trabajo, la
contribución de Lucho a la seguridad y el anuncio de la segunda contratación.
-¿Quién se hará
cargo? -finalizó.
-¿Cuántos años
tiene el tal Jorge? -preguntó Abril.
-Como ochenta
-contestó Sandra.
-¿Es soltero y
sin compromisos? -insistió su socia.
-¿No pensarás…?
-exclamó Margarita con cara de asco.
-Si lo es, yo
tomo el trabajo -la miró a Sandra esperando la respuesta.
-Es viudo y creo
que no anda noviando con nadie -le contestó.- Creo que será un buen partido
para vos. En la primera estira la pata y te quedás con todos sus bienes.
-¡Aj! -expectoró
Margarita.- ¿Cómo le podés proponer esa inmundicia?
-¿Y qué? Abril
busca una rápida y suculenta salida a su situación financiera. Y Jorge puede
ser su oportunidad -declaró con seriedad y después, sin poder contenerse, lanzó
una carcajada.
El resto de las
amigas, salvo Abril, la miraron con alivio.
-Desaceleren,
chicas -dijo la contadora- que la idea de Sandra no es tan chocante. ¿Acaso
Chaplin no tenía ochenta años cuando se casó con una mujer que podía ser su nieta?
-Sí, pero era un
genio -aclaró Liliana.
-Yo no busco la
genialidad, precisamente. Así que arreglado si ninguna se opone.
Le contestaron a
coro su consentimiento en medio de bromas disparatadas a las que Abril no se
dignó contestar. Margarita las participó de una posible clienta madre de un
alumno de Coronda que deseaba conocer los centros de compra de Rosario. Las
jóvenes se sentían entusiasmadas por el regular avance de su negocio. Sandra
propuso que los primeros ingresos fueran depositados en una cuenta de ahorros y
todas decidieron que estuviera a nombre suyo y de Romina por ser las artífices
del proyecto. A las nueve se despidieron llevándose Abril las señas para
contactarse con Miguel.
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